Es obvio que la propagación del COVID-19 pudo evitarse, si el régimen comunista chino hubiese tomado las previsiones adecuadas. Nadie duda hoy de la negligencia de los asiáticos, dado que un calificado equipo de científicos que se desempeñaba en el laboratorio donde se ubicó el hallazgo del virus, alertó sobre la presencia de ese nuevo coronavirus. Curiosamente los jerarcas comunistas de más alto rango, hicieron caso omiso de las advertencias científicas. Incluso, algunos medios de comunicación internacionales, han recogido informaciones según las cuales miembros del grupo de expertos que descubrió el virus han desaparecido y otros debieron huir debido a la persecución que han iniciado en la búsqueda de callar algunas verdades. Al respecto abundan comentarios, conjeturas y pruebas contundentes.
Un segundo episodio que llama la atención y coloca al comunismo chino en estado de indefensión, es lo tardíamente que intervino la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se deduce entonces que hubo premeditación por parte de este organismo, o del propio régimen, al callar la peligrosidad del virus. Se supone que si la OMS hubiese actuado oportunamente, quizás los efectos del COVID-19 y su expansión estarían reducidos a su mínima expresión. Lo que sí ya es una verdad incontrastable, una siniestra realidad, es que el planeta está totalmente infectado, que son más de 19 millones de contagiados y el número de muertos ronda los 800 mil. Si todo cuanto han procesado los medios de comunicación es cierto, entonces el mundo libre y democrático tendrá que cobrarle sus muertos al régimen comunista chino. Del mismo modo éste tendría que responder por los daños que ha sufrido la economía mundial.
Por simple deducción se puede hablar de un tercer episodio que está en marcha y que hace pensar más en la evidente culpabilidad del régimen chino. Se trata de la conducta de las tiranías satélites de aquél, quienes se empeñan en atribuirle a los países vecinos el contagio de los suyos. Todos los días, cuando hacen el anuncio de rigor con la relación a los nuevos casos de las últimas 24 horas, afirman y confirman que los contagiados provienen de cualquier parte, menos de China. Si esos regímenes sometidos a los designios del comunismo chino les atribuyen a otros la culpabilidad del monstruo asiático, es porque a éste le conviene que los pueblos olviden el verdadero origen de la pandemia.
El mal ejemplo que está más a la mano, es lo que ocurre con los voceros de la dictadura nazicomunista de Venezuela. Ellos cuentan uno a uno los contagiados “importados” de Colombia y Brasil; pero nunca dicen que la pandemia es un acto intencional del comunismo chino. Está claro que la pretensión es “sacarle las patas del barro” al verdadero culpable. ¡Por eso es conveniente recordar que la pandemia es CHINA!
Educador – Escritor
urdaneta.antonio@gmail.com – @UrdanetaAguirre