En general el régimen sigue el protocolo de todos los sistemas autoritarios con acentuados rasgos dictatoriales. Entre esas características destacan: la represión a las manifestaciones públicas de la disidencia, la existencia de presos políticos, las limitaciones a la libertad de expresión, la violación permanente de los Derechos Humanos y las pragmáticas alianzas internacionales con gobiernos semejantes.
El discurso supuestamente de izquierda no constituye obstáculo por ejemplo para aliarse con Putin o con el régimen iraní, mientras se sostiene una relación privilegiada con los gobiernos de Cuba y Nicaragua.
El objetivo central es mantenerse en el poder a cualquier costo, poco importa si la retórica no sintoniza con la praxis, si ello favorece al objetivo principal. En medio del desastre ocasionado, es innegable la originalidad de algunos fenómenos como los experimentados en los últimos años; somos el único país petrolero con hiperinflación y además con inexistencia de dinero en efectivo.
Si bien el comportamiento del régimen sigue consecuentemente el patrón que rige para los autoritarismos, ha ideado formulas propias, independientemente de la tradicional censura a los medios, de silenciar emisoras de radio y TV inició junto con el gobierno de Bolivia en la época de Evo Morales, una novedosa práctica de adquirir a través de testaferros, importantes medios de comunicación.
En Venezuela emblemáticas cadenas de medios impresos y canales de Televisión constituyen ejemplos de el empleo de esta fórmula, hasta el punto que algunos directores han declarado su ignorancia acerca de la propiedad del medio que dirigen. La prensa escrita ha tenido que desplazarse al formato digital, en virtud del monopolio que tiene el gobierno en el suministro del papel, por supuesto los medios independientes no tenían posibilidad de acceder al material imprescindible para conservar su tradición.
Las violaciones sistemáticas a la Constitución y al estado de derecho, no son impedimento para intentar mostrar frente al país y el mundo, una fachada democrática, en su prédica subrayan la cantidad de elecciones que se han realizado a lo largo de esos veintiún años, sin embargo a partir del 2015, cuando la mayoría que le adversa se expresó electoralmente en los comicios de la Asamblea Nacional, han apelado a todo tipo de triquiñuelas y de trácalas para evitar que se exprese la voluntad popular.
En esta oportunidad a partir de las numerosas irregularidades a propósito de la convocatoria a las elecciones parlamentarias, han hecho gala de nuevas innovaciones, utilizando el control que ejercen sobre el Tribunal Supremo, para confiscar la dirección de los partido, lo habían hecho con Acción Democrática y Primero Justicia, la semana pasada le tocó a sus aliados del Movimiento Tupamaro y a Patria Para Todos (PPT), también a otras organizaciones políticas. Es innegable que también en esta área el régimen ha demostrado originalidad.
Lo lamentable es que esa misma creatividad no la demuestran para atender la tragedia y la grave crisis, en todos los órdenes que agobia la vida de los venezolanos.
Al contrario, en materia económica y social, en la situación de los servicios públicos y la atención a la crisis hospitalaria en tiempos de pandemia, su comportamiento se rige por improvisaciones que nos han conducido a la tragedia que confrontamos en la actualidad.
Al gobierno de Maduro se le ha planteado una alternativa para poder abordar la gravedad de la crisis, si en verdad la imaginación del grupo gobernante estuviera en disposición de salir del atolladero, diera un paso lateral y favoreciera la conformación de un gobierno de unidad y emergencia nacional.
Hasta ahora la negativa a la búsqueda de una posibilidad de salir del caos, la visualizan reñida con su razón de ser, siguen pensando que «llegaron para quedarse»; negándose a reconocer la realidad histórica y las experiencias de otros procesos. Es precisamente en ese aspecto donde carecen de originalidad.