Uno pudiera pensar que la culpa, por la que atraviesa la situación del venezolano hoy en día, cundido por lo que se ha dado en llamar las siete plagas de Egipto: sin un ingreso digno, sin alimentos, sin medicinas, sin gasolina, sin electricidad y agua, sin derechos humanos y con la amenaza de la pandemia del Covid-19 que, como un fantasma, recorre el mundo, se debe a la tiranía de un gobierno militarista, y la verdad es que habría que ir más al fondo, y allí está el famoso populismo que en una forma cíclica se presenta ante nuestras realidades cotidianas; siendo el antecedente más mediato el caso de José Tadeo Monagas, cuya ascensión al poder se tiene entre nuestros historiadores como una reacción de lo que se conoce como el detritus social, sobre todo, a raíz de su pacto político con Antonio Leocadio Guzmán, a quien se le tenía como el líder de esta gente; un fenómeno, además, que lo vemos reproducirse en el caso de su propio hijo, Antonio Guzmán Blanco, quien no sólo se hacía llamar El Ilustre Americano, sino además que se mandó a erigir estatuas en la ciudad de Caracas.
Es el mismo populismo que está presente en Rómulo Betancourt, cuando es considerado el padre de nuestra democracia; tomando en cuenta que su personalidad no escapó de esta tentación; si se tiene presente que su sistema de gobierno se basó en lo que algunos sociólogos conocen como un patrimonialismo; con independencia de que propició la alternabilidad en el poder desde su primer gobierno, incluso, en el año 1947, al permitir que Rómulo Gallegos asumiera la presidencia de la República, luego de un proceso electoral; habiendo sido Betancourt el líder del golpe de Estado de 1945, que dio al traste con el gobierno de Isaías Medina Angarita, y a quien acude la logia de militares golpistas, a la cabeza de Marcos Pérez Jiménez, sobre todo; dado el carácter populachero que revestía la praxis política de Betancourt en ese momento; como buscar darse un baño de pueblo dicha logia, para poder justificar su asonada; una especie de reacción cívico-militar, digamos así, y no sin razón se habla de la Revolución del año 1945, y aunque el motivo de este oportunismo no dejaba de pasarle por la cabeza a Betancourt; tratándose de un político muy avezado en la materia, a la hora en que fue llamado, se hizo cargo del asunto, con el resultado que posteriormente vimos; es decir, la deposición de Gallegos de dicha presidencia; además de la ilegalización de Acción Democrática del panorama político venezolano; lo que implicó para su vida un exilio de unos diez años. El hecho cierto es que a su regreso, y reconquistado el poder, por supuesto, por la vía democrática, ratificó su esquema de gobierno basado en un centralismo estatal; en efecto, con procesos alternativos de poder, pero sólo en lo que atañe a la presidencia de la República, parlamento y gobiernos municipales; quedando en sus manos el nombramiento de los gobernadores de estado; que fue lo que más alentó el flagelo de la corrupción; dando lugar al clientelismo político o tráfico de influencias; contando para ello con la renta petrolera; que provenía de una política de concesiones, sólo que allí no participaban los capitales privados venezolanos, sino las grandes transnacionales petroleras, y cuyas pingües ganancias nos iban a mantener en el rango de un país monoproductor.
He allí el esquema que va a tratar de golpear Carlos Andrés Pérez en su segundo gobierno; luego de haber sido lo máximo en materia populista durante su primer gobierno, y no sólo por el hecho de haber exacerbado ese centralismo betancourista, con motivo de la nacionalización de la industria petrolera y la nacionalización de las acciones, que todavía quedaban del Banco Central de Venezuela en manos de la banca privada, sino con la figura del Estado interventor, a propósito de su política de pleno empleo; que obligó hasta algunos condominios a crear puestos de trabajo, como aquellos de los ascensoristas; personal para la atención de los lavabos de baños y restaurantes; además de la fijación de niveles de salarios mínimos y del precio de algunos productos. Otro Pérez en su segundo gobierno, que tenía una idea diferente de lo que era el orden económico mundial, y entonces ya no decía que el Fondo Monetario Internacional producía bombas sólo matagente; reconociendo, en ese sentido, que hasta entonces estaba equivocado, y así va a comenzar por abrir la economía, a propósito del proceso de lo que su entonces su ministro de Fomento, Moisés Naim, va a definir como el de la reconversión industrial, y lo cual va a implicar el desmantelamiento de la política de los controles; al tiempo que acentuaba la descentralización del Estado, cuando entonces se va a la elección de los gobernadores de estado, y es por esto que hablo de golpear el antiguo esquema estatal; puesto que por aquí va a chocar con algunos intereses, y que son los que van a conspirar en contra de su gobierno, hasta sacarlo de la presidencia, y que constituyó un grave error, que hoy lamentamos.
Por supuesto, también el militarismo carga con su cuota de responsabilidad al abrirle la puerta a estas siete plagas, que nos han caído en las presentes circunstancias; partiendo del hecho de que una de las grandes ventajas, con las que contó Hugo Chávez, para hacerse con la presidencia de la República, fue su condición de militar, y frente a lo cual el venezolano no deja de tener sus fuertes inclinaciones; aun cuando hay experiencias de gobiernos militares en la actualidad en algunos países asiáticos que, al final, han resultado exitosas; sólo que han estado lejos de toda tendencia populista; como esa que obnubiló el sentido común de nuestro teniente coronel, y quien derrochó ingentes cantidades de dinero sin control alguno que bien hubieran podido ahorrarse en fondos petroleros, como los que dejaron los gobiernos de Pérez y Rafael Caldera, y que hubieran podido evitar esta dramática situación; en previsión de la que hoy se vive.
melendezo.enrique@gmail.com