Elías Jaua: La izquierda

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En el espectro político, la izquierda somos quienes militamos en la causa  de los humildes, de los explotados, de los excluidos y excluidas de todas las horas, es decir de los obreros y obreras, de los campesinos y de las campesinas, de los y las indígenas, de las mujeres, de la juventud transformadora, de la gente del barrio, del pueblo trabajador.

La izquierda somos los y las que soñamos y luchamos por una sociedad con igualdad social, justicia y dignidad para todos y todas; somos los y las que hemos levantado las banderas para salvaguardar la posibilidad de la vida en este,  nuestro planeta; somos los y las que hemos aprendido que sin igualdad de derechos para las mujeres, no habrá sociedad de iguales.

La izquierda somos quienes hemos aprendido en la forja histórica, que la diversidad humana es la base de la igualdad y que sin democracia no hay Socialismo y que la Democracia, el poder del pueblo, solo será posible en el Socialismo, como lo creía absolutamente nuestro Comandante Chávez.

Nuestra identificación viene, según la historiografía, por el lado del espacio físico que ocupaban en el recinto de la Asamblea Nacional Constituyente, durante la Revolución Francesa, los diputados Jacobinos.  Ellos eran los que votaban por desmontar definitivamente la Monarquía; a favor de la igualdad social y que expresaban las necesidades de comida, ropa y vivienda de los “miserables” que inundaban las calles de Paris. Ellos se ubicaban en el lado izquierdo, nosotros también.

Pocas veces hemos llegado al poder, pero nuestras luchas y el sacrificio de nuestros y nuestras mártires  han hecho que el mundo se mueva.  Que la esclavitud de seres humanos sea ilegal, aunque lamentablemente siga existiendo; que las mujeres, los niños, niñas y jóvenes sean sujetos legales de igualdad de derechos, aunque falte mucha lucha para que en la práctica sea así; la actual noción de los derechos humanos; el reconocimiento a los derechos laborales, salariales y sociales; la democratización de las sociedades;  la irrupción del debate sobre la diversidad humana; la lucha por la conciencia  de que la preservación de la paz y de las condiciones ambientales en la Tierra son indispensables para que como especie humana, sigamos existiendo el futuro, son entre muchos otros logros de la humanidad el resultado de las propuestas y luchas impulsadas desde la Izquierda, y por la izquierda.

Cuando la izquierda ha llegado al Poder, todos los poderes del mundo se lanzan contra el ejercicio de su gobierno, haciéndolo muchas veces inviable. También es verdad que hemos cometido errores de ingenuidad frente a las élites dominantes;  en ocasiones hemos hecho lo contario de lo que éticamente y políticamente postulamos;  a veces hemos perdido el rumbo ideológico.  Pero nos es menos cierto, que en la mayoría de las ocasiones que nos han dejado gobernar, hemos demostrado que es posible distribuir con igualdad los recursos nacionales y que junto al pueblo es posible avanzar en la democratización integral de nuestras sociedades.

En la izquierda tenemos una capacidad infinita de dividirnos, tal vez derivada del espíritu  rebelde y de la metodología crítica en la cual nos formamos políticamente quienes militamos en esta corriente humana. Somos las izquierdas, dicen en Europa: revolucionaria; democrática; radical; reformista; armada; pacifista; liberal; autoritaria; parlamentarista; Insurreccional;  Marxista; Socialdemócrata. Anarquista; Feminista; Ecologista; Ultra; Extrema; Moderada; Nueva;  Vieja  y más recientemente, en Venezuela,  somos entre comillas de “izquierda”;   y pare Ud. de contar.

Así nos hemos dividido, autocalificado y descalificado  a lo largo del tiempo.   Desde principios  del siglo XX, y parece que de nuevo en el siglo XXI, nos hemos debatido entre la “enfermedad infantil del izquierdismo” y la “enfermedad senil del reformismo”.

Siempre seremos acusados y acusadas de los errores, de las caídas de los gobiernos de izquierda; democráticos populares o progresistas. Acusados y acusadas por quienes terminan cohabitando y cogobernando con la derecha que los derrocó.

Soy de la  izquierda que no tiene otra opción que la opción cristiana por los humildes,  que con José Martí decimos: “Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”.

Soy de la izquierda venezolana que se abrirá el pecho, en primera línea como lo demostramos el 11, 12 y 13 de abril de 2002 contra el golpe militar – empresarial e imperialista,  izando nuestra bandera tricolor frente a cualquier agresión militar extranjera pero que jamás renunciará a su derecho de reclamar, de demandar y de luchar por un modelo revolucionario basado en la “igualdad establecida y practicada”, proclamado en Angostura por nuestro Libertador Simón Bolívar.

Soy de izquierda, pertenezco a una identidad de la historia humana, ideológica y política que tiene colores, consignas,  letra, música, poesía, pintura,  costumbres,  teoría,  métodos, alegrías, tristezas, carga histórica y un compromiso que honrar con nuestros  y nuestras referentes y mártires de todos los tiempos.

Somos una corriente histórica, como nos ha enseñado nuestro Camarada Maestro Carlos Lanz, quien hoy nos tiene en una nueva batalla hasta que aparezca, porque en la izquierda en la que milito desde los 13 años, nunca dejamos atrás a un camarada.

Pertenezco a una corriente humana que de tanto haber luchado y puesto el pecho en mil batallas, tiene mucho que enseñar para la construcción de un mundo nuevo, de una sociedad auténticamente democrática, una sociedad donde podamos vivir todos y todas con igualdad, justicia y dignidad. Orgullosamente,  soy de izquierda.

 

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