Noel Álvarez: Héroes silentes

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A través de este artículo quiero rendir un pequeño, pero sentido homenaje, no solo a los médicos, sino también a todos los trabajadores de la salud, quienes, durante el desarrollo de esta terrible pandemia, arriesgan su vida para salvar la nuestra. Para ellos mi eterna admiración y gratitud ¡Qué Dios los cuide y los bendiga! Asimismo, elevo una oración a Dios nuestro señor por el eterno descanso de cada uno de estos héroes caído. Amén.

“Si doctores más sabios que yo quieren ayudarme a entender, concédeme Señor el deseo de aprender de ellos, pues el conocimiento para curar no tiene límites”. Esta era una de las prédicas del escritor judío Moisés Maimónides, médico de príncipes y de plebeyos, rabino y célebre teólogo de la Edad Media, cuyos escritos sirvieron de cabecera a Santo Tomás de Aquino. Su obra trascendió fronteras y tiempo, y aún perduran muchos conceptos que él planteó, en medicina, filosofía y otros campos. Su concepto integral del ser humano y el criterio racionalista y amplio de su filosofía hacen que su obra mantenga vigencia y siga siendo admirada en todo el mundo, por diferentes razas y religiones.

Maimónides dejó su vida en esta monumental obra de bien, la medicina. La mayoría de los biógrafos no se extienden demasiado en explicar qué causó su muerte, aunque un historiador de principios del siglo XX, conocido como De Goeje, señala que murió de “agotamiento físico”. El escritor judío El Jajam Yosef Faur z”l, en su clase sobre “Los cuatro gigantes de Sefarad», cuenta un detalle muy importante, el cual en tiempo de pandemia cobra mayor relevancia: “Está documentado que Maimónides falleció como consecuencia de una epidemia, ya que se negó a dejar de atender a sus pacientes, se contagió y luego de un tiempo murió por este motivo”.

El célebre médico escribió: “Al llegar casi muerto de hambre, encuentro los pasillos de mi casa llenos de pacientes, tanto judíos como gentiles, nobles y gente común, jueces y alguaciles, amigos y enemigos, una multitud mixta que espera el momento de mi regreso. Desmonto de mi animal, me lavo las manos, me acerco a mis pacientes y les suplico que tengan paciencia conmigo mientras tomo un ligero refrigerio, la única comida que consumo en veinticuatro horas. Luego salgo para atender a mis pacientes y escribo recetas e instrucciones para sus diversas dolencias.

El médico judío estableció en su casa una clínica médica “gratuita” donde atendía a todo tipo de pacientes. No contaba con mucho tiempo extra. No dedicó su tiempo libre a escribir sus libros, porque decidió que era hora de poner en práctica todo lo que él había aprendido y enseñado en sus innumerables escritos. Su preciosísimo tiempo estaría dedicado ahora a algo que él podía hacer mejor que ningún otro hombre de su época: aliviar el dolor de los que sufrían y curar a los que estaban enfermos.

Maimónides no era del agrado de muchos políticos de la época, tampoco de otros colegas a quienes él llamó enemigos, porque curaba enfermedades sin cobrar dinero alguno. Su apego a las Sagradas Escrituras le granjeó enemistades que creían en otros entes diferentes a Dios. En sus libros de medicina el médico judío, refiriéndose a muchos políticos, litigantes de la corte y colegas, afirmaba que la ceguera de nacimiento no podía ser curada.

Como médico, dejó una importante huella en la tradición popular que lo muestra, sobre todo, como un galeno a quien se atribuyen milagros que le elevan al nivel de santo y sabio. Sus 10 tratados médicos muestran su humanismo, su énfasis en la medicina preventiva y su visión del paciente como un todo, incluyendo la mente y el cuerpo. Hizo descripciones extraordinarias de la hepatitis, neumonía, diabetes, asma y otras enfermedades.

Recomendaba meriendas pequeñas y más frecuentes, dio importancia a la intolerancia a los lácteos y a la necesidad de alimentarse con fibra. Insistió en la necesidad de realizar actividad física, en especial el caminar, que semeja la recomendación actual de ejercicio de bajo impacto. El Juramento Médico de Maimónides es reconocido por muchos como lo más cercano al ideal de la profesión médica. En varias universidades del mundo y en todo Israel, los médicos hacen su juramento profesional con este, en reemplazo del tradicional Juramento de Hipócrates.

El juramento de Maimónides concluye así: “Concédeme señor el mérito para que nunca deje de sentir compasión por todos lo que sufren, y la sabiduría para asistir a quienes vienen a consultar mi consejo, sin diferenciar entre el rico y el pobre, el amigo o el enemigo, el hombre bueno y el hombre malo, para que así, cuando alguien necesite mi ayuda, que yo solo vea al ser humano que sufre la enfermedad y el dolor. Que mi amor por el arte de curar me dé el valor para que la verdad sea la luz que me guíe, porque soy consciente que la negligencia en mi trabajo médico puede resultar en el sufrimiento o en la muerte de la obra de tus manos.  Tú que eres compasivo y misericordioso, concede fuerza a mi cuerpo y valor a mi mente, e implanta en mí un espíritu de integridad. Bendito eres Tú, amo de todas las obras, Creador de todos los seres vivos”.

Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE

Noelalvarez10@mail.com

 

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