Rafael Simón Jiménez: ¿2.005 o 2.015?  El dilema de los venezolanos

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La prolongada tragedia vivida por los venezolanos, que ya supera las dos décadas, ha estado signada por una confrontación entre dos fuerzas irreconciliables: Por una parte un gobierno depredador, abusivo y despótico, que no oculta sus intenciones de perpetuarse en el poder a cualquier precio, y  su contraparte una oposición pendular y errática, que extrañamente a copia fiel de Sísifo, el personaje de la mitología griega, se empeña en despilfarrar sus aciertos y reincidir en sus errores, obligando a tener que empujar la piedra por la empinada cuesta una y otra vez.

Ni siquiera las desgraciadas consecuencias de sus errores, e incluso la crítica y autocrítica  frente a ellos, ha impedido la reincidencia en los mismos disparates una y otra vez, favoreciendo de esta manera la prolongación en el poder del chavismo-Madurismo. Desde El “Chávez vete ya “del año 2.000, pasando por todas las aventuras y equivocaciones  posibles donde se cuentan paros, golpes de estado, guarimbas, y el más protuberante de todos: el llamado a la abstención una y otra vez, aun a sabiendas de que ese camino ya ha sido transitado y solo ha servido para favorecer los planes de perpetuación del Chavismo.

En 2.005, luego de una seguidilla de errores que culminaron con la victoria de Chávez en el referéndum presidencial de agosto de 2.004, la oposición, entonces agrupada en la denominada coordinadora democrática, decidió abandonar el terreno electoral y abstenerse de concurrir a las elecciones parlamentarias de diciembre de ese año. El fundamento de aquella posición, era que si no participábamos de ese proceso, el mismo carecería de legitimidad y reconocimiento, y que el gobierno colapsaría, abriendo las puertas a una transición.

El resultado como era de esperarse fue totalmente el contrario, el gobierno, compitiendo en solitario, obtuvo la totalidad de los escaños parlamentarios, iniciándose en periodo de mayor avance y consolidación de su proyecto autoritario, construyéndose en esos años un tinglado político, legal e institucional que solidifico su hegemonía. La  tan esperada deslegitimación no apareció por ninguna parte y por el contrario y lejos de debilitarse o perder reconocimiento el gobierno despejo el camino para una larga permanencia en el poder.

En 2.006 y frente a la evidencia del monumental disparate cometido, los partidos de oposición, reducidos a sus vanguardias y aislados de la sociedad, iniciaron un lento y dificultoso proceso de recuperación y reconstrucción de sus espacios., y entonces casi llorando lágrimas de sangre, sus direcciones políticas hicieron profunda revisión autocritica del error cometido, con una argumentación de la cual se deducía que jamás volverían a incurrir en tamaño dislate.

La candidatura de Manuel Rosales en 2.006, el éxito obtenido en el referéndum constitucional de 2.007, la importantísima representación parlamentaria lograda en 2.010, El apretadísimo resultado electoral en las presidenciales del 2.013,, cosecharon en votos un esfuerzo de rectificación, que sostenido en el tiempo estaba destinado a lograr la memorable y más tarde desaprovechada victoria electoral de diciembre de 2.015, donde en las más adversas condiciones  comiciales y sin que el país aún estuviera inmerso en la tragedia económica, social y humanitaria que hoy nos atenaza, fuimos capaces de darle una paliza a los candidatos del oficialismo, conquistando las dos terceras partes de la Asamblea Nacional.

Esa victoria marcaba de manera fehaciente e incontrovertible, un cambio dramático en la correlación de fuerzas, con una oposición  fortalecida y mayoritaria, y un gobierno alicaído y en evidente minoria. Era el momento de avanzar con paso firme y con realismo político hacia la conquista de todos los espacios políticos e institucionales, y de marcar una ruta cierta hacia una transición democrática y negociada, que relevara al chavismo del poder y que abriera caminos hacia la reconstrucción y reconciliación de Venezuela.

Lejos de entender el inmenso compromiso que representaba, administrar la victoria electoral de diciembre de 2.015, y avanzar con responsabilidad y altura de miras hacia el cambio político, la dirigencia partidista cayo en las viejas marramuncias de la peor politiquería, desatándose entre ellos una auténtica “pelea a cuchillo “ por aspiraciones, ambiciones y protagonismos, que junto a la reacción como siempre brutal del Chavismo, permitió  que aquella extraordinaria victoria popular, fruto de rectificaciones y de perseverar  en la línea cívica, democrática y electoral, naufragara en la incompetencia de sus gestores.

Imposibilitados intelectual, política y moralmente, de reconocer sus errores, hacer balance y autocritica y enmendar disparates, la conducta de los responsables de los partidos opositores, cuya primera gestión fue acabar con la MUD y reivindicar supuestas fortalezas grupales, sin entender que más allá de los curules obtenidos en negociaciones cupulares, la victoria toda pertenecía al supliciado pueblo venezolano que urgido de un cambio había votado por ellos esperando que colocaran al país por encima de parcelas y benderias.

Fracasados estrepitosamente en todos los caminos de aventura, violencia y confrontación que han puesto en escena en los últimos tiempos, y que solo han servido para consolidar al destructor gobierno de Nicolás Maduro, el G-4 y sus similares y conexos, cada vez más achicados, levantan de nuevo el llamado a la abstención en las elecciones parlamentarias del próximo diciembre, sin que un atisbo de pudor y vergüenza, los obligue a plantearle a los venezolanos una ruta o vía alternativa. Es simplemente el “quédate en casa “o el crúzate de Brazos “, quizás porque los gestores de esa política tienen asegurado de antemano un exilio de oropeles con cargo a los cuantiosos recursos confiscados en el exterior y manejados sin ninguna diferencia con los asaltantes del oficialismo. Ya ni siquiera el mantra lastimero que proclamaba el cese de la usurpación, gobierno de transición y las elecciones libres, es capaz de ser voceado.

Los venezolanos auténticas victimas del drama humanitario profundizado por la pandemia, saben bien que en estos veinte largos años de tragedia, hemos sido protagonistas de dos momentos fundamentales en nuestra confrontación con el régimen. 2.005 cuando decidimos abstenernos de votar y de esa manera permitimos que el chavismo arrasara con las instituciones del estado y prolongar<a su hegemonía con todas sus dolorosas consecuencias. Y 2.015 cuando en las más difíciles y adversas condiciones, logramos con unidad y fortaleza infringirle una amplia y contundente derrota.

Ahora se trata de escoger de nuevo  ¿2.005 o 2.015? es decir la victoria o la resignación para que este gobierno termine de acabar con Venezuela.

 

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