Así somos los humanos: los hay fácilmente lanzados al riesgo, en ocasiones imprevisivos, otros vacilantes que al primer obstáculo se devuelven, algunos que van lentamente asumiendo lo nuevo, lo diferente y también, existen aquellos cerradamente resistentes a cualquier cosa que signifique algo distinto, un cambio, o modificación. De manera que es fundamental recordar siempre la condición diversa, diferente, de la especie que representamos en el planeta y la imposibilidad de que aunque lo intenten con obstinación, jamás será posible, por suerte para la especie, lograr su homogeneidad. Viene al caso esta advertencia, porque días atrás escribimos acerca del proyecto lanzado por el Ministerio del Poder Popular para la Educación, para ser activado durante la cuarentena obligada por el Coronavirus, titulado “Cada familia una Escuela”. Esta propuesta ciertamente fue presentada por quien escribe, a partir de sus muchas bondades, sin entrar a considerar -¿por cábala?- las deficiencias u obstáculos que siempre surgen de parte de los humanos realizadores de tales experiencias o por las consabidas trabas de la burocracia.
Debo reiterar mis estimaciones positivas en torno a las muchas oportunidades que ofrece este plan. Muy halagüeñas son las que ofrece para hacer del trabajo a distancia una gran enseñanza acerca de las múltiples vías para llegar al saber y superar la limitación del aula, la rutinaria práctica pedagógica que se realiza y sobre todo, la posibilidad de asumir definitivamente la idea básica de que el aprendizaje es un logro de toda la vida, de cualquier tiempo y lugar, y no solo de la clase en la escuela. Igualmente, al convocar a la familia a participar, abre la posibilidad de hacer del aprendizaje una actividad colectiva en la que comparecen adultos, a lo mejor profesionales, jóvenes y adolescentes, como también otros niños, los cuales seguramente tendrán visiones diversas de la temática planteada y he ahí la mayor gracia: aprender por sobre todo, que no hay una única visión de las cosas, como tampoco una única verdad inmodificable.
Lo mismo ocurre con las fuentes del saber a ser consultadas o utilizadas como apoyo. La posibilidad de incorporar en serio las tecnologías –canaimitas, tablas y computadoras- así como distintos textos, además de los de la Colección Bicentenario, abre un riquísimo abanico de diversidad, de saber universal, que va socavando, desde la base cognoscitiva, la orientación del pensamiento único que nos ha legado la vigencia del modelo conductista curricular. Además, ya lo señalábamos, este plan activa una extraordinaria experiencia del aprendizaje cooperativo, colaborativo, construido por todos. Y por encima de todas las bondades previamente anotadas y otras tantas que puedan surgir, hay una con una fuerza transformadora para siempre de la práctica pedagógica: que nuestros maestros y docentes como consecuencia de esta experiencia, se convenzan de que, como lo planteaba Freire, “enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades de su producción o de su construcción”.
Esta experiencia, con toda seguridad, será asumida con entusiasmo por los educadores, los maestros, conscientes de la urgencia de modificar el modelo educativo, pero igualmente, será rechazada o simplemente asumida como una asignación laboral cualquiera por otros, ojalá los menos.
En lo que respecta al programa de televisión que acompaña la puesta en marcha del plan transmitido por varios canales públicos, definitivamente no tiene nada que ver con las bondades del proyecto y si se quiere, expresa todo lo contrario a un intento transformador. Por un lado, es totalmente obsoleto desde el punto de vista del medio, sin atractivo, sin gracia, con una puesta en escena muy pobre por falta de creatividad. Es, sin duda, una reposición de los viejos programas de la TV Educativa, cuyas limitaciones técnicas obligaban a echar mano a cosas parecidas. Por otro, desde el punto de vista pedagógico, las disertaciones de los docentes, las estrategias y actividades, son nada más y nada menos que la clara expresión de la escuela transmisiva cuya transformación ansiamos, para lo cual antes de aportar elementos que aúpen y apoyen un nuevo modelo, terminan fortaleciendo el existente sin ninguna justificación. Ahora bien, el programa de TV se puede obviar sin afectar en nada el desarrollo del plan, lo que no se puede desaprovechar son las grandes oportunidades ofrecidas por la propuesta de “Cada Familia una Escuela”.