En Venezuela, la representación empresarial organizada del país la ejerce principalmente Fedecámaras, una institución que emergió en 1944, cuando los países enfrentados daban los pasos iniciales para concluir la Segunda Guerra Mundial, y en la Nación ya se comenzaban a hacer sentir los reclamos con respecto al comportamiento del Estado protector e Intervencionista, y el desplazamiento de la actividad particular.
En julio pasado, dicha Federación conmemoró su 76 Aniversario. Y lo hizo durante la realización de su Asamblea Anual, presidida por un dirigente de las nuevas generaciones, para más detalles, representante del sector turístico. Nos referimos a Ricardo Cusanno, el invitado de hoy de La Otra Vía, pero, además, repetimos, de una actividad económica que citamos la pasada semana, y que lo hicimos, por cierto, afirmando que pudiera ser el verdadero nuevo motor del desarrollo económico venezolano.
No solamente eso, sino haciéndolo también a la vez cuando nos apoyábamos en la participación del experto José Gonzáles, mientras se refería al lamentable episodio que hoy vive la Industria Petrolera venezolana, uno de los más dolorosos casos que protagoniza actualmente la economía de país alguno en todo el mundo, en tanto que su población es golpeada duramente por la hiperinflación, el desempleo, el hambre, el coronavirus y un enjambre de malos servicios públicos, como nunca antes exhibió Venezuela.
Ahora, ¿qué hablar de Fedecámaras? ¿Por qué debemos hablar de Fedecámaras? ¿Cuáles son los nuevos retos de Fedecámaras? Por otra parte, ¿realmente Venezuela necesita de la existencia, funcionamiento y voz autorizada de Fedecámaras?
Durante las últimas décadas, a la población se le hizo creer que era parte y expresión de un país rico. También, que mientras la riqueza estuviera en manos de los gobiernos y de los administradores del Estado, las familias podían dedicarse a esperar compensaciones por el ocio y la entrega al dominio público. Lo peor es que eso implicaba, además, lo indiferente ante el esfuerzo productivo, la inversión privada y la opción de puertas abiertas a la posesión del dinero mal habido.
Lo cierto es que, a la vez que entramos en el mes de septiembre y el Ejecutivo Nacional debería estar programando el Proyecto de Presupuesto de Ingresos y Egresos de la Nación para el venidero año, del comportamiento del año en curso, lo único que se evalúa como base programática es que la depresión económica del país ha pasado a ser una rutina. Mejor dicho, en Venezuela, a la economía se le olvidó volver a crecer. No creció más.
Y obedece a que aquí ya no se invierte lo suficiente para cambiar el rostro de la reversión. No lo hace el Estado debido a que su desempeño se circunscribe a gastar, malbaratar, derrochar y prolongar el rostro inflacionario, mientras convence a la población de que todo eso obedece a sanciones y bloqueos económicos de gobiernos enemigos. Pero, además, tampoco lo hace el empresariado privado nacional e internacional, motivado a que la confianza y el estímulo al emprendimiento particular, sencillamente, sólo se mantiene en obediencia a un tamaño de compradores que lo determina la voluntad y confección de ese Presupuesto de sustentación desconocida.
¿Tiene Fedecámaras a esta altura de la culminación del 2020, una propuesta, nuevas ideas, un nuevo proyecto de desarrollo, un modelo de economía que provoque alguna expectativa sobre cómo debería darse un debate que concluya precisamente en una forma de recuperación de la economía venezolana?
Por otra parte, ¿qué va a suceder realmente con la economía nacional, mientras que hoy las pautas, lineamientos y recuperación productiva del país sólo la deciden el Covid-19, las discordias políticas y las interminables contradicciones que determinan quienes se autocalifican líderes nacionales que están en cargos públicos, y aquellos que están ambicionando alguna posición que les permita entrar a competir con quienes lucen ajenos de lo que realmente exige un verdadero nuevo futuro económico?