“I’ve been around for a long, long year
Stole many a man’s soul to waste.”
The Rolling Stones
La idea o el desangramiento
No entiendo al país, pienso que la Venezuela que hoy somos es vigorosamente distinta a la que dejé cuando me vi obligado a partir al destierro. No conozco a mi gente. No sé qué siente, no puedo imaginar ni conceptualmente el apocalíptico caos que está padeciendo. Los que vivimos en el exilio tenemos una idea abstracta del horror nacional, pero muy distinta es la idea al desangramiento. Los venezolanos en general estamos desgarrados, heridos de gravedad, pero los que aún viven en Venezuela padecen además sed, hambre, enfermedad, no tienen luz ni gasolina ni seguridad. Lo peor: saben que su situación empeora cada día, viven sin esperanza.
El virus chino y la peste chavista nos han descompuesto.
¿Dónde está la civilización?
He incursionado clandestinamente en Venezuela, pero la perturbación y el nervio por no ser capturado por la narcotiranía sumados a la fugacidad de cada visita me han impedido colocar el oído con calma sobre la faz de mi tierra venezolana para auscultar el pulso del corazón social. Para entender una nación se necesita tiempo, conversación diaria y larga, aliento y desaliento, la intuición que da la observación, caminar, notar los gestos, escuchar, ver rostros, atender necesidades y anhelos, visitar museos, pasear pueblos y ciudades, andar campos, embriagarse en una cantina urbana. Desde una ventana al mar la distancia social es aún mayor: ¿dónde está la civilización?
Lo único que acerca a la realidad es la angustia.
Twitter o la neurosis colectiva
Los gritos e insultos en twitter –no miento– me sofocan, pierdo el aire. Cada día me acerco menos a esa gallera global para auscultar el pulso del mundo, es inútil, desconfío de él, de verdad, asfixia. Lo uso poco, estimo que informa sobre realidades, pero no las interpreta, además, los gritos, la polarización, la tragicomedia, la indolencia, la urgencia por hacerse sentir, por alcanzar un “me gusta” o un comentario, es absolutamente delirante, los habitantes del establo global que es twitter viven en neurosis colectiva. Su realidad es virtual, imaginan que el mundo es un estadio de dimes y diretes permanente. Sufren si no hay “popularidad”, limosnean “likes”. El reconocimiento los aturde, los trastorna: su ansiedad es un like o un retweet.
No jodan, apaguen el aparato, vean el mundo.
El mal aliento del corazón
Pienso que los venezolanos –y la humanidad en general– tenemos suficientes problemas reales como para agregarle a estos problemas imaginarios. En Venezuela sólo un 7% de la población accede a twitter y mucho de ese porcentaje está influenciado por laboratorios, trolles (personas con identidades ficticias) y un universo de manipulación e histeria que no contribuyen en nada a la verdad. Pensar que lo que pasa o se dice en twitter es la realidad de una nación es tan descabellado como aberrante. Es como si un médico intentase reconocer el ritmo cardiaco de una persona oliéndole el aliento, midiendo el nivel de estridencia de sus gritos o escuchando las egocentricidades de los pseudo filósofos de meadero virtual. Insisto: no tiene sentido.
La realidad está en el 90% que no sigue ni atiende twitter. ¿Qué dice?
Un hombre de hace 2 mil años
La rebelión popular nacional, tan necesaria y urgida para liberar a Venezuela de la peste chavista –el peor y más ruinoso mal que hayamos conocido en la historia–, no se gestará jamás en twitter. Es una mentecatez abrumadora, una brutalidad enciclopédica, pensar que lograremos impulsar, movilizar u organizar una insurrección popular por esa red social. Los opinadores –¿Influencers?– que vegetan en ese corral global piensan que sus gritos “retuiteados”, “gustados” o comentados son el principio y el fin del mundo, pero la realidad es otra, no significan un carajo, son a veces –sólo a veces– masturbaciones verbales frente al espejo de la esterilidad cultural. No transforman realidades humanas ni sociedades, sólo histerizan.
Un hombre cambió el destino de la humanidad hace dos mil años, la civilización es antes y después de él. Lo hizo visitando y organizando cada poblado, trasmitiendo una “buena nueva” que desafiaba la tiranía de su tiempo. ¿Seguimos su ejemplo o el de los “Influencers”?
Vienen los tiempos más espinosos y cruciales de la historia contemporánea de Venezuela, si honestamente queremos salir de la letal pesadilla chavista habrá que escuchar más el latido del corazón nacional en sus caseríos y pueblos que la neurastenia twitteriana. Pese al virus chino, habrá que idear modos de comunicación, organización y activación popular porque serán la vida o la muerte del futuro del país. La política tendrá que desatender la histeria de las redes sociales y atender la rabia o la esperanza popular que se encuentra en las calles, barrios, poblados y ciudades de Venezuela. La verdadera nación que somos está sufriendo lo indecible en territorio venezolano, no escribiendo lecciones de tweets desde Colombia, Estados Unidos o España (me incluyo).
Por más que podamos apoyar desde el destierro la causa de la libertad, el verdadero desenlace final de la lucha se desarrollará en Venezuela y no la librarán los twitterianos, sino los venezolanos organizados y movilizados.
¿Triunfarán?