Pompeyo Márquez.
Tribuna Popular empezó a circular el 17 de febrero de 1948, cuando el novelista Rómulo Gallegos era el presidente de Venezuela, electo por votación universal y directa. Órgano de prensa del comité central del PCV (Partido Comunista de Venezuela) fue fundado por Gustavo Machado y Pompeyo Márquez, marxista desde chiquito.
Pompeyo Ezequiel Márquez Millán había nacido en Ciudad Bolívar, el 28 de abril de 1922 (moriría en Caracas, el 21 de junio de 2017) y antes de llegar a la mayoría de edad, ya era reportero de prensa. «Me hice periodista a los 17 años», me dijo en una entrevista que le hice acerca de este oficio, «por una necesidad política. Siempre he hecho es periodismo político. El primer medio que hice fue un periódico mimeografiado, que se llamaba Juventud, cuando yo era el secretario político de la parroquia San Juan. Esa hoja la trasformamos después en un mensuario llamado ‘El Sanjuanero’, que recogía los problemas de los barrios y fábricas ubicados en San Juan».
Márquez dirigía, escribía, corregía las pruebas y muchas veces imprimía el periódico. Estas actividades eran simultáneas con su trabajo en el partido. «Yo trabajaba de noche, casi toda la noche, y de día se lo dedicaba al partido». Y así, como tenía una doble vida, también tenía identidades diversas. Su primer alter ego se llamó Ezequiel Millán. Nada muy estudiado: su segundo nombre y el apellido de su madre. Y cuando este seudónimo se puso muy caliente, devino Santos Yorme, que era el secretario general del Partido Comunista en la clandestinidad, así como el incansable autor de centenares de columnas periodísticas. «Ese Santos, por Santos Luzardo, el protagonista masculino de ‘Doña Bárbara’; y Yorme, una combinación de Pompeyo y Márquez».
En mayo de 1950, el régimen suspende a Tribuna Popular, pero como los editores habían previsto esa posibilidad, habían trasladado la imprenta a una finca en los alrededores de Caracas. «Una emoción muy especial», recordó Pompeyo, «fue que el periódico fue suspendido y a la semana estaba en la calle otra vez, desde la clandestinidad. Con la ayuda de José Agustín Catalá, que nos levantó los textos en linotipo». Por esa época se presentó a la redacción un muchacho, desgarbado y catirrucio, que venía a ofrecerse para hacer de reportero deportivo sin cobrar. «Él mismo se pagaba su transporte», evocó Pompeyo. «Para ese momento habíamos evolucionado a 8 páginas y a veces salíamos con 12. Contábamos, además, con el aporte invalorable de Luis Evaristo Ramírez, periodista de fuste, como jefe de información. Todos escribíamos sin parar. Tanto Luis Evaristo, como yo, que me desempeñaba como director, y el carajito de Deportes, que se llamaba Teodoro Petkoff».
A la voz de “Redacción”, no cabe imaginar una oficina específica, con un rótulo en la puerta. Qué va. Redacción era el lugar, el callejón, el automóvil donde se reunía la escueta plantilla, para establecer la pauta e intercambiar originales. «En la clandestinidad», explicó Pompeyo, «lo único que yo cargaba era mi maquinita de escribir portátil. Cuando me mudaba de una casa a otra, lo primero que cogía era la máquina. Solía hacer seis o siete notas al día. Sí, una cosa abrumadora. Era la columna y cinco o seis notas más. Todos los días. No por nada los compañeros decían que yo, en lugar de sangre, tenía tinta en las venas. No hay nada más emocionante que escribir en la prensa clandestina».
“No respetaron el hogar donde estaban las hijas prendidas en fiebre”
En julio de 1951, por lo menos dos miembros de la nómina de Tribuna Popular se encontraban en la cárcel, soportando el trato que las tiranías aplican a los presos políticos. De esto tenemos constancia por el Boletín de Información del Buró Político del Comité Central del P.C.V., cuyo original, aquí reproducido, integra la colección del Archivo Fotografía Urbana. A continuación, la trascripción de la gacetilla:
«El 19 de los corrientes, un grupo de Guardias Nacionales, borrachos, agredieron a planazos a los presos políticos que se encontraban secuestrados en la Cárcel Modelo de esta ciudad. Ta acto de vandalismo, cometido en forma alevosa y cobarde, arrojó la cantidad de once heridos, entre los cuales se encuentran Héctor Mujica, estudiante de Filosofía y Letras de la Universidad Central y escritor; Teodoro Petkoff, estudiante de Medicina; los dirigentes políticos Dr. Alberto Carnevali y Luis Vera. Las autoridades del Penal se vieron obligadas a trasladar al Puesto de Socorro al Dr. Carnevali y el estudiante Petkoff, en vista de la gravedad de las lesiones recibidas. Otros 16 presos políticos, entre ellos Héctor Mujica, el joven escritor y periodista, José Salazar Meneses, el dirigente sindical Luis Pérez y varios estudiantes universitarios, fueron trasladados inmediatamente a la Penitenciaría de San Juan de Los Morros e incomunicados en calabozos celulares.
En la Cárcel del Obispo, el dirigente sindical Laureano Torrealba ha permanecido durante numerosos días incomunicado en un inmundo calabozo, después de haber sido completamente desprovisto de toda su ropa y vejado descaradamente.
En San Juan de Los Morros, los Guardias Nacionales, alentados por el Director del Penal, Sánchez Pacheco, se mantiene realizando diarias y cobardes provocaciones contra los presos políticos, que viven bajo la constante amenaza de planazos y groseras privaciones. Hace días, cuando un detenido protestó por los insultos y vejaciones que recibía de un guardia, el Director del Penal movilizó al personal armado para “aplacar” a los presos políticos. Solo la serenidad de estos últimos evitó las más graves consecuencias. Los ciudadanos secuestrados en San Juan de Los Morros, entre quienes se encuentran Jesús Faría, dirigente de los obreros petroleros y Secretario General del Partido Comunista de Venezuela; Luis Augusto Dubuc y Domingo Alberto Rangel, dirigentes del Partido Acción Democrática, continúan incomunicados en calabozos individuales y sufriendo el brutal régimen carcelario que tantas veces ha sido denunciado.
Recientemente, fueron allanados en forma aparatosa y en altas horas de la noche los hogares de los dirigentes del Partido Comunista Pompeyo Márquez y Eloy Torres. No respetaron en el hogar del primero que su esposa se encontraba enferma, acompañada de cuatro de sus hijas, prendidas en fiebre a consecuencia de la lechina, para proceder a un minucioso y vergonzoso registro, el octavo en un año. En el hogar de Eloy Torres fueron detenidos todos sus familiares, con la sola excepción de su madre de sesenta años y enferma, debido a la protesta de los vecinos. Al día siguiente, la anciana madre de Eloy Torres fue encarcelada y sometida a un torturante interrogatorio de NUEVE HORAS CONSECUTIVAS en la Seguridad Nacional con el propósito de arrancarle el paradero de su hijo, que sufre la persecución política de la Dictadura.
Todos estos hechos son posteriores a la cínica carta del Dr. Felipe Urbaneja [Blanco], ministro de Justicia [desde 1951 hasta 1958], en respuesta a la valiente carta de los presos de San Juan de Los Morros, en la cual hablaba de “respeto a la dignidad humana”. ¡Todos estos hechos son posteriores a las reiteradas declaraciones del Dr. Germán Suárez Flamerich [presidente de la Junta de Gobierno, de noviembre de 1950 al 2 de diciembre de 1952] sobre el “régimen de libertad y garantías”! Todos estos hechos se realizan al mismo tiempo que los voceros oficiales hablan del “orden y la paz” que reina en la república.
La opinión pública hace directamente responsable de estos salvajes atropellos a los personeros de la Dictadura Militar, miembros de la Junta de Gobierno y del Gabinete Ejecutivo.
Caracas, julio de 1951.
Prodavinci