Somos el país más pobre y el segundo más desigual en Latinoamérica. 96% de la población está en pobreza por ingresos y 68% en pobreza por consumo. En una conclusión del más reciente Encovi cuya publicación hemos conocido.
La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida es una radiografía social a escala de todo el país que lleva haciéndose varios años, con encomiable dedicación, rigor científico y patriotismo. Se trata de un estudio social a profundidad que iniciaron como proyecto común tres centros de estudio superiores capitalinos, la Universidad Central de Venezuela, la Universidad Simón Bolívar y la Universidad Católica Andrés Bello. Lo coordina la doctora Anitza Freitez, directora del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Ucab.
Sus datos no necesitan adjetivación. La población venezolana ha bajado. La causa principal es la millonaria emigración, 1,6 millones de hogares tienen migrantes. Hay una pérdida de más de tres años en la esperanza de vida, mientras envejecen las jefaturas de hogar.
Hay 1,7 millones menos de niños en edad escolar y 4 millones de niños tienen problemas para ir a la escuela. En la población más pobre, casi la mitad muestra rezago escolar de al menos un año. Más de 600.000 niños menores de 5 años en desnutrición crónica. A esa edad, tenemos la peor relación peso/edad/talla de Suramérica.
De cada cuatro hogares venezolanos, uno padece inseguridad alimentaria. Seis de cada diez personas no alcanzan a consumir el mínimo requerido de 2000 calorías al día. Ningún estrato consume el mínimo requerido de 51 gramos diarios de proteínas. El promedio nacional está en diez y ocho gramos cada día.
Son síntomas de una crisis profunda a cuyas consecuencias no escapa nadie en el país. Una crisis demasiado larga que no hace sino agravarse. La economía en escombros, con apenas heroicos sobrevivientes y la capacidad social de recuperación reducida hasta niveles desconocidos para nosotros. Ese país nada tiene que ver con el que conocieron las generaciones de venezolanos que viven, tampoco es el que con su potencial para la esperanza atrajo a millones de inmigrantes de Europa, América Latina, el Caribe y Asia.
Súmese el deterioro de la institucionalidad y el nivel al que ha caído nuestra siempre débil propensión a la legalidad ¿cómo no sentir el aldabonazo en la conciencia?