Enrique Meléndez: Emeterio Gómez

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El mundo de la economía está de duelo en estos momentos, con motivo del fallecimiento del profesor Emeterio Gómez, hecho ocurrido este lunes 20 de abril en Barcelona (España); víctima, según las informaciones que nos llegan, del Covid 19, luego de haber sido ingresado en un hospital, a consecuencia de una caída que le produjo una fractura en el fémur, pero donde se contaminó del virus, que causa hoy en día estragos a nivel mundial; aunque ya desde hacía algún tiempo a esta parte venía aquejándose de quebrantos de salud; razón por la cual se mantenía alejado de la comunicación social, donde fue parte muy activa hasta hace algunos años, sobre todo, porque fue un gran polemista, y sostuvo con pasión encendida sus posiciones en una y en otra ideología política y económica.

Esto lo digo por el hecho de que durante su juventud fue un militante radical del comunismo; identificado con la teoría marxista, razón por la cual militó en el antiguo Movimiento de Izquierda Revolucionaria, a donde llegó de la mano de Américo Martín y Domingo Alberto Rangel; como me lo dijera en entrevista que le hice para La Razón en julio de 2013, hasta finales de la década de 1960; en especial, porque nunca estuvo de acuerdo con la línea que adoptó este partido durante esos años, de plegarse a la lucha armada, a la que se había acogido el Partido Comunista de Venezuela, incitado más que todo por el llamado castrocomunismo, y el cual tuvo una gran influencia en la América Latina; promoviendo lo que se conoció como la estrategia del foquismo, una vez que triunfa en Cuba, a la cabeza de Fidel Castro y de Ernesto (Che) Guevara.

Fue el auténtico revolucionario, en el sentido de que constituyó uno de los pocos que se dedicó al estudio de esa gran obra de Carlos Marx, conocida como El Capital, entre los que se proclamaban marxistas en aquellos años; siendo, por lo demás, una de las más difíciles, que haya conocido la teoría marxista; tomando en cuenta los niveles de abstracción a los que llega Marx en el desarrollo de su pensamiento, y donde hace gala de una gran ilustración, fundamentada en formulaciones económicas, y las que arrancaban del viejo liberalismo de David Ricardo y Adam Smith; además de las visiones subjetivas del idealismo de Hegel, al que consideró, por excelencia, su maestro; que fue lo que le permitió llegar al concepto del fetichismo de la mercancía, que constituyó una de sus banderas teóricas, de lo que fue su crítica a la economía política del capitalismo, como lo predicó el propio Marx; aun cuando ya Gómez en su divorcio con este autor encontraba una limitante, basada en la circunstancia, de que él consideraba que la teoría del valor de Marx erraba, cuando afirmaba que el precio de una mercancía venía dado por el trabajo, socialmente, necesario, que desplegaba el obrero durante su realización, y que era donde entraba el componente de la plusvalía, es decir, aquella parte que se apropiaba el capitalista de dicho trabajo; pues Gómez era de la idea de que, en verdad, quien ponía el precio a la mercancía era el mercado.

Fue famosa la tesis de Marx, de que hasta ahora los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo, y de lo que se trata es de transformarlo, y de allí que la filosofía se convirtió en un arma de la revolución; como diría Lenin más adelante, y con lo cual no estaba incubando sino un demonio, por cuya causa han muerto millones de seres humanos; tomando en cuenta el carácter totalitario que implicó su sistematización a través de regímenes de gobierno, que lo primero que hacían era atentar contra el derecho a la propiedad privada a nombre de una libertad, y la que más bien se ponía en tela de juicio a partir de allí; basándose en el hecho, además, de que Marx se planteaba que en algún momento de la historia los grandes capitalistas se habían apoderado de los medios de producción; de modo que la gran tarea de la revolución consistía en devolvérselos al proletariado, para dar el gran salto hacia el comunismo; influido, a ese respecto, por Juan Jacobo Rousseau, y quien fue el primero en impugnar tal derecho, y el que en otras instancias se conoce como el de la iniciativa privada, y de donde vemos el por qué el propio Gómez trazaba una línea, cuando se refería a los temas filosóficos; que, además de economista, Gómez también no dejaba de mostrar sus veleidades por la sofía; por el saber teorético, dicho en otros términos; una línea que arrancaba de Platón, pasando por Rousseau, Hegel, hasta llegar a Marx; es decir, los que consideraba los grandes totalitarios, a propósito de sus concepciones políticas, y de modo que volviendo a la juventud de Gómez, se pudiera considerar que éste fue el auténtico “buen revolucionario”, como diría Carlos Rangel, devenido del “buen salvaje”; del que hablaba Rousseau, y que ubicaba en nuestra América; no habiendo sido, a su modo de ver, enajenado hasta el momento de su descubrimiento por los valores de la sociedad occidental.

Para luego convertirse Gómez en un neoliberal, diríamos, recalcitrante; pues para el momento de hacerle la entrevista nos decía, copio textualmente: “El socialismo es una tontería. Eso no tiene ninguna posibilidad de realizarse. No me refiero al socialismo democrático; sino al llamado socialismo real; que atenta contra la propiedad privada. El solo hecho de atentar contra la propiedad privada; el solo hecho de generar un desestímulo muy poderoso contra cualquier iniciativa de inversión, referida al capital. Sólo eso basta para liquidar la economía”.  Por cierto, si algo criticó Gómez con muchísima atención fue el hecho de haber transformado Chávez el antiguo Fondo de Estabilización Macroeconómica, que era un fondo de ahorro; en el Fonden; que terminó siendo un fondo de gastos; de despilfarro, mejor dicho, y que nos hubiera encontrado prevenidos, para lo que viene, visto el desplome mundial petrolero a la hora actual.

melendezo.enrique@gmail.com

 

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