Las cartas y declaraciones se han convertido en el medio fundamental de comunicación entre los políticos. Ellos no se hablan, se “cartean”, se dicen “públicamente” –antes por la prensa, hoy día por las redes sociales–, lo que suponemos que se deberían decir en privado. No hablan entre ellos. Hablan para que los demás los oigamos; no es un diálogo, es un monólogo en público. A menos que en su contenido se establezca un método concreto para salir del mal que nos agobia y una fecha en la que estará logrado ese objetivo –obviamente lo más pronto posible–, me temo que ninguna carta de las que se dirigen unos a otros nos va a gustar.
Una de las últimas que tenemos, dirigida también a Juan Guaidó, procede de otro líder importante, hay que decirlo, de la oposición del país: María Corina Machado. Con el contenido de esta carta tenemos completo el menú de opciones –sin contar “alacranes” ni oportunistas– en las cuales se desgrana y desangra la oposición democrática: no participar el 6D, participar, una intervención externa.
La carta de MCM y el contenido de la misma no son ninguna sorpresa y no hay nuevas propuestas de su parte. Recoge sus planteamientos de otras misivas y declaraciones y claramente, de manera frontal, como era de esperar viniendo de ella, establece sus diferencias con lo propuesto por Juan Guaidó. Solo lamento que no responda a algunos de los puntos de la interpelación que hizo el Presidente Encargado a varios líderes importantes del país; que si bien no hay nada que los obligue a responder a esa interpelación directa, a todos nos interesa mucho cuales podrían ser las respuestas.
En resumen, MCM le reitera a Juan Guaidó que no cree en la unidad que él propone, porque cree solo en la que ella propone. Como todos los líderes políticos le reitera que ella no cree en el voto, aunque ya Juan Guaidó, los partidos democráticos y la AN han anunciado que no concurrirán al evento electoral del 6D; MCM no cree en el diálogo propuesto por Juan Guaidó e iniciado con el régimen, de espaldas al país, agrega, y mucho menos para construir un “gobierno de emergencia nacional”. MCM ha dicho que no cree en la insurrección militar de los militares venezolanos, que son una estructura mafiosa e infiltrada por gobiernos extranjeros (Cuba, Rusia) y por eso solo cree en construir una opción de fuerza con apoyo internacional, en la conformación de una coalición internacional que despliegue una Operación de Paz y Estabilización en Venezuela (OPE). Yo sé que suena fuerte decir que MCM plantea una intervención militar y algunos de sus exegetas y traductores tratan de edulcorarlo, haciendo interpretaciones de sus palabras, suavizándolas, explicándolas; pero, por mucho que ellos y MCM misma traten ahora de recoger sus palabras, ella misma se encarga de reafirmar esa posición y baste como ejemplo, su reacción a las declaraciones más recientes de Elliot Abrams, en las que Abrams se refirió a su propuesta.
Con todo esto, de lo que cree y no cree y que viene repitiendo desde hace algún tiempo, tengo mis diferencias que ya he expuesto y no repetiré, pero hay dos temas que sí vale la pena resaltar.
Uno, es la consulta al pueblo venezolano que propone Juan Guaidó y que MCM rechaza. Razones para rechazar esta consulta hay muchas, que no viene al caso referir ahora; pero la razón que expresa MCM es que el pueblo ya fue consultado: “…el 16 de julio de 2017; allí está un mandato incumplido. Lo que hay que hacer es cumplirlo.”, sentencia MCM. Pero yo creo que lo que está detrás es el significado que se le quiere atribuir a la consulta del 16 de julio de 2017 (16J). Muchos han intentado, entre ellos MCM, convertir lo ocurrido el 16J en una especie de “efeméride” de la sociedad civil. El evento del 16J fue un acontecimiento, que demostró el vigor y la capacidad de la sociedad civil opositora y los partidos políticos, al recoger casi ocho millones de firmas en Venezuela y el exterior. No fue ninguna trivialidad en ese momento, ni lo sería ahora.
Lo ocurrido el 16J fue una forma de decirle a la dictadura –y a muchos en la oposición de hoy en día– que no somos soldados, dispuestos a batirnos en las calles con palos y piedras contra los fusiles, tanquetas y demás armas letales de la dictadura, que somos ciudadanos, que queremos expresarnos con medios ciudadanos o con eventos en los que podamos participar masivamente.
Lo lamentable es que no se haya podido dar continuidad a lo ocurrido ese día, que hubiera sido, por ejemplo, un triunfo de la oposición en las elecciones de gobernadores que se realizaron tres meses después. Pero volvamos al tema de lo que algunos pretendieron y aun pretenden con ese evento del 16J: convertir ese supuesto “mandato” de la mayoría en un arma para pasarle una factura política a la Asamblea Nacional o a sus rivales políticos, ideologizando y manipulando el significado cívico y ciudadano de la tercera pregunta.
Quienes firmamos el 16J expresamos con la tercera pregunta –la cual reproduzco textualmente– que queríamos y queremos: “que se proceda a la renovación de los poderes públicos de acuerdo a lo establecido en la Constitución”, es decir, “la realización de elecciones libres y transparentes”, y lograr “la conformación de un Gobierno de unidad nacional para restituir el orden constitucional”. No había en la tercera pregunta un lapso para hacerlo ni una fecha de ejecución, que además era absurdo definirla bajo una dictadura que hemos visto dispuesta a todo por mantener el poder. Pero lo que sí está claro es que había en la pregunta un “modo”: renovando poderes, de acuerdo a la Constitución, mediante elecciones; y una finalidad, un “mandato”, para usar la palabra que les gusta a algunos: conformando un gobierno de unidad nacional. Es decir, por decisión de la mayoría y que se incluya a todos en ese proceso. Ese gobierno de unidad nacional o de emergencia nacional, como lo denomina hoy Juan Guaidó, y que incluya a todos, es lo que rechaza MCM.
El segundo punto que vale la pena destacar en la carta de MCM es lo del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR, que debe, según ella dice, invocar la AN, por orden de Juan Guaidó y a quién ella responsabiliza de manera directa por no hacerlo.
MCM sabe que el TIAR no es un acuerdo automático, que basta con que lo invoque Juan Guaidó o la Asamblea Nacional, para que se forme una fuerza internacional que actúe en Venezuela. Ella sabe –porque además se lo han dicho, entre otros el embajador ante la OEA, a quien ella se refiere en su carta– que en el marco de este acuerdo se han realizado dos reuniones en la OEA en el año 2019 –la última el 3 de diciembre– que han rechazado esa propuesta de conformar una fuerza internacional interventora. MCM sabe que de nada sirve la discusión teórica-filosófica-jurídica del numeral 11 del artículo 187 de la Constitución – el que permite “…el empleo de misiones militares… extranjeras en el país”–; y del papel que juega el principio de responsabilidad de proteger (R2P) de la ONU, porque la cosa es mucho más elemental. Es simplemente que nadie está dispuesto, hoy, a llevar a cabo una intervención militar en Venezuela. No es tan simple como levantar el teléfono y llamar a alguno de los presidentes de un país amigo y pedirle que mande tropas a Venezuela para “liberarla”; ella sabe que eso no es como llamar para pedir una reunión con el Presidente de los EEUU y reunirse con él en el jardín de la Casa Blanca.
Y si MCM sabe todo esto, ¿por qué lo hace? ¿Qué necesidad hay de resaltar un argumento contra Juan Guaidó con este tema si ella sabe que el Presidente Interino está atado de manos al respecto? La respuesta para mí es simple: En este oscuro momento por el que atraviesa la oposición y su liderazgo, como otros líderes emergentes, lo que buscan MCM es decir que ella “es” esa líder. Lo que busca también es diferenciarse, marcar una posición y tomar distancia de un barco que ella considera que escora furiosamente y amenaza con irse a pique.
Sí no hay que consultar al pueblo venezolano y sí es necesario recurrir a fuerzas externas, caben algunos interrogantes: ¿Cree MCM en la capacidad del pueblo venezolano para superar esta situación? ¿Cómo podremos estar seguros que esas “fuerzas externas” estarán dispuestas a entregar el poder a los civiles venezolanos, que no pudieron o no supieron despojarse por sí mismos de la opresión? ¿Estaremos preparados para pagar el precio que pidan esas “fuerzas externas” por librar al país con las mayores reservas petroleras del mundo? Pero, al menos en esta carta MCM no nos anuncia que al régimen solo le quedan días.
Analizar las cartas de MCM y la de Capriles, en esta entrega y la semana pasada, con relación a la propuesta de Juan Guaidó es importante, más allá de la polémica política. Cuando un tonto se equivoca en sus análisis y propuestas, no tiene mayores consecuencias; a lo mejor confunde a su cónyuge, novio o novia y a unos pocos amigos despistados. Pero cuando él que se equivoca es inteligente, un líder y carismático –como los mencionados– arrastran tras de sí a miles de personas.