Gustavo Villamizar Durán: La escuela no puede seguir igual

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“La lectura debe ser un regalo. Un niño que lee, será un adulto que piensa”. (Frato)

Con este título se  convocó una interesante conferencia virtual del pedagogo italiano Francesco Tonucci –Frato-, la cual se realizó el miércoles último, bajo los auspicios  de  CEIP Histórica de Argentina, Centro de Investigación RÍUS de Clacso-México, el Centro Internacional de Investigaciones «Otras Voces en Educación» y la gentileza de la Editorial Laboratorio Educativo. Escuchar o leer a Tonucci es siempre una tarea agradable, porque tiene la virtud de la sencillez como  los sabios de verdad, además de una condición didáctica que le permite hacerse entender por los niños o cualquier público, por exigente que sea.

Inició explicando por qué el título de la conferencia “La escuela no puede seguir igual” es una afirmación y no una interrogante y aclaró al respecto: porque la escuela que cursan nuestros niños se parece demasiado a la que cursaron sus padres y también sus abuelos. Una razón no solo clara, sino además, lapidaria. Nuestra escuela, el modelo educativo, están totalmente desfasados del mundo de hoy, no sirven para comprender las circunstancias actuales y mucho menos responder a ellas. Es evidente que la realidad desde la que enseña la escuela, está imposibilitada de atender a las realidades desde las cuales la interrogan los discentes.

Demasiados cambios se han producido en el mundo actual mientras la escuela permanece inmóvil. Y no se trata solo de la presencia o la carencia de las nuevas tecnologías y su mal funcionamiento, sino de aceptar que la institución escolar ha dejado de poseer el monopolio del saber y  el conocimiento transita por múltiples y diversos caminos, tanto que en medio de la pandemia  ha surgido como opción relevante de las propuestas  educativas de los factores del poder mundial, la posibilidad cierta de su desaparición sustituida por procesos tecnológicos.

La escuela debe cambiar pero no hacia cualquier modelo, debe encaminarse hacia una escuela para la vida, para entender el mundo y para ello, requiere escuchar a los niños. Debe pensarse y reflexionar sobre lo que quieren los niños, sus aspiraciones,  consultarlos permanentemente. Una escuela que escucha a los discentes y no solo impone e interroga. Una escuela que no tenga un mecanismo de consulta a los alumnos debe cerrarse. La democracia no puede enseñarse explicándola, sino viviéndola.

Este, afirma Frato, es un momento en el que el cambio es más fácil, la incertidumbre obliga a pensar en nuevas realidades y no debe desperdiciarse aferrándose a lo existente antes de la pandemia.

La sociedad, este mundo de vértigo y de reproducción acelerada del conocimiento, interroga a la escuela desde novedosas nociones y formas de enseñar y aprender, distantes de la acción transmisiva adoptada por ella desde su creación. Los cambios operados en estos tiempos tocan fundamentalmente los procesos cognoscitivos, hoy día no se aprende como se creía, las nociones de niñez, adolescencia y juventud son otra cosa a partir de los cambios producidos en este planeta globalizado.

Tonucci sigue confiando en los educadores de verdad, dispuestos a jugársela con sus muchachos  y afirma: “la escuela la cambian los maestros, no los decretos”. Es desde la práctica pedagógica del día a día donde pueden gestarse las transformaciones necesarias, mediante el liderazgo contando con lo que denomina “La resistencia pedagógica”.

 

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