Yoani Sánchez: Anonimato y cobardía, los perfiles de la seguridad del estado en internet

Compartir

 

Pueden llamarse como un personaje de telenovela, como cualquier hijo de vecino o con un epíteto bélico, pero los perfiles anónimos de la Seguridad del Estado en internet siempre comparten un denominador común: la cobardía. Escondidos tras un pseudónimo completan el trabajo de la maquinaria oficial en las campañas de difamación contra sus críticos, pero terminan enlodando más a quien los fábrica que a las víctimas.

Recuerdo hace unos años a uno de esos personajes –de cuyo nombre no puedo acordarme– que fue creado para atacar a la blogósfera alternativa y a los disidentes. Tuvo una vida efímera, porque fue desactivado poco después probablemente por los mismos que lo habían intentado colocar en las redes como una «voz de los jóvenes cubanos». Era el antifaz de turno, la máscara detrás de la cual se escondía probablemente todo un equipo de la policía política y que fue usada con la impunidad que le da al verdugo su capucha.

Aquel personaje, que se comportaba con ínfulas de poder hundir reputaciones y amedrentar al más valiente, terminó siendo descartado. Especialmente porque poco a poco, y a pesar del regusto inicial que puede causar en cierta audiencia seguir estos perfiles centrados en la maledicencia, el hecho de no ser una persona real y no poder dar la cara termina pasándoles la cuenta. Al no identificarse quedan etiquetados como pusilánimes, sobre todo porque desbarran contra personas con nombre, apellido, rostro y hasta número de carné de identidad.

Ahora, asistimos a una nueva entrega de estos personajuchos, con el añadido de que hasta la prensa oficial alude a ellos de vez en cuando, los periodistas cercanos al Gobierno los usan de fuente y más de un rostro público de la cultura sale a defenderlos. No deja de ser contradictorio que un poder entronizado, que controla el Parlamento, dicta leyes y maneja al Ejército, para defenderse termine apelando a un ente secreto. Eso solo es una evidencia de su temor.

Los actuales perfiles oficialistas anónimos que promueven lo mismo la destrucción de la reputación de un joven fallecido -tildándolo de delincuente- tanto como el chismorreo sobre la vida privada de un opositor, pasarán en unos años, ni siquiera serán recordados y muy probablemente sus cuentas en las redes sociales sean borradas por conveniencia de los mismos que las crearon. Tienen la vida efímera de un soldado desconocido mandado a morir en la primera línea, del cual no quedará ni una lápida con su nombre.

Sin embargo, los seres de carne y hueso que echaron mano de las historias difundidas por estos entes de cara cubierta, aquellos que usaron sus bulos para juzgar a otros, propalaron sus mentiras y se valieron de sus chismes para estigmatizar socialmente a ciudadanos… esos quedarán y tendrán que responder ante su conciencia, esa vocecita que martilla a todos en la cabeza y que debió advertirles desde antes de que no es buena idea seguir a encapuchados anónimos ni a cobardes con seudónimo.

 

Traducción »