Cocinan con leña ante la escasez de gas
Desde hace tres meses aproximadamente, la casa de abrigo de los hermanos franciscanos en Maracay, que atiende a hombres jóvenes y adultos con enfermedades neurológicas y psiquiátricas, no cuenta con gas doméstico. Las cocineras y voluntarias deben preparar las tres comidas diarias en un fogón improvisado al que a veces le falta la leña en Maracay, estado Aragua.
Desde hace tres meses aproximadamente, la casa de abrigo de los hermanos franciscanos en Maracay, que atiende a hombres jóvenes y adultos con enfermedades neurológicas y psiquiátricas, no cuenta con gas doméstico. Las cocineras y voluntarias deben preparar las tres comidas diarias en un fogón improvisado al que a veces le falta la leña.
La gran mayoría de los 28 hombres jóvenes y adultos que viven en la casa hogar Monseñor Feliciano González de Maracay, no tienen idea de lo que ocurre afuera de aquel recinto que les ha dado atención, techo y comida. Padecen enfermedades neurológicas y psiquiátricas y, a excepción de cinco de ellos, el resto fue encontrado en situación de calle.
El hermano Jhonny tiene 25 años en la Casa Hogar Monseñor Feliciano González
Así que no están muy conscientes de las peripecias por las que los hermanos franciscanos y el voluntariado realizan todos los días para proveerles lo más primordial: la alimentación. Y es que desde hace casi tres meses, este refugio no cuenta con el suministro de gas doméstico pese a las innumerables gestiones que se han hecho para proveerse de este servicio esencial para cocinar.
Desde entonces, en el amplio patio que tiene la casa, se habilitó un improvisado fogón en el que las cocineras y voluntarias preparan los alimentos tres veces al día, no solo para los acogidos, sino también para el personal.
Algunos pacientes ayudan en las labores de cocina.
Gracias a Dios, muchas personas nos ayudan con las donaciones de los alimentos que siempre son imprescindibles. Pero la preparación de la comida se ha convertido en una dificultad ante la imposibilidad de conseguir gas”, dijo el hermano Jhonny Manzanares.
Eura Méndez es una de las voluntarias en la cocina de la casa hogar los fines de semana. Cuenta cómo los hermanos franciscanos recorren, en una destartalada camioneta, varios sitios en la ciudad donde puedan encontrar leña, porque hasta eso se ha hecho imposible.
Hacer el desayuno, almuerzo y cena en leña, para tantas personas es difícil”, admitió Méndez.
Para otra de las voluntarias, que tiene la responsabilidad de preparar el desayuno y el almuerzo de lunes a viernes, el trabajo de cocinar en un fogón de leña le ha traído dolores en las manos, brazos, piernas, pues debe caminar de la cocina al patio varias veces durante la preparación de los alimentos.
En un largo corredor los internos esperan la llegada del almuerzo. Ninguno se percata del humo que sale de los fogones.
Me duele la garganta porque en las noches toso mucho y además sufro de asma. Menos mal, Dios me ha protegido un poco, porque esto no es fácil. Pero no quiero dejar solos a estos muchachos con esta situación”, señaló convencida de la labor humanitaria que presta.
Y es que la casa hogar Monseñor Feliciano González es la única en su estilo en la ciudad, que se encarga de atender a estos jóvenes y adultos abandonados por sus familias o encontrados en la calle, que padecen esquizofrenia o retardo mental, entre otras patologías, algunas congénitas.
Desde hace tres meses no cuentan con el servicio de gas doméstico.
Allí, estos 28 hombres con edades que van desde los 15 hasta los 60 años, calman sus delirios con una música instrumental, caminan por toda la casa como buscando un destino, hablan tan rápido como los nerviosos pasos que dan en círculo, mientras algunos se alegran cuando el gran portón se abre y llega alguna visita. Otros guardan silencio desde que las familias los condenaron al olvido y unos pocos hasta ayudan a las cocineras limpiando o pelando alguna verdura u hortaliza.
Hasta ahora, la casa familiar sobrevive con la ayuda de los hermanos franciscanos en el extranjero y también de algunas fundaciones o grupos voluntarios que han surgido en los últimos años.
Pero nunca es suficiente. Así que para quienes deseen colaborar, pueden dirigirse a la calle Los Tulipanes del barrio La Cooperativa de Maracay o comunicarse a través del número telefónico (0243) 2419084.
Crónica Uno – El Pitazo