Para los griegos, el concepto de virtud se encontraba íntimamente ligado a la moral, donde “el bien era el camino de todas las acciones del hombre, y el fin supremo del hombre la felicidad;”. Lo que por analogía podríamos deducir en estos tiempos de tanta crisis, en la necesidad urgente de buscar un camino distinto a los que hemos conocido hasta ahora, un sistema de gobierno auténticamente democrático, solidario, justo, libre de toda influencia foránea y plenamente humanizado.
La correspondencia entre la ética y la política ha sido continuamente un tema irrevocable, discutible, razonable por una cognición esencial: ambas, al menos en su sentido ideológico/filosófico y desde su propia equivalencia, tienden al mismo fin: el bien común o colectivo.
De otro lado lo moral y lo político en su sentido filosófico/ontológico y etimológico, constituyen un sólo componente. No son iguales ni idénticos, pero ambas concepciones se complementan para formar un todo, que sólo es viable por la correlación o reciprocidad y la suma de sus partes.
Toda polis (ciudad) tiene un ethos (reglas de comportamientos y principios morales) apuntaban los filósofos griegos. En efecto, la política docta e ilustrada como quehacer de la polis, como progreso de un agregado de tácticas y estrategias, es el contorno en el cual el ethos se ejecuta como ética. Por eso, para los griegos, era ilógico y absurdo la presencia de la política sin la ética, porque toda política, debe ser una ética en su pleno proceso de construcción. En la polis y en el ethos existe una cadena de identidad/unidad que crea un complicado tejido justo, que lleva una intención, acomodamiento entre objetivos, propósitos y fines, testimonio racional del fundamento que se ejecuta en el todo.
En el marco del ethos y la polis se encuentra un corpus doctrinario que los griegos fundamentaron dentro de una lógica racional, para crear sus postulados filosóficos. Ahora bien, partiendo de estas definiciones conceptuales, hay quienes entendemos que el papel de la ética en la política esta direccionado de manera directa a todos aquellos que poseen el poder y los mismos deben asumirla en su totalidad, situación inexistente en el espacio geopolítico del planeta, tanto en los países llamados capitalistas como socialistas, pues la han mutilado, malogrado por los niveles de corrupción que sus clases políticas y económicas han desarrollado en toda su extensión, ignorando adrede que la democracia en su esencia, en su doctrina, en sus postulados no es tan sólo un modelo o un sistema político de gobierno, sino que posee un conjunto de valores que tiene una ética que junto a lo político constituyen un todo.
Nuestra democracia
En Venezuela, partiendo de las consideraciones ya señaladas y revisando nuestro escenario en la historia que hemos vivido, desde la colonia hasta nuestros días, hay una leyenda que ha tratado de justificar y ocultar la verdad, donde la inmoralidad aprendida dejada por el colonizador ha prevalecido en nuestras clases dominantes tras la fachada de normas, reglamentos y leyes que en el ayer llamaron “Leyes de Indias” y en el presente “Constituyentes/Constituciones”, que en nombre de la civilización y del progreso se hicieron y se siguen haciendo, para esconder el fascismo, el peculado, la autocracia, el totalitarismo, las dictaduras, autoritarismo, racismo, discriminación, la injusticia –en otros términos- la relación dominante/dominado. Todo a nombre de la seguridad del estado, estado que cuando asesina no hay responsables. Esto es parte de la caracterización o variables de lo que ha sido nuestra historia.
Los políticos en Venezuela, llámense de oposición o gobierno, derecha o izquierda que se agrupan en sus respectivos partidos políticos, en su gran mayoría por no decir todos, carecen de una concepción auténtica de la moral porque ignoran a propósito, la dignidad humana de los pueblos que dicen gobernar. Esa clase política cuando se encuentra en el poder no deja de hablar de la libertad del ser humano, pero cuando este se rebela frente a la injusticia lo encarcela, lo tortura, lo desaparece e incluso lo asesina donde éste, bien sea la calle o en su propia casa.
La moral se fundamenta en el respeto a la dignidad de la persona humana, el bien común y la búsqueda de una sociedad donde nos miremos en igualdad de condiciones. Esa moral establece desde el punto de vista conceptual, una unidad indivisible de elementos evaluativos y prescriptivos de toda gestión humana, donde se establece lo equitativo para poder ordenar con justicia social ese bien colectivo necesario de cooperación mutua. Si la moral que percibimos es el respeto a la dignidad de los pueblos, a su condición humana, es la justicia el valor ético que se debe buscar cuando se gobierna.
Para los griegos, el concepto de virtud se encontraba íntimamente ligado a la moral donde “el bien era el camino de todas las acciones del hombre, y el fin supremo del hombre la felicidad;”. Lo que por analogía podríamos deducir en estos tiempos de tanta crisis, de buscar un camino distinto a los que hemos conocido hasta ahora, un sistema de gobierno auténticamente democrático, solidario, justo y plenamente humanizado, donde el propósito, el objetivo y el fin último sea la de edificar una sociedad distinta a las que hemos conocido hasta ahora, llamados socialistas o capitalistas y fuera de toda influencia foránea, que sólo ha servido para esclavizar a nuestros pueblos. Esto encarna la posibilidad real de que cada ser humano pueda revivir, progresar, amar, trascender la celda del yo solitario, estar vivamente interesado en realidades que antes no podía ver ni comprender, el dar solidario. Son elementos que por naturaleza siempre ha tenido el ser humano que poco o nada se manifiestan en sociedades como las que tenemos.
Por alguna razón nuestro Libertador Bolívar se refirió al Poder Moral en su Discurso de Angostura: “Meditando sobre el modo efectivo de regenerar el carácter y las costumbres que la tiranía y la guerra nos han dado, me he sentido con la audacia de inventar un Poder Moral, sacado del fondo de la oscura antigüedad, y de aquellas olvidadas Leyes que mantuvieron, algún tiempo, la virtud entre los Griegos y Romanos. Bien puede ser tenido por un cándido delirio, mas no es imposible, y yo me lisonjeo que no desdeñareis enteramente un pensamiento que mejorado por la experiencia y las luces, puede llegar a ser muy eficaz.”. (Discurso De Angostura – Angostura, 15 de febrero de 1819).