Ante las próximas elecciones parlamentarias el país ha llegado a un punto de quiebre político en el que las coaliciones Gobierno-oposición, han entrado en un proceso interno de fractura y de inercias que se interrumpen abruptamente, se rompen y se abren a la pluralidad y la diversidad.
Sin querer queriendo, las recientes decisiones del TSJ en torno a los partidos políticos han destapado las contradicciones, inequidades y confrontaciones internas inherentes al cerrado juego político imperante en las fuerza políticas dominantes. El malsano equilibrio polarizante cruje, se fractura y se fragmenta. Se explicitan y exponen conflictos internos y escisiones tanto en oposición como en gobierno.
Suerte de proceso traumático que podría impulsar un cambio positivo en el panorama político reinante que, sin duda alguna, fortalecería el principio de pluralidad, la alternancia y, por ende, la democracia. Proceso político interno que de ninguna manera conviene al juego geopolítico internacional.
Luis Parra, presidente de la AN, invita a la participación en las parlamentarias y expresa su convencimiento de que es “el camino político correcto en Venezuela”. La oposición se debate entre participación y abstención. Para el debilitado Juan Guaidó, participar sería un acto de tolerancia y connivencia con el Gobierno. Henrique Capriles, quien goza de importante apoyo y legitimidad, irrumpe contra la línea abstencionista y anuncia que postulará candidatos.
Desde el Gran Polo Patriótico emerge la Alternativa Popular Revolucionaria, “una alianza de partidos y movimientos de izquierda” con fuerza social (…) decididos “a marcar un decisivo deslinde de las políticas antipopulares del gobierno nacional (…) por una salida revolucionaria a la crisis del capitalismo”. En la procura de un «contrapeso dentro de la izquierda venezolana», por cuanto contrariamente al llamado a “la amplitud y mayor participación”, consideran que han sido sometidos a un proceso interno de estigmatización, coacción y amenaza.