Los días que corren han sido programados por el Ministerio del Poder Popular para la Educación, como cierre del año lectivo 2019-2020, aun cuando la actividad para los alumnos terminó el 30 de junio. Como se trata definitivamente de un año escolar atípico, es necesario hacer algún análisis o reflexiones acerca de lo que ocurrió, sobre manera de las enseñanzas que de él quedan. En primer lugar, hay que poner en claro que los meses finales transcurrieron en medio de una pandemia sobrevenida, por tanto imprevista, que obligó a asumir modalidades educativas desconocidas o por lo menos, poco utilizadas tanto por la escuela como por los discentes y los maestros, lo cual ya de por sí constituye una circunstancia espinosa. Si a esta se suman las deficiencias en algunos ámbitos, equipos y materiales, la cosa se complica, pero no se trata de quedarnos en señalamientos harto reiterados. Lo relevante de la experiencia es atisbar los logros y cómo se llegó a ellos a partir de tanteos que a veces resultaban y en otras no, obligando en ocasiones a volver a empezar.
En primer lugar, debe resaltarse el entusiasmo que se imprimió desde el primer momento. Maestros, alumnos, directores, familias, organizaciones comunales y ciertamente el ministerio del ramo, asumieron, sin exagerar, con verdadera devoción este gran reto, a sabiendas de que no sería fácil, contando sólo con pocas herramientas las cuales no resultaban tan apropiadas, incluso no pertinentes. La propuesta de “En cada familia una escuela” como plan para solventar la emergencia fue rápidamente aceptada y en su cumplimiento no obstaron la carencia o limitaciones de internet, las averías de las canaimitas, las fallas del sistema eléctrico, la ausencia de cobertura de la telefonía y demás dificultades de comunicación. Hay que decirlo con orgullo, fueron superadas por acciones tan hermosas como las visitas de los maestros a la casa de sus alumnos, con todo lo que eso significa para la motivación y compromiso de los niños y la familia entera. Hasta los caños del Orinoco vieron con dulzura a maestras y maestros desplazándose en las curiaras para encontrarse con sus muchachos de las comunidades indígenas. El plan “En cada familia una escuela” se desbordó con la incorporación de la comunidad, la vecindad, los líderes del sector, cooperando para que los niños realizaran sus asignaciones, conformando así una trilogía integrada por la escuela, la familia y la comunidad, anhelada tiempo ha.
Al producirse esta magnífica integración, los trabajos encomendados por los docentes transponen la limitación del aula y la escuela, para enriquecerse con los integrantes de la familia que se suman a la labor y también, elementos de la comunidad sumados a la faena de enseñar y aprender, experimentando cómo ayudando a aprender se aprende, cómo nadie enseña cuando se aprende junto al alumno y juntos se confrontan con la ignorancia, procesos estos de enseñanza y aprendizaje procedentes y válidos, radicalmente distintos a la rutina del aula. Para el discente es una novedad encontrarse con múltiples vías y formas para abordar y alcanzar aprendizajes, lo cual no ocurre en la escuela donde priva la presencia del educador y el texto escolar. En estas experiencias surgieron múltiples fuentes de saber, algunas pudieron ser contradictorias, pero la diversidad mostró cómo no hay una única verdad o una única respuesta ante una interrogante, lo cual va generando la inmunidad frente a la imposición del pensamiento único. Además, ante las dificultades del internet algunos que confunden educación online con educación a distancia, vieron el experimento fracasado y así lo difundieron por distintos medios, sin atinar que la red siendo muy importante no es la única posibilidad de comunicación. Entonces surgieron la televisión, la radio, el teléfono, la moto, la bicicleta, la curiara, el caballo y la visita del maestro a la casa, como múltiples vehículos de la comunicación y el saber. La colaboración de los medios comerciales fue nula, entonces los medios públicos y los educadores se arriesgaron a probar experiencias desconocidas, solo manejadas por especialistas, logrando maravillas con las mayores limitaciones técnicas y logísticas, las cuales demostraron palmariamente que el misterio de los medios llega hasta donde aparece el atrevimiento de los que desean realizar labores de la mayor justedad, como la educación de los niños y jóvenes de la patria.
Como quiera que el Presidente Maduro anunció que el año lectivo 2020-2021 se iniciará en la modalidad a distancia, es el momento de revisar a fondo todo lo logrado y afinar las extraordinarias vías y estrategias puestas en marcha. Lamentable que el sector privado en su permanente “rebeldía” no participara, salvo escasas excepciones, contentándose con recurrir a la fatigante tarea de siempre. Quién lo dijera, la pandemia parece haber logrado el inicio de la transformación de nuestro sistema educativo. Así se aparece la paradoja en este mundo incierto.