En apariencia y para quienes tienen una visión pesimista de la vida, de una conflagración como esta del Coronavirus solo puede extraerse dolor y sufrimiento. Sin embargo, sucede que, por el contrario, de tales percances de dolor generalizado se obtienen lecciones y aprendizajes que pueden llevar a transformar la vida de las personas y los pueblos. No solo se producen enseñanzas de lo satisfactorio, de los buenos momentos, también y en ocasiones de manera contundente, se generan al pie de las desgracias novedosas visiones que tocan lo profundo del ser, instándonos a experimentar cambios definitivos con resultados placenteros. De manera que recrearse en la pena, en el dolor, es de alguna manera alentar los pesares, cuando lo que procede es atisbar la posteridad como una gran oportunidad de adelantar nuevos pasos en nuevas realidades.
Lo mismo ocurre con algunas instituciones como la educación. Hay quienes se recrean en señalar las fallas y carencias que se presentaron en los días aciagos, los obstáculos y desaciertos que ocurren, cuando lo relevante es rescatar e incorporar de manera permanente las numerosas experiencias y logros que se obtuvieron en tan difíciles momentos. Razones estas que nos obligan a valorar los muy importantes aprendizajes legados por tan terribles días, para construir nuevos escenarios. Enumeremos algunos para no olvidarlos por mucho tiempo: 1) la educación a distancia forzada por la emergencia, constituyó una experiencia inimaginada por los discentes y seguramente, por casi todos los docentes. Fue sin duda una nueva manera de enseñar y aprender, que de paso comprometió a diversos factores, no todos cercanos a la educación. 2) estos novedosos procesos obligaron a maestros y alumnos a optar por la creatividad y la imaginación, esporádicamente usados en la cotidianidad de la escuela, como recursos básicos para adelantar compromisos signados por la contingencia y en gran medida, por la improvisación. 3) la demostración de que la escuela y el texto escolar han perdido el monopolio del saber y el acceso a él. Por tanto, el aula y la hora de clases, han dejado de ser los únicos espacios y tiempos para aprender, ampliándose a cualquier tiempo y espacio de la vida. 4) atisbar cómo el conocimiento, el saber, circula hoy por ilimitados caminos y vehículos, de tal suerte que el transito escolar es apenas una pequeña circunstancia en la experiencia vital. 5) el descubrimiento de los discentes de la inexistencia de una única verdad, de la multiplicidad de fuentes de saber distintas al texto y el maestro, junto al hallazgo de diversas visiones y ópticas en el conocimiento. 6) la integración de la familia en el proceso educativo fue siempre un anhelo que se lograba por momentos, ocasionalmente, sin la continuidad que exige la formación. En esta ocasión la familia, los adultos, fueron la gran reserva de saber que asistió a niños y jóvenes en el trabajo asignado. 7) la valiosa actuación de los docentes, su preocupación por los alumnos, sus asignaciones, resolviendo problemas de comunicación, intentando nuevas estrategias para enseñar, demostrando en su gran mayoría, su condición de educadores de verdad e insustituibles en la labor educativa. 8) la incorporación de la comunidad y los trabajadores de la educación no docentes en el empeño colectivo de activar la educación. Hay que estimar la labor realizada por los líderes comunales resolviendo inconvenientes con los servicios públicos y el personal administrativo, de servicios, las “Cocineras de la Patria” y su amorosa participación garantizando las mejores condiciones de los discentes para abordar la labor del saber. 9) la radio y la TV reinventándose como factores del proceso educativo, cuando desde hace tiempo lo habían abandonado para asumir papel primordial en la deformación y la homogeneización del pensamiento. 10) el uso con fines educativos de las redes sociales, mensajes de texto, Whatsapp, facebook y demás aplicaciones, en su gran mayoría utilizadas cotidianamente para la frivolidad y la difusión de mentiras.
De manera que no son poca cosa las nuevas nociones educativas que empiezan a abrirse buen camino en la educación futura, ni tampoco las nociones tradicionales y creencias demolidas. Hay que incorporar ahora mismo las novedosas, seguir experimentando para pulirlas y ajustarlas a los contextos específicos. El empujón que recibimos de la pandemia debe permanecer, ahora como un proceso para alcanzar una nueva educación de mejor calidad.
La educación en nuestro país y en todo el mundo, requiere una profunda transformación de la que sean protagonistas y elementos centrales el alumno y el maestro, en contacto permanente con el conocimiento, su exploración y el desarrollo del pensamiento. Una educación para la vida, la convivencia, la paz, las artes y la creación científica, humanística y artística.