La derecha se debate entre dos textos, uno de los cuales no admite discusión: la Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela o la Ley Patriota de los Estados Unidos. A la última le agregan otros instrumentos que la barnizan con mayor atractivo para ese sector: el Tiar, la Orden Ejecutiva de Obama y el Plan Colombia. En cuanto al Alca, un comandante de paracaidistas hace rato la mandó al carajo. Firme aquí.
Un sector opositor se apartó de la dirigencia que hoy se arropa con una bandera distinta al tricolor que nos legara Francisco de Miranda. No cree en la conseja ultramontana del ex embajador yanqui en Caracas, William Brownfield, quien disfrutaba al afirmar que mientras más se haga sufrir al pueblo venezolano y se acelere el colapso, más rápido podrán regalarle al autoproclamado la silla que anda buscando como lo que no se le ha perdido.
Solía decir Fidel que aquellos que más se arrastran a los poderosos, son más despreciados por estos. Claro, después les pasan la mano por el gélido cogote para que digieran mejor la humillación. La ultraderecha, el G4, la fracción 16 de julio, los llamados “guerreros del teclado” de Miami y Bogotá, acaban de ser echados al “realismo mágico” por uno de sus más conspicuos jefes: Eliott Abrams. No significa esto que la invasión militar imperialista esté descartada, pero sí que la misma no depende de lo que chille esta doña o gruña aquel mequetrefe.
Ninguna derecha en la historia ha contado con el apoyo económico, diplomático y político del G4 y sus pandilleros. Ninguna derecha en el planeta ha sido más inepta y servil. Frente a las elecciones de 6D se vuelve a debatir entre lo que establece la Constitución Nacional y lo que le ordena la Casa Blanca. La envalentona el tour que anda haciendo por Brasil, Colombia, Guyana y Surinam el halcón Mike Pompeo. Jura que lo del “realismo mágico” fue solo una coartada genial de Abrams.
He allí el dilema de sus seguidores: coartada imperial o Constitución Nacional de la República Bolivariana de Venezuela; Patriot Act o Carta Magna. Una clase política que ha llegado a plantearse su destino y el de su país en estos términos, está mal, para decirlo con repulsión pero con decencia. Más que mal, está en pleno proceso descomposición. Súbase el tapabocas, haga el favor.