Dedicado a las Escuela de Economía de la UCV
Antes que nada, debo pedir excusas al lector por las numerosas referencias personales que haré en este trabajo, centrado en incidencias académicas en las cuales tuve participación.
Podría haber titulado este trabajo con algo así como “memoria de las batallas perdidas” pero, en verdad, mi propósito es contemporáneo: tratar de incentivar la voluntad colectiva de alcanzar conocimientos profundos de la realidad nacional, tales que nos conduzcan a convertirnos en auténticos ciudadanos conscientes, garantes y responsables de la Nación y de su futuro.
Desde luego, dadas las condiciones que vive el país, nuevamente viene a mi mente la imagen trágica de los músicos del Titanic, en este caso, lamentando tragedias pasadas y soñando con el futuro en medio del naufragio.
Una de las condiciones que han dado pie al florecimiento de toda clase de improvisados “expertos” en materia de economía y política petrolera, algunos de los cuales tratan diariamente de vendernos sus particulares recetas mágicas para la solución de las catastróficas circunstancias del país y de su industria, lo constituye el conjunto de reformas que, al calor del Consenso de Washington, la globalización y “el fin de la historia” después de la caída del Muro de Berlín, determinaron, a finales de los años 80 del siglo pasado, entre otras “modernizaciones”, la eliminación de materias tales como Historia Económica, Geografía Económica de Venezuela, Economía Agrícola, Economía Industrial, Economía Política Fiscal y Monetaria y, desde luego, Economía y Política Petrolera y Minera, de los programas de las Escuelas de Economía y otras ciencias sociales de las universidades del país.
En efecto, en 1989 se impulsó en varias universidades estatales y privadas un cambio de pensum modernizador, el cual se centraba, en el caso de las escuelas de economía, en la profundización de las materias modelísticas, micro y macroeconómicas teóricas, cuentas nacionales, estadísticas y matemáticas, de tal suerte que los economistas venezolanos estuvieran al nivel de su colegas internacionales, formados bajo el mismo patrón.
Las ideas claves eran las que sostenían que el subdesarrollo era una condición mental y la dependencia una construcción ideológica, inconsistentes con el mundo globalizado y unipolar en el que debíamos insertarnos, un mundo en el cual las ruralidades y diferencias nacionales sería irrelevantes.
Así, nos encontramos que de un pensum fincado en la aprehensión de los rasgos estructurales de la realidad circundante pero con una insuficiente dedicación al estudio de los fundamentos teóricos del análisis, pasaremos, en una típica reacción pendular, a otro en el cual, si bien se abre cauce a la cabal formación teórica básica, se desdibuja y minimiza la importancia de las características específicas de nuestra realidad nacional, latinoamericana y tercermundista, desapareciendo en la práctica como problema teórico.[1]
Siendo loable el interés en el crecimiento de la capacidad analítica del economista venezolano, la forma como esa actualización se puso en práctica separó a estos profesionales de conocimientos generales y específicos, fundamentales para el ejercicio de su especialidad en la realidad circundante, la economía real donde les correspondería actuar.
Y hablo de conocimiento básico, porque a mi manera de ver no se trataba, como se quiso justificar entonces, de que los contenidos suprimidos del pensum serían materia de postgrados superespecializados, vale decir instancias académicas creadoras de futuros expertos en economías aplicadas, verbigracia, agrícolas, industriales, petroleros, etc.
Dada la reconocida preeminencia de la industria del petróleo en Venezuela, en el caso de la materia en cuestión, ello equivalía a una emasculación auto infligida de la capacidad de evaluar, desde el nivel de formación básica, la principal de las peculiaridades de la economía venezolana, una inexplicable voluntad de abstraerse de la avasalladora realidad circundante.
Contra ese desaguisado se levantaron voces de ilustres economistas, tales como Domingo Felipe Maza Zavala, Armando Córdova, Héctor Malavé Mata, Gastón Parra Luzardo, Francisco Mieres, Irene Rodríguez Gallad, Bernardo Ferrán, Orlando Araujo y otros, así como de los profesores de esa materia en el momento, entre los cuales me encontraba y a quienes se nos acusó de “defensores del conuco” que nos daba nuestros sueldos.
A propósito de ello, transcribo los últimos y amargos párrafos de la citada comunicación de 1989:
Nuestros proyectistas sostienen que si los miembros de la mencionada cátedra quieren “defender” la pertinencia y necesidad de esa materia dentro de los estudios de economía en Venezuela, “deben demostrar” ante quienes tienen, al parecer, el poder de incluir o excluir materias, las razones por las cuales consideramos que la economía petrolera tiene rango y especificidad suficientes para ser tomada en cuenta como una materia separada y no como un tema dentro de la proyectada asignatura Problemas Económicos de Venezuela.
Debo decir, en primer lugar, que el problema en discusión es de una entidad teórica tal, que no puede limitarse a la defensa de una parcela de intereses académicos y, en ningún, caso depender de que una cátedra asista o no a las reuniones, defienda o no su “comedero”; ello equivale a reducir el debate a una infinita subalternidad y remitirlo a los envilecidos canales “democráticos”: aprobado por mayoría, como cualquier colegio electoral, con todo y votos cuadrados.
En segundo lugar, fuera de hacer mención al carácter petrolero de nuestra sociedad en su conjunto, condición que algunos quieren olvidar y otros tapar con un solo dedo, me niego definitivamente a hacer tal demostración, simplemente porque considero que nada vale la más elocuente de las exposiciones ante quienes tienen tal capacidad para cerrar ojos y oídos ante la aplastante realidad cotidiana.[2]
En lo personal, dado el cambio de pensum, me correspondió dictar, durante 10 años, un tercio semestral de Economía y Política Petrolera en una materia pasticho en la cual los estrategas del nuevo pensum habían concentrado contenidos de economía agrícola, industrial y petrolera. Durante dieciocho semestres me mantuve en esa limitada actividad, hasta el año 2000, cuando hube de retirarme por mi designación en un cargo diplomático.
La motivación principal de estas líneas parte, precisamente, de la revisión de viejos papeles sobre el tema, entre los cuales apareció una minuta de la reunión del 7 de octubre de 1999 de la Cátedra de Política Económica de la Escuela de Economía de la UCV, de la cual era miembro.
En esa reunión, a la cual, coincidencialmente, no fui convocado, tal como se asienta en el mismo documento en cuestión, se trató el tema de la asignatura Política Económica III, justamente la materia pasticho en la que ya tenía diez años compartiendo con profesores de Economía Agrícola y Economía Industrial.
Y precisamente, la jubilación de los profesores de esas asignaturas planteaba el gravísimo problema discutido por esa Cátedra: “La asignatura quedó reducida exclusivamente a la temática petrolera”.
Estudiadas todas las alternativas, el acuerdo de consenso de ese cónclave, en mi ausencia “coincidencial” y conveniente, fue: “solicitar al Consejo de Escuela abrir el proceso para eliminar las asignatura Política Económica III”.
Tres años antes, y siete después de la modificación del pensum pude constatar la eficiencia del nuevo Plan de Estudios en la formación de un economista a tono con los tiempos, así lo relaté:
El pasado viernes 3 de mayo me tocó conocer la nueva Escuela de Economía de la UCV.
En un foro sobre la privatización de Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA) donde todo iba por un solo camino:
¿Cuáles serán los mejores instrumentos financieros para poner en práctica esa privatización?
¿Cotizar en la Bolsa de Caracas o en Wall Street?
¿Repartir acciones a cada venezolano o crear fondos de inversión?
¿Privatizar de una sola vez o por etapas?
La convocatoria al foro ya lo anunciaba todo: dos profesores del Instituto de Estudios Superiores en Administración (IESA), un director de PDVSA y apenas un profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
La nota ambiental la dieron los dirigentes del otrora combativo Centro de Estudiantes de Economía, disfrazados de yuppies e instalados en el presidium con actitudes pensativas y un mutismo autista.
El centro ideológico fue definido por el profesor del IESA, Hugo Farías: “Hay que privatizar porque el Estado venezolano no es el Estado inglés”, razón muy parecida a aquella que justificaba la inexistencia en Venezuela de instituciones democráticas serias porque no somos suizos.
De repente apareció un dinosaurio, profesor de una materia desaparecida hace siete años, Economía y Política Petrolera y Minera: “¿Ustedes saben qué es lo que quieren privatizar?”, preguntó José Rafael Zanoni.
Y ello estimuló a que otro dinosaurio de la misma asignatura, el suscrito, se presentase, dijera su nombre y recordara que alguna vez, en esta escuela existió una materia que trataba sobre estos temas.
Confieso que sentí una profunda vergüenza por mi escuela y mi facultad.
“La Nueva Escuela de Economía de la UCV”.
Carta abierta a la comunidad de la Escuela de Economía distribuida personalmente el 7 de mayo de 1996. [3]
En busca de la raíz de esta novelera fobia hacia el estudio de temas petroleros, voy a referir incidencias coetáneas que nos darán algunas pistas de motivaciones y causas eficientes:
Aquellos eran los tiempos en los cuales PDVSA había otorgado “soberanamente” tres campos petroleros a LUZ, UDO y UCV para ayudar a la formación de sus técnicos petroleros y, de paso, financiar a esas universidades, perennes pedigüeñas de mayores presupuestos.
Ese apoyo, sin embargo tenía condiciones no escritas pero muy precisas y entendidas por algunos destinatarios…
Al respecto, en esos tiempos escribí un artículo, recogido también en mi citado Nacionalismo Petrolero…”
Todo parece indicar que, con su oferta de tres campos petroleros a tres universidades, entre ellas la UCV, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA) ha hecho una jugada maestra. Una oferta al estilo de El Padrino, de esas que no pueden rechazarse, ha puesto la carne de gallina y vencido algo más que los escrúpulos de ciertos sectores universitarios, que desde entonces han comenzado a recoger sus discursos radicales y a rezar todas las noches el “yo pecador me acuso ante dios-Giusti”, por haber tolerado –venialmente, porque fue sin identificarse mucho– las irracionales críticas a la política petrolera oficial que hacían algunos profesores extremistas como el suscrito. Además –perdónalos Dios– había el atenuante de que se consideraba a esas críticas como folclóricas e inofensivas.
Esa oferta de la cúpula gerencial de PDVSA ha sido percibida y acogida como lo que es: un soborno para que las autoridades universitarias “sensibles” acallen, ellas mismas, y en nombre de los intereses trascendentes de la universidad, a los molestos críticos universitarios. Muchos, eufóricos, pero callados, se frotaban las manos… Pero no hay felicidad completa, nunca falta un aguafiestas…recordando el feo nombre de esa movida y nombrando la soga en la casa del ahorcado. [4]
En esos tiempos, siendo el suscrito Coordinador del ya mencionado Postgrado Petrolero de la UCV, recibí diversas manifestaciones en el sentido de que mi posición hipercrítica sobre la apertura petrolera estaba causando desagrado en PDVSA, privando al postgrado de su ayuda y poniendo en peligro el campo petrolero de la UCV.
De hecho, y por esas razones, uno de mis colegas de la Escuela de Economía, propuso, en mi presencia y ante el Consejo de esa Facultad, que yo fuera sustituido en ese cargo.
Este fue el contexto en el cual desaparecieron de la Escuela de Economía de la UCV los últimos vestigios de una signatura dedicada al estudio de los temas de economía y política petrolera.
Años después, un avergonzado Director de esa Escuela me llamó para participarme su embarazo, cuando miembros de una delegación profesoral europea, que visitaba la Escuela, requirieron de él que los condujera al “Departamento de Economía Petrolera”… ¿Cómo les podría decir que en su Escuela, que forma economistas para un país que se preciaba entonces de tener las mayores reservas petroleras del mundo, no existía ni siquiera tal materia?
Y precisamente, con el desinterés académico generalizado en las Facultades de Ciencias Sociales, y el agresivo ambiente externo frente a las posiciones críticas en esta materia, a partir de entonces, hasta los postgrados languidecieron, tanto en LUZ como en la UCV, hasta desaparecer en la primera y ser hoy, en la segunda, una sombra de lo que fue en sus primeras tres décadas de existencia.
Un Director, Coordinador de los Postgrados de FACES UCV, comentaba hace poco tiempo y de viva voz al respecto “¿Y para que queremos un postgrado petrolero en Ciencias Económicas si ya existe una Escuela de Petróleo en la Facultad de Ingeniería?”
El tema fue dejado en manos de voluntariosos improvisados, muchos de ellos procedentes de áreas operativas, quienes, precisamente por ello, se ufanan de su experticia en el tema, por conocer el color del petróleo y haberlo olido, ignaros en las relaciones socioeconómicas e históricas, nacionales e internacionales que se tejen alrededor del mismo, pero que se presentan deslumbrantes ante el desconocimiento generalizado, más profundo aún…
Una muestra reciente de ello nos la están dando las declaraciones del “Presidente de PDVSA Ad Hoc”, Luis A. Pacheco, a cuyos densos planteamientos me he referido en artículos anteriores y los cuales traigo a colación ahora… seguro de que muy pocos los recordarán… o, más probablemente, no los han leído.
En mi trabajo “Cambalache Petrolero: La Nueva Apertura de “PDVSA Ad Hoc” [5] me referí críticamente a la intencionada y ofensiva simplificación que hace este Ph.D. de la Rice University, sobre los últimos 100 años de la historia petrolera venezolana, reduciéndola a 8 “mitos”, donde deja claro su desprecio por otra ciencia que no sea la suya:
Haciendo tabla rasa con esa historia, presenta un listado donde mezcla peras con manzanas y lagartijas, irrespetando de paso personajes relevantes de nuestro devenir intelectual y político, al colocarlos allí sin ninguna jerarquización y al nivel de comiquitas de Marvel o Disney:
- El petróleo destruyó la economía agrícola. (Alberto R. Adriani)
- Debemos “sembrar” los ingresos del petróleo para asegurar riqueza futura (Arturo Uslar Pietri)
- Debemos ahorrar petróleo para las generaciones futuras. (Celestino Armas)
- El petróleo es el excremento del diablo. (Pérez Alfonzo)
- Debemos separarnos de la OPEP. (Sosa Pietri)
- Los negocios autónomos de PDVSA son escondidos en una caja negra.
- Es preferible que PDVSA invierta las rentas del petróleo en vez de que los políticos las desperdicien. (PDVSA y otros).
- Ahora, el petróleo es verdaderamente nuestro. (Rómulo Betancourt, Pérez Rodríguez, Chávez Frías y otros). [6]
Este tipo de simplismo ofensivo sólo pudo obtener estado público en una ambiente como el nuestro actualmente, donde se ha promovido conscientemente las más absoluta ignorancia de nuestra historia en esta materia.
Ignorancia aprovechada impunemente y con descaro, al punto de organizar un foro en conmemoración del centenario de la Primera Ley de Hidrocarburos, cuyos ponentes, junto al ya citado Pacheco, son precisamente los líderes del movimiento para liquidar toda nuestra jurisprudencia petrolera, tal como referí en “Aquelarre Petrolero de PDVSA Ad-Hoc” [7]
Nuestras Facultades de Ciencias Económicas y Sociales nacionales y nuestras Academias respectivas tienen una gran responsabilidad, por sus omisiones en la lucha contra las sombras, de que la ignorancia en la materia petrolera haya sido, y sea hoy, caldo de cultivo para que prosperen proyectos antinacionales.
Pero sus integrantes también tenemos la responsabilidad de remendar, de impedir que eso siga sucediendo, antes de que el país sea entregado indefenso a la más inicua piratería.
[1] Mendoza P., “En torno al proceso de discusión del nuevo plan de estudios de la Escuela de Economía de la UCV”. Escrito presentado ante la Comisión de Revisión del Plan de Estudios de la Escuela de Economía de la UCV en 1989. Inserto en Nacionalismo Petrolero Venezolano en Cuatro décadas, págs.. 143-144. BCV, Colección Venezuela y su petróleo, Caracas 2014. https://www.academia.edu/41805065/Nacionalismo_petrolero_en_4_d%C3%A9cadas
[2] Mendoza P., Loc. Cit.
[3] Loc. Cit., “La Permanente protesta Contra la eliminación de la Materia Economía y Política Petrolera”. Nacionalismo Petroleros… págs.. 309-312.
[4]Loc. Cit. ¡Se salvó la Patria, vuelven los petrodólares!… Y FACES-UCV no puede quedarse atrás…! (22 de noviembre de 1996) pags. 318-320.
[5] https://petroleovenezolano.blogspot.com/2020/03/cambalache-petrolero-la-nueva-apertura.html#.Xxube9JKjMw
https://www.aporrea.org/energia/a287932.html
[6] Pacheco, Luis A., Ph. D. “Venezuela’s Oil Mythologie Have Hindered Its Development”. https://www.bakerinstitute.org/media/files/files/4b5e8371/bi-brief-020518-ces-oilmyths.pdf
[7] https://petroleovenezolano.blogspot.com/2020/07/aquelarre-privatizador.html#.XxucENJKjMw
https://www.aporrea.org/energia/a292428.html