Luis Britto García, en un muy interesante y hasta estimulante artículo titulado “El voto es un medio, no un fin”, que se puede y diría se debe leer siguiendo el link Luis Britto García: El voto es un medio, no un fin , ha planteado, entre otras cosas, hacer valer el derecho del elector a reclamar a sus elegidos, específicamente a diputados, por la obligación de actuar en concordancia con programas relacionados con su representación y, en efecto, llama a la aplicación de la Ley de Partidos políticos, que según su cita del artículo 26, dice lo siguiente:
“Todo ciudadano electo o ciudadana electa por voluntad popular, de conformidad con la Constitución de la República y las leyes, está sujeto o sujeta al compromiso electoral plasmado en el programa de gestión consignado ante el Consejo Nacional Electoral”.
Pero además de muchas otras cosas, también recuerda que el art. 28 de la misma ley, dice al respecto, “Constituye fraude a los electores y electoras, apartarse del cumplimiento de lo ofrecido en el programa electoral”.
En ese mismo artículo, su autor protesta, creo esta es la palabra adecuada, porque quienes llama “los bolivarianos”, calificativo como muy difuso, en “una Asamblea Nacional y una Constituyente cien por ciento socialistas, no culminaron la apropiación social integral de los medios de producción ni destruyeron el capitalismo”.
Y luego agrega “Por el contrario, dejaron escapar aberraciones inexplicables: una sentencia del TSJ que declaraba que Venezuela se acogía al principio de “soberanía relativa”; una Ley Orgánica de la Hacienda Pública Estadal que permitía privatizar ríos, lagos y lagunas (que afortunadamente Hugo Chávez Frías vetó), una Ley de Promoción y Protección de Inversiones Extranjeras que permite que tribunales foráneos anulen las sentencias del TSJ.”
No hay duda que Britto estaría manifestándose abiertamente en contra de una dirigencia – hablamos de gobierno y parlamentarios- que pareciera prestarle la atención que merece y hasta lo exhibe comúnmente como solidario con ella.
Lo de la “AN” pudiera referirse al pasado, antes que la oposición pasase a dominar ese organismo, pero cuando hace alusión a la ANC “cien por ciento socialista” la que acusa de no haber destruido “el capitalismo” y dejado “escapar aberraciones inexplicables”, sobre las cuales hace precisiones, se refiere a esta que preside Diosdado Cabello.
En verdad, con el debido respeto que merece Luis Britto y advirtiendo que pudiéramos ser demasiado imprudentes por resaltar algo que él quizás quisiera dejar tal como lo puso y poner en duda eso de “cien por ciento socialista”, también dudo que estuviesen, más que en disposición, en capacidad de lograr esa meta.
¿Qué significa o comporta destruir el capitalismo?
Veamos como Brito plantea el asunto este. Dice que “no culminaron la apropiación social integral de los medios de producción”. Esto pareciera significar no haber llevado a cabo un plan completo de expropiaciones pero para ponerlas en “función social integral”. Lo que en verdad aconteció es que unas pocas empresas, generalmente tecnológicamente obsoletas, en ruinas, hasta paralizadas y endeudadas, fueron expropiadas y estatizadas en procesos dudosos, de los cuales en muchos casos se dijo que, más que el interés social, privó el de los propietarios. Tanto que la mayoría de ellas fueron cerradas. Sin olvidar que aquellas propiedad del Estado desde tiempos ancestrales están en la misma ruindad. Pero como Britto pareciera reclamar que no “destruyeron el capitalismo”, lo que implica no quedarse en el caos, sería interesante que dado su enorme talento, cultura y audiencia entre el gobierno y grandes sectores en eso interesados, explicase cómo hubiese sido posible ese proceso. Pues estamos hablando, al parecer, de un asunto que tiene inquieta a mucha gente hasta muy pensante en el mundo. ¡Hacer el socialismo!
Pues “destruir el capitalismo”, como dice Britto, después de las “apropiaciones sociales integrales de los medios de producción”, no sería como quien hasta arranca o derriba las bases de un edificio y deja el terreno al descampado. Sería más bien un sustituirle inmediatamente por otro modelo, que siendo quienes todo eso deberían hacer “cien por ciento socialistas”, no habría que esperar nada distinto a sus deseos y propósitos”. ¿De cuál socialismo estamos hablando?
¿Eso tiene fundamento real?
Me gustaría que Britto lo explicase, dado que por su peso intelectual, me ha llenado de mayores dudas. Si el autor fuese otro, habiéndolo leído, no le hubiese prestado atención, cansado ya de la misma cantaleta.
Pero vayamos ahora al otro asunto. El relativo a la obligación legal de los representantes y partidos de cumplir con lo que está establecido en los programas y normas estatutarias con los cuales se comprometen y le ofrecen a la militancia y electores.
¿Cómo abordar este asunto? El mismo Britto denuncia como los “socialistas” de la AN y más tarde de la ANC en “funciones”, actuaron según su percepción, en cosas importantes, en contrario de los programas, suponemos que entre estos, “EL Plan de Patria”. Si les aplicásemos la ley, entonces todos ellos deberían haber sido destituidos y suplidos por otros dispuestos y con derecho a hacer cumplir esas metas. Por lo menos eso se desprende del planteamiento de Britto.
¿Es eso lo que Britto propone? ¿Lo mismo que una multitud que se siente frustrada y hasta muchos que, por eso reclamar, más bien fueron puestos fuera de los partidos? Es decir, quienes no cumplieron y no cumplen con los programas, sólo con justificarse en las sanciones y en Trump, son dignos de perdón y hasta dispensados para expulsar y marginar a quienes se manifiesten inconformes. ¿Qué piensa, responde o recomendaría Britto ante eso?
Los diputados, como los gobernantes, actúan, por lo menos, con la anuencia de sus partidos, entonces la dirigencia de estos es responsable, ante sus militantes y los votantes todos, por la conducta de aquellos. Tómese en cuenta que a la militancia, que es la multitud, nada de eso le consultan
Considere el lector, que el propio Britto ha manifestado su inconformidad, pero por no haber puesto nombre, apellido ni enfatizado, pese su prestigio y valor intelectual, quizás eso pase desapercibido y hasta le brinden la oportunidad de emparejar la carga. ¿Es mejor no alborotar ese avispero?
Pero además de lo anterior, ¿no se le debe exigir a los partidos el cumplimiento de los principios establecidos en sus estatutos? ¿Es aceptable y absolutamente válido que opciones como la cooptación, previstas para circunstancias muy particulares, específicas y usuales en poca proporción se convierta en el medio único de escoger candidatos? ¿Es democráticamente válido que una instancia de partido, sin fundamento legal, le otorgue a un individuo o unos individuos el derecho a escoger los dirigentes en todas las instancias?
¿Las direcciones y dirigentes de partidos que así proceden no estarían sujetas a se les aplique esa relación de artículos citados por Luis Britto en su artículo que hemos comentado?
¿Cuándo los gobernantes y diputados dejan de cumplir lo establecido en los programas, con la complicidad de la dirigencia de los partidos, al margen que en muchos casos sean los mismos, lo que no es nada recomendable, por aquello que no se debe ser juez y parte, no le cabe a estos últimos la correspondiente sanción?
¿Qué diría el propio Luis Britto a estas interrogantes? Por su puesto, ya se atrevió a bastante y se conformaría con que nosotros hagamos lo que nos corresponde. Quizás diga, como le oí decir a otro brillante intelectual como él en una circunstancia parecida, “ya yo puse mi huevito”.