Una nueva elección popular de la Asamblea Nacional, establecida en la Constitución Nacional de 1999, se realizará el 6 de diciembre de este año. Esta elección puede transformarse en un acto de gran significación política. Nicolás Maduro intentará, por todos los medios, lograr la legitimidad que no tiene. La oposición democrática puede tener la oportunidad de repetir la victoria del año 2015. Ante esa realidad, el régimen madurista, ha establecido una estrategia tendente a dividir la oposición democrática entre abstencionistas y seguros votantes. Para la consecución de ese objetivo ha empezado a aplicar un conjunto de tácticas destinada a generar dificultades en su organización para que, sin dejar de convocarlas, carezcan de las condiciones necesarias para incentivar a los venezolanos a votar masivamente. Entre esas tácticas están las siguientes: La arbitraria elección por el Tribunal Supremo de Justicia del nuevo Consejo Nacional Electoral, la inaceptable designación, a dedo, de las directivas de los partidos políticos de oposición y la injustificada reforma del sistema electoral mediante el incremento del número de diputados a elegir, con la excusa de aumentar la representación proporcional de las minorías.
Analicemos cada una de estas acciones para poder determinar su impacto en el desarrollo de las próximas elecciones de la Asamblea Nacional. El Tribunal Supremo de Justicia, contraviniendo lo pautado en el ordenamiento legal, designó a cinco nuevos rectores del CNE: tres simpatizantes del gobierno y dos representantes del sector opositor partidario de la participación. Claramente, los tres votos proclives al madurismo les facilitarán imponer condiciones favorables al PSUV. Sin embargo, dado el amplio rechazo popular es posible derrotarlo electoralmente. Además, los comicios constituyen un excelente motivo para que la dirigencia opositora movilice a la sociedad y fortalezca su capacidad de lucha. La designación, a dedo, de las nuevas directivas de los partidos es, a mi criterio, el mayor abuso cometido por el Tribunal Supremo de Justicia. Esa acción carece de fundamento. Se ha debido exigir la celebración, a la brevedad posible, de elecciones internas. El objetivo es claro: crear un enfrentamiento interno en los partidos que limite su capacidad para convocar a votar a sus militantes. Sin embargo, pueden ocurrir sorpresas. Los líderes regionales pueden una capacidad de convocatoria inesperada por el madurismo.
El nuevo e impuesto Consejo Nacional Electoral decidió aumentar el número de diputados de 167 a 277, es decir, lo incrementó en un 66 %, alegando que se busca “un mayor equilibrio entre el voto lista, 52 %, y el voto nominal, 48%”; se amplió la participación de las organizaciones políticas, mediante la habilitación de 28 organizaciones nacionales, 52 partidos regionales y 6 representantes de pueblos y comunidades indígenas y se ratificaron las mismas 87 circunscripciones electorales de las pasadas elecciones. Pienso que estos cambios podrían ser la respuesta a aspiraciones de los partidos que participarán en las elecciones regionales, ya que al fortalecer la proporcionalidad del voto se amplía la posibilidad que partidos pequeños logren obtener un mayor número de diputados. Ojalá que estas reformas no sean utilizadas por el madurismo como estratagema para hacerse de un número mayor de diputados que el que realmente obtengan. Sin embargo, he escuchado excelentes opiniones del Rector Incorporado Juan Carlos Delpino, respaldadas tanto por su conocimiento del sistema electoral como por la firmeza en sus principios. Espero que sea un freno a cualquier abuso. El ejemplo de su padre, Juan José Delpino, lo avala plenamente.
Voy a plantear, ahora, mi punto de vista sobre el tema. En primer término he observado con preocupación la falta de unidad en la dirigencia opositora, lo cual debilita su capacidad de lucha para enfrentar las permanentes tropelías que siempre comete el madurismo. Es verdad, que hemos oído y leído importantes manifestaciones en ese sentido, pero todas ellas de carácter individual o de pequeños grupos, cada uno por su cuenta. Este es un factor que influye profundamente en la desmotivación y desorientación de la sociedad. La pandemia no puede ser excusa para no conformar un amplísimo bloque unitario opositor como lo desea la inmensa mayoría de los venezolanos. Creo que, mientras eso no exista, será imposible incentivar al sector opositor para asumir una posición militante en contra de estos abusos. En segundo término, siempre he mantenido que la abstención es una forma de acción que limita las posibilidades de triunfo de la oposición y no permite deslegitimar el resultado en caso que el madurismo llegara a obtener, mediante abusos y triquiñuelas, el triunfo. De todas maneras, lo importante no es participar o abstenerse. Lo trascendente es tomar una sola decisión que preserve la unidad de la oposición, en medio de una vigorosa protesta en contra de los abusos del totalitarismo madurista.
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