La opinión pública no sale del asombro, que ha causado la intervención a través del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de algunos partidos, que conforman el Polo Patriótico; es decir, de su propia gente; la que durante toda la vida ha acompañado el llamado proceso, y que, incluso, se preparaba para participar en las elecciones del venidero 6 de diciembre; antes y después del advenimiento de Hugo Chávez al poder; sobre todo, en los casos del PPT y Tupamaros y hasta del propio Partido Comunista; por cierto, una de las organizaciones de mayor edad en la trayectoria partidista venezolana.
¿Qué intereses han privado para que Nicolás Maduro haya decidido pegarle a su propia familia? Esto es lo que hace suponer que las 277 curules, que se ponen en juego el próximo 6 de diciembre tienen nombre y apellido, y los que lance la nueva directiva de estos partidos serán los que alcancen la representación. No se trata de pescar en río revuelto; pues hay que tomar en cuenta que en las condiciones en las que se van a realizar estos comicios hacen pensar, que el que aspire, las tiene fácil para ganar; primero, por la estrategia de la abstención, que han adoptado Juan Guaidó y 28 organizaciones más; luego, por el nivel de abstención; que rondaría el 80%; de modo que en esta oportunidad el gobierno escogió a los más incondicionales: nada de ampararse en la sombra del Polo Patriótico; por supuesto a la gente de la llamada Mesa de la Casa Amarilla le otorgarán una docena de curules; para que la cosa no sea tan aburrida; como lo decía Iris Varela, a propósito de la Asamblea Nacional (AN), que se designó con las elecciones parlamentaria de 2005.
El hecho es que al intervenir los partidos por la vía de la judialización, se evidencia el carácter de terror, con el que maneja el gobierno las instituciones: si no lo agarra el chingo, lo agarra el sin nariz reza el refrán; es decir, cuando no es el TSJ, es la Constituyente cubana; gracias a Dios que no existe la pena de muerte en nuestra legislación; pero de que estamos frente a un Robespierre redivivo, lo estamos; momento en que hasta la vida privada se vuelve partidista; casi se obliga a la ciudadanía a militar en un partido político o en el partido del régimen; como ocurría en aquellos sistemas del antiguo mundo de la Orbita Soviética; un régimen de partido único, como se dice; al tiempo que la gestión de mando se vuelve personalista, y es cuando viene el culto al máximo líder; la política invade los asuntos de la sociedad civil, y lo que corrobora el hecho de que lo que lleva a cabo un partido político en una convención nacional; conformada por delegados de todas las regiones del país, lo asume el TSJ.
Por supuesto, no es la primera vez que esto ocurre; siendo el primer caso el de Copei; luego Podemos y así sucesivamente hemos visto durante todos estos años este tipo de intervención partidista; algo en lo cual el TSJ va más allá de la ley; pues su jurisdicción apenas le permite obligar a un determinado partido político a repetir algún evento, con motivo de una demanda que se ha introducido en alguna de sus salas; pongamos por caso, una elección interna, y en cuyos resultados no se logró un acuerdo; de modo que, sobre todo, la Sala Electoral del TSJ está facultada para ordenar la repetición de ese proceso; como ocurrió en una oportunidad en el propio Copei, a propósito de una desavenencia que habían tenido Luis Ignacio Planas y Roberto Enríquez por la jefatura del partido en una justa interna, y que fue cuando se impuso el segundo, una vez repetido el evento, y quien, por cierto, está hoy asilado en la embajada de Chile, aunque ya ese es otro tema. Razón por la que se habla de un Copei del TSJ; que sería el Copei de Enrique Mendoza, siendo la figura más notable allí; pues Eduardo y Pedro Pablo Fernández, últimamente, se han distanciado de la legendaria tolda verde; si tomamos en cuenta que están llamando a votar por una tarjeta, que no es la de Copei.
Por supuesto, también como hacía ver constituye una judialización de la política; el hecho es que cuando un gobierno autoritario tiene intervenidas las instituciones, entonces el Estado se transforma en un monstruo de mil cabezas; éstas se manejan bajo la filosofía de conforme va viniendo, vamos viendo. En este caso el Estado se desinstitucionaliza, si se tiene presente que se está en la llamada Ley de la Selva. Es por eso que para ser magistrado del TSJ no se requiere tener una trayectoria de docencia universitaria, una docta experiencia en el ejercicio de la profesión y obra publicada; como se exigía en los tiempos de la República Civil. Aparte de que estamos ante unos magistrados que fueron nombrados en unas condiciones muy truculentas; como se sabe.
Más que instituciones; el Estado lo que termina ostentando son aparatos de terror; como en este caso que se extralimita en una decisión; que forma parte exclusiva de los partidos y sus circunstancias internas; para pecar, por lo demás, de muy sectario y selectivo; donde se comprueba que a todo el mundo no se puede complacer; por más fiel que ha sido del proceso. En su lenguaje de portero de burdel; Chávez recurría siempre a la metáfora del condón: que se usa y se bota. He allí el significado que tienen para esta gente las instituciones, y camino al cual está destinada a ser la AN, no que se elegirá el 6 de diciembre, sino que se designará de acuerdo a una lista; razón por la que el gobierno no le hace mucho caso al hecho, de que una gran parte de la comunidad internacional ha decidido desconocer este proceso comicial, y no lo detiene nadie, en ese sentido, sobre todo, porque la carrera que lleva es la de fusionarla en una nueva Constituyente; partiendo del hecho de que la actual ha venido funcionando desde hace un par de años, en completa ilegitimidad y no ha pasado nada; como ha funcionado como un aparato de terror.
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