Es imposible no darse cuenta de la gravísima situación del país, tampoco ser indiferente a su marcada tendencia a empeorar, pues no vemos señales de salida. Para encontrar modos de desbloquear lo que parece una calle ciega, lo sensato es escuchar opiniones bien fundamentadas y analizarlas. Serena y objetivamente. Porque la masa venezolana no está para bollos de fanatismo o prejuicios.
Nacido en 1944, graduado en el Instituto de Estudios Políticos de París y en la Escuela Nacional de Administración, centros de formación de la élite dirigente de su país, Guy Sorman es un economista, filósofo, escritor francés. Autor de veintisiete libros importantes para la comprensión de la contemporaneidad ya traducidos a varios idiomas. Profesor en Estados Unidos, China, Rusia y Argentina en nuestro continente. Fundó en 1979, junto a otros científicos e intelectuales la Acción contra el Hambre, organización dedicada al combate de la pobreza en el planeta. Independientemente de sus opiniones, con las cuales se puede coincidir o discrepar, no es un tirapiedras. Se trata de una de las voces más respetadas del mundo.
Recientemente Sorman declaró, según Infobae que “El empobrecimiento de Venezuela no es un accidente, el régimen quiere que todos dependan del Estado”. Si un estudioso reconocido internacionalmente que no está involucrado en nuestros conflictos nos ve de ese modo, no sería racional despacharlo con alguna consigna, sino prestarle atención. Pensar sobre lo que dice y cómo lo sustenta, sea usted joven o viejo, político o apolítico, hombre o mujer, trabajador o empresario, civil o militar.
¿Inventa Sorman? Aquí hay estudios conocidos como el de Obuchi, Abadí y Lira, primera edición en 2011, el cual evalúa el desempeño de empresas estatales. Aquí vivimos las consecuencias en la producción de alimentos de la expropiación masiva de tierras, de la estatización de Agroisleña, procesadoras de café y azucareras; del temprano fracaso de empresas creadas en pesca o harina de maíz, o de la crisis en servicios públicos tan esenciales como el agua y la energía. Sabemos que este país petrolero depende de gasolina importada. Nada de eso tienen que contárnoslo. Lo vivimos. Junto a alejar la prosperidad y traer corrupción, la superstición ideológica afecta la seguridad alimentaria y nacional.
Esa ecuación de causas y consecuencias no la despeja la propaganda. Es hora de pensar en eso. Es la hora de la verdad.