En situaciones tan lamentables y difíciles como la que se vive hoy en Venezuela, y me refiero a la existente desde hace varios años aderezada en la actualidad con la epidemia de la Covid-19, se hace necesario, por lo menos cada cierto tiempo, hablar con absoluta severidad y hasta crueldad. Sólo así se lograría que se comprendiera claramente lo que se vive, su gravedad y complejidad, y la necesidad de actuar con la cabeza bien puesta, utilizando al máximo el intelecto, sin dejarse arrastrar por odios, resentimientos y furias desenfrenadas, que si bien son explicables no conducen a soluciones satisfactorias.
Uno de estos casos lo constituye la bestial (no merece otro nombre) decisión gubernamental de dar el año escolar por concluido, ante la situación epidémica que atravesamos y la resultante paralización de actividades docentes. Es aberrante decretar que terminó el año y que “todos pasan”, es decir que todos, sin haber cumplido los requisitos imprescindibles, aprueban un nivel educativo sin disponer de los conocimientos y las destrezas que se suponía adquirirían en el mismo. Se impone la salida fácil, la que suponen será bienvenida por la mayoría y que no requiere de esfuerzos, sacrificios y costos para ser instrumentada. ¿Son unánimes en esto?
Han debido reiniciar los cursos del período 2019-2020 tan pronto terminara la cuarentena, reprogramar todas las actividades previstas, prorrogar por el tiempo necesario el período escolar, bajo una supervisión especial dada la emergencia y culminarlo sólo luego de haber cumplido todas las exigencias académicas. Casi inmediatamente, luego de un muy corto receso, arrancar el nuevo período 2020-2021, reprogramado también por la emergencia educativa, para llevarlo a feliz término. Habría significado sacrificios de los docentes, de los estudiantes y de sus familias, pero con toda seguridad habríamos alcanzado la normalidad en poco más de un año, a partir del reinicio de actividades.
El problema no es que todos aprueben. El problema es que todos tengan el conocimiento necesario del nivel educativo de que se trate. La decisión del Ministerio de Educación es una solemne piratería, muy propia de quienes, ante la falta de profesores, le aprueban asignaturas a los educandos sin haberlas cursado e incluso les colocan calificaciones falsas, enlodando sus registros académicos. Muy propias de resentidos que desprecian el conocimiento, pues sus planes alternos se basan en el uso de técnicos y profesionales de otros países. Muy propias de quienes exaltan en forma indebida los conocimientos y “saberes” naturales y ancestrales, colocándolos por encima y con carácter excluyente del conocimiento científico.
Se trata, una vez más, de una acción dirigida a mantener a nuestro pueblo en la ignorancia y en el subdesarrollo cultural y científico, que les garantiza a cualesquiera la posibilidad de engañarlo y manipularlo con facilidad y, de esa manera, mantenerse en el poder por tiempo prolongado. Nada libera más que el conocimiento. Sin el mismo seguiremos siendo una nación sometida, dependiente y subdesarrollada, pasto de delincuentes pseudo revolucionarios y de facinerosos pseudo demócratas liberales.