El pasado jueves 23 de julio de 2020 se publicó un documento de la democracia cristiana venezolana, a través de su Consejo Superior, llamando a la sociedad venezolana a la unidad sincera, al rechazo del fraude electoral en marcha para designar una nueva Asamblea Nacional, a la lucha para lograr un cambio político, social, económico y moral para la impulsar la Reconstrucción Nacional.
Un destacado elenco de venezolanos, intelectuales, políticos, académicos y servidores públicos de dilatada y meritoria trayectoria, forjados al crisol del pensamiento humanista cristiano firman el mismo.
La convocatoria a la unidad constituye un elemento medular del documento, dejándolo expresado en las siguientes líneas:
“El renacer de Venezuela exige de todos la unidad. En primer lugar, de nuestra variada y dispersa familia demócrata cristiana. No se puede mirar hacia el futuro atisbando con miopía las heridas del pasado. Pero más allá de la unidad de nuestra familia de pensamiento, está ahora la unidad más amplia de la Patria.
La exigencia de la unidad se resume en dos cosas: reconocimiento de la naturaleza totalitaria, y corrupta de la cúpula que ha secuestrado al Estado, y el compromiso de luchar claramente sin estrategias y tácticas que supongan la convivencia cómplice con ella.”
El mensaje es categórico respecto de la convocatoria del proceso electoral de la Asamblea Nacional, y a la ruta a seguir para lograr el cambio político:
“Hacemos causa común con la gran mayoría de compatriotas que rechazan indignados la farsa electoral auspiciada por la dictadura. Iniciativa esta, acompañada además por el secuestro de los partidos políticos. COPEI, AD, PJ, VP entre muchos, que han sufrido el zarpazo inconstitucional que busca, con una falsificación de las entidades partidistas, confundir al ciudadano común para llevarlo bajo engaño a una participación en un proceso fraudulento. Ningún auténtico demócrata participará en una mascarada colaboracionista. La única elección válida será la libre, garantizada y supervisada elección presidencial, que ponga fin a la usurpación existente. Garantías y supervisión avalada por la comunidad internacional. Elecciones presidenciales libres, que pongan fin a la usurpación existente.”
Un planteamiento tan contundente, claro y preciso como el anterior, se convierte en un mandato para todos los hombres y mujeres forjados al crisol de los valores del humanismo cristiano. Cualquier otro razonamiento sofistico será una forma de justificar una política de colaboración con el régimen criminal que nos ha destruido como sociedad.
Aquí ha hablado la voz madura y serena de una verdadera comunidad de hombres y mujeres curtidos por la experiencia de la vida, actuando a la luz de sus valores, y desprovistos de ambiciones subalternas. Reconstruir a Venezuela es una tarea de todas las generaciones, especialmente de los más jóvenes. Pero será necesario el concurso, la orientación y la serena conducción, en momentos y circunstancias especiales, de los mayores.
En algunos sectores políticos se ha cultivado la idea de que no se debe llamar al servicio a quienes ya han cumplido una larga hoja de servicios, y han demostrado honorabilidad y capacidad. A lo sumo que den “consejos”, que sean “asesores”, han expresado. En alguna ocasión, un novel diputado me comentó: “es la hora de nosotros, ya ustedes tuvieron su oportunidad.”
Le expresé: “siempre hace falta, junto al ímpetu de la juventud, la mano serena y firme de la experiencia y la madurez.”
Cuando una sociedad cuenta con hombres y mujeres de vida intachable, de inteligencia y carácter, de madurez y experiencia, labrada luego de años de servicio es una irresponsabilidad no aprovechar ese recurso humano.
Los líderes de una sociedad deben ser probados a lo largo de una trayectoria, que permita ir develando sus verdaderos valores y capacidades. El tiempo va decantando a muchos personajes que se presentan en la escena pública. Muchos van pasando las pruebas de la vida y del tiempo. Otros sucumben ante las dificultades, la improvisación, la inconstancia, la corrupción y la indignidad. Un liderazgo decantado es mucho más confiable y esperanzador para una sociedad.
De hecho, hay naciones importantes que recurrieron a liderazgos probados para salir adelante, luego de tragedias dolorosas que las hundieron en la muerte y la miseria. No en vano, Francia entregó su rescate, después de la guerra a Charles De Gaulle. Alemania hizo lo propio con Konrad Adenauer. Chile confío su retorno a la democracia a un probado y experimentado líder como Don Patricio Aylwin.
Si alguna importancia tiene el documento de la democracia cristiana, además de su claro menaje político, es recordar la existencia entre nosotros, de todo un elenco de personajes de estado que alzan su voz para marcar un camino.
Estoy seguro que además de esa lista de destacados ciudadanos, existen en el mundo de la política, la academia, la empresa y la sociedad en general, otros tantos personajes, capaces de aportar luces, confianza y conducción para la recuperación de Venezuela.
El mensaje de la democracia cristiana venezolana marca una ruta que bien vale la pena acompañar.