El país había figurado históricamente entre los que menos casos reportan. En los últimos cinco años han aumentado exponencialmente: entre 2015 y 2018 el incremento fue del 155%
Venezuela es un número rojo. Una de las mayores inflaciones de la historia de la economía, una contracción sin precedentes, uno de los éxodos más importantes de la región, la peor seguridad alimentaria. Un estudio presentado por el Observatorio Venezolano de Violencia muestra cómo en los últimos cinco años el país también ha alcanzado sus tasas más altas de suicidio en 80 años de registros. El dato ofrece, según los investigadores, una dimensión del impacto que está teniendo la prolongada crisis humanitaria que vive el país.
“Nunca antes habíamos visto tasas de suicidio como las que estamos viendo a partir de 2015”, dice el geógrafo a cargo del estudio, Gustavo Páez, que ha estudiado el fenómeno desde Mérida, la ciudad montañosa de los Andes en la que históricamente se registra la mayoría de los suicidios en Venezuela. Para 2018, 9,7 de cada 100.000 venezolanos se quitaba la vida, muchas veces en medio de un cuadro depresivo.
En los países de cifras rojas, las estadísticas son difusas. Este estudio se valió de los anuarios de mortalidad del país disponibles desde 1936 hasta 2014. Para los siguientes cuatro años se hizo una recopilación de reseñas de prensa regional, que se cotejó con informaciones sobre defunciones locales e indicadores de la Organización Mundial de Salud (OMS). El resultado es una aproximación a la evolución histórica de la tasa de suicidio de un país que hasta 2015 estuvo entre las más bajas del mundo. Entre 2010 y 2015 la tasa aumentó 81%, de 2015 a 2018 el incremento fue de 155% hasta llegar 9,7 por cada 100.000 habitantes, muy cerca ahora del promedio mundial de 10,5. En números absolutos se pasó de 1.143 suicidios en 2015 a 2.889 tres años después.
“Desde 2015 y, al menos hasta 2018, según los resultados de esta investigación, ha existido una tendencia al incremento que ha hecho que la cifra se acerque al promedio mundial, e incluso, de continuar esa propensión, podría superarla, pues la tasa se duplicó en ese lapso y como máximo podría haber llegado a triplicarse”, advierte el estudio.
Mirar la evolución histórica de las tasas de suicidio también puede ser un hallazgo. En 80 años, solo en tres momentos ha habido picos: entre 1954 y 1960, un período de bonanza económica, pero de dictadura; luego entre 1965 y 1972, cuando la democracia daba sus primeros pasos en medio de la insurgencia guerrillera. En ambos periodos la tasa no superó los siete suicidios por 100.000 habitantes. Venezuela ahora estaría atravesando su tercer pico.
Aunque las motivaciones de un suicida son algo difícil de determinar, Páez señala que el incremento reciente estaría asociado al agravamiento de la crisis en Venezuela, caracterizada por el aumento de la pobreza, la inseguridad alimentaria, el incremento en los riesgos de muerte y el retroceso en la sobrevivencia. Esta tesis la pudieron corroborar con entrevistas a psiquiatras, personal de salud y familiares de víctimas, que componen el segmento cualitativo del extenso estudio. “Esos son los factores que deben haber actuado como detonantes de los sentimientos negativos que llevaron a muchos venezolanos a tomar la lamentable decisión de quitarse la vida”.
La pandemia
Los investigadores también presentaron el conteo de suicidios en los primeros seis meses de este 2020, a partir de las mismas fuentes periodísticas e informantes con acceso a los registros de defunciones. 94 venezolanos se han quitado la vida desde el 1 de enero hasta 29 de junio. Entre abril y mayo, al comienzo de la cuarentena por coronavirus, aumentaron más del doble. Adolescentes entre 12 y 17 años y adultos entre 30 y 65 años representan el mayor grupo. Las principales causas que pueden asociarse a los casos son la crisis actual del país, los trastornos depresivos y los problemas afectivos o de parejas, según el OVV. “La depresión y la ansiedad, detonadas por la crisis actual, se muestran como las principales causas en la mitad de los casos”, señala el informe de la investigación.
La psicóloga social Yorelis Acosta ha desarrollado una línea de investigación en el Centro de Estudios para el Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela para cruzar el alza de los suicidios, de la que ahora se puede tener un número más aproximado, y las crisis económicas. “Está demostrado que en contextos de recesión económica se producen daños psicosociales y aumentan los suicidios. Pensemos en la cantidad de personas que perdieron sus empleos, esto es un factor de riesgo a lo que se suma los ambientes de violencia social y política que se viven”. En su opinión las emociones negativas de tristeza, aburrimiento y pánico colectivo que llevan a conductas irracionales hacen de los hogares en confinamiento ollas de presión. “Estamos desesperados en casa”, agrega la investigadora que trabaja en el concepto de emociones de la crisis.
Acosta destaca que los estudios de identidad sobre el venezolano siempre han caracterizado a los venezolanos como personas alegres. Durante la primera década del 2000 el país todavía punteaba en los llamados índices globales de felicidad. “Eso ahora se esfumó. Todos estamos en medio de un duelo y una generación ha crecido en medio de estas nuevas emociones”, explica. “Vivir en estos contextos nos derrumba, por lo que muchas personas ven el futuro con temor y la adversidad como un obstáculo imposible de sortear”. La psicóloga agrega que durante la pandemia, que tiene su costado emocional, no se han considerado por los Estados las medidas de contención psicológica de sus efectos. “En Venezuela no se ha atendido a la población de manera adecuada, el sistema sanitario es deficiente en general para atender la pandemia y más aún para atender colapsos psicológicos”.
El País