José Ángel Borrego: Capriles-Guaidó

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Aunque (por ahora) ha devenido en un contrapunteo light, se percibe contenida pugnacidad en lo alto del liderazgo opositor por contradicciones notorias y persistentes. Supone uno que exaspera (nos sucede) el vals vienés con que se contonea la política en tiempos de cólera. Existe un ritornelo clásico en cuestiones que creímos superadas, no por resueltas sino por inconsistentes. Y la conjunción de dos premisas recientes, la primera de la CEV y luego la “nueva” idea de Guaidó, obligan a reflexionar sobre la patineta que utiliza la cúpula para desplazar propuestas.

La Iglesia, aunque pudiera percibirse confusa, fue clara para quienes saben leer entre líneas. La Iglesia no puede ser más contundente porque no es su rol, si lo hiciera, tanto del gobierno como desde otras trincheras la respuesta resultaría urticariosa. Pero la Iglesia dice algo inocultable. No puede dejarse de votar como un ejercicio facilista y eso lo hemos venido repitiendo aquí lunas ha. La oposición, o mejor, el encriptado G4 carece de ofensivas para cuanto reto le plantee el gobierno, no ahora, por las parlamentarias, sino desde siempre. Las excusas se multiplican ante cada escenario que exija coraje, trabajo, invectiva y liderazgo. De allí que Capriles reclame (sutilmente) mayor coherencia al planteamiento de Guaidó, reprochando insistir en el mismo line up de políticos y partidos que no han podido despejar las incógnitas de nuestra ecuación, a lo que no escapan Guaidó y Capriles a menos que operen dentro de agendas clasificadas; y en contradicción, notamos desaciertos en ambos, en especial Guaidó que no atina en el diseño hacia su performance de un esquema comprensible de gerencia política.

El gobierno está muy debilitado y eso lo exuda Maduro cada vez que se le hace chisporrotear de indignación por flagrancia. Esto último a diario, pero volarle los tapones pocas veces. En días pasados Capriles pudo descarrillarlo pero no insistió. ¿Fue satisfactoria la respuesta de Maduro? Alegaría Capriles que no hay medios de comunicación para competir con el mandante. Formales, no. Cierto. Pero la imaginación puede suplir con hartazgo mayores traumas.

El desiderátum, pese a la correlación de tendencias desfavorable para el régimen y muy particularmente para con Maduro, tampoco se plantea amistoso hacia la oposición porque NO hay instancias (partidos y líderes) a través de los cuales drenar inteligencia operativa. La abulia crece y el régimen aprovecha la circunstancia para resistir “estoicamente” su agonía mientras los aliados externos denotan estupefacción ante tan crasa orfandad de astucia política.

 

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