“Hay que nacer para humano, pero sólo llegamos plenamente a serlo cuando los demás nos contagian su humanidad.” Fernando savater.
La historia no se repite, son los hombres y mujeres que repiten los mismos errores en distintos lugares y períodos imprimiéndoles ciertos rasgos y características a los fenómenos sociales, que los hace muy parecidos, pero, indudablemente éstos tienen sus propias manifestaciones y determinaciones y cumplen ciertas condiciones, que los hacen muy particulares y al mismo tiempo bien diferentes y únicos.
Venezuela es un caso interesante para la historia y los historiadores. En nombre del denominado socialismo del siglo XXI se encubren afanes militaristas, totalitarios y delincuenciales que se intentan revestir con un manto de sensibilidad social. En su nombre se agazapan también el fascismo y el nazismo.
En esa especie de bodrio ideológico que anima a ese grupo de resentidos y desadaptados sociales que conforman el régimen que en mala hora y mañosamente se apoderó de las riendas del Estado venezolano, se observan los rasgos característicos del fascismo que inspiró a Mussolini, el cual surgió como un movimiento oportunista y circunstancial, sin ideología definida, cuya doctrina fue concebida desde el poder.
Si analizamos bien al régimen, nos damos cuenta que lo impulsa no sólo lo peor del comunismo y del fascismo, sino además, lo más aterrador del nazismo. Si bien estas dos últimas doctrinas surgen en el fondo por el temor de las sociedades italianas y alemanas al comunismo, todas ellas tienen en común su mensaje de odio, guerra, terror y muerte. A esos que intentan someternos, los caracteriza una especie de Frankestein ideológico similar a lo que ya han sufrido otras sociedades a nivel mundial, pero con un mayor acento de perversión.Su fanatismo, ambición y su insensibilidad humana le imprime rasgos parecidos a las doctrinas más aberrantes conocidas por la humanidad, pero, su perversión y degradación ha superado toda imaginación.
Las imágenes propias del averno que hemos sufrido los venezolanos han quedado grabadas para la historia con el informe de la Misión internacional de investigación que trabaja para el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, al cual, asombrosamente ingresó Venezuela. Menos mal que su tiempo es finito. Ese es un informe que nos reconcilia con la humanidad y nos contagia de optimismo con respecto al futuro de la libertad en Venezuela. Aconsejo darle lectura aunque sea al resúmen de 21 páginas de las más de 400 que contiene con soportes bien documentados.
Los hechos son bien conocidos por nosotros y más por las víctimas y familiares que los han sufrido y han sobrevivido. Con ese informe, el mundo conocerá horrorizado y avergonzado de la especie humana, la naturaleza de los antivalores que los ha animado y el porqué de la huida del espanto y del terror de más de 5 millones de venezolanos que hemos tenido que abandonar lo que tanto amamos: nuestra tierra y sus paisajes, nuestra familia, nuestros amigos, nuestra cultura, para aventurarnos, exponernos, luchar y acogernos al sentido humanitario en otras latitudes y confiados en nuestros potenciales y la misericordia de Dios.
El mundo tiene en sus manos un instrumento que debe tocar las fibras de la humanidad y que debe contagiarla para justificar acciones dirigidas a extirpar a ese modo tan primitivo de hacer la política, de suprimir el típico estilo chimpancé que se ha entronizado en el poder y que se ha convertido en una amenaza para el continente americano, y más allá, en su alianza y contubernio con los representantes del mal en el planeta, en una amenaza para la humanidad.