Ninguna política tiene éxito sin lucha. Su avance requiere tres requisitos de fondo: no ser una burbuja que se aísle de la sociedad; expresar una visión de país a mediano plazo y ser una opción ética. Rasgo alternativo importante porque en el club de los jefes de la destrucción no se permite el ingreso de la decencia.
Cuando aumentan las calamidades sociales y la gente tiene que inventar su sobrevivencia 24×24, es imperdonable que en el territorio opositor cunda la cerrazón a opciones distintas a la que cada parte defiende y el demencial deporte de batear para la acera oficialista a todo el que piense distinto. No se sabe si por ser distinto o por pensar. Son consecuencias de la falta de logros y del desasosiego que impone alargar los tiempos para lo que se veía a vuelta de la esquina.
Entre los dispuestos a luchar el debate siempre parece el mismo: cómo construir una relación de fuerzas a favor del cambio de régimen y el retorno a la democracia. Pero las respuestas son distintas: una que desconoce a Maduro, crea una presidencia interina paralela y propone salidas por la fuerza. Otra, que negocia con el gobierno elecciones más competitivas, libertad de presos políticos y combate a la pandemia o soluciones parciales a la crisis de servicios. Al margen de tamaños y resultados, ningún factor opositor debe ser excluido.
Logros y errores hay en una y otra. Los saldos son insatisfactorios. La realidad exige abrir un nuevo juego y reunir a partidos y organizaciones sociales en torno a no repetir los fracasos que hemos tenido. Hoy estamos más cerca de ser otra Cuba, que hace un año.
Discutir en torno a votar o no votar, es dividirnos. Las primeras etiquetas ya circulan, cómplices de un fraude versus cipayos del Departamento de Estado. Un debate sin sentido, mientras no se redefina la estrategia, se formule una política transicional y se demuestre atención real al sufrimiento de la gente.
Hay cinco nuevos elementos sobre los cuales reflexionar: 1. El gobierno no dará condiciones que contribuyan a su derrota. 2. El objetivo gubernamental es pasar de una hegemonía autoritaria a un semi-totalitarismo, apoderándose de todos los espacios públicos. 3. Se agotó la estrategia insurreccional y del poder dual. 4. Surgimiento de un centro, más cívico que político, con actores sociales e institucionales no partidistas. 5. Los EEUU acentúan su presión y mantienen negociar un gobierno de transición formado entre el gobierno y la oposición. Sin ánimo de ultimátum.
Desde el centro político y social, aunado a dirigentes de los partidos, se puede conseguir remadores para: 1) Darle cuerpo a una estrategia pacífica para unir y avanzar. 2) Contribuir a aplicar una política transicional en escenarios como el sindical-empresarial, 3) Activar una dirección con actores sociales que puedan actuar con autonomía, complementar la labor de los partidos y reforzar la acción unitaria. 4) Darle contenido a la desesperación de una población cercada por el hambre, la crisis de los servicios públicos, la pandemia y la hegemonía gubernamental. 5) Abrir un debate para explorar la posibilidad de participar en la elección parlamentaria. 6) Favorecer el encuentro entre dirigentes políticos, cívicos y Gobernadores, Alcaldes, Diputados, dirigentes empresariales, gremiales, obreros e instituciones como la Iglesia, las Universidades, las Academias. 7) Ayudar a mejorar la percepción de la comunidad internacional sobre la situación del país.