Eligio Damas: Según Erika Farías, sorprendió a Rafael Uzcátegui, infraganti, en un burdel

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Al levantarme y entrar en Twiter, lo primero que hallé fue dos notas de Erika Farías, donde dice que optó retirar las fotografías puestas en las redes por ella, referentes al caso Rafael Uzcátegui y la razón “muy convincente” por demás, según la cual, eso hace por tomar un “dictado de Chávez”, por ser su hija.

Es decir, Erika también es hija putativa, como lo es Maduro, del Comandante y expresidente Hugo Chávez.

Claro, el lector es inteligente y tiene sus herramientas y por eso sabe – copio textualmente del diccionario para evitar malos entendidos – que el hijo o hija putativo o putativa, nada tiene que ver con burdeles y putas, más bien se trata de un adjetivo que se aplica al “reputado como pariente sin serlo”. Y también el “derecho que se supone tiene una existencia legal, sin ser cierta”.

Basta que Erika haya decidido ser hija del comandante Chávez, para que eso tenga sus efectos por lo menos para la publicidad, pues no hay duda que habrán muchos que eso asuman como valedero. Pues el hijo putativo, como ya dijimos, volviendo al diccionario, es bueno remarcar este dice que, un hijo putativo es un “reputado como pariente sin serlo”. Y el reputado es una “persona que tiene reputación o prestigio” de algo. Es decir, no es que reputado sea ser putativo dos veces o más, sino que es muy conocido como tal.

Como hemos dicho en otros trabajos acerca del origen del poder que ejercen quienes gobiernan, estos han puesto empeño no en ser seguidores de Chávez o hasta “continuadores de su obra” o en quienes quedó todo el poder que este supo construir, sino en ser sus hijos, sus herederos y, en consecuencia, con todo el derecho a usufructuar esa herencia y sin que nadie pretenda negársela y hasta pretender arrebatársela. Y ellos, en consecuencia, han procurado mantener esa reputación para que nadie intente quitarles lo que por derecho putativo les corresponde.

En efecto, Erika Farías, publicó en su cuenta Twitter las siguientes notas, que hasta hoy 22-09-2020 a las 10.10 a.m., era posible leer:

1.- “Tomando dictado como hija de Chávez, retiro las fotos publicadas. Seguimos y seguiremos batallando por la eliminación de todas las formas de violencia contra la mujer.”

2.- “Con la misma contundencia con que hago la corrección anterior, reafirmo nuestro compromiso en el combate a la doble moral que les sirve de base”.

Lo primero que resalta aparte de reclamar su condición de hija putativa de Chávez, es eso de “tomando nota como hija de Chávez”. Es decir, revisando los dictados de Chávez, se percató que había pecado y en consecuencia debía corregir o por lo menos tapar la falta, pues quedó como en evidencia. Es como repetir algo al caletre por no haber entendido nada.

Y resalta porque, en mi cotidianidad, cuando se menciona a a alguna gente, especialmente a Erika, siempre recuerdo a una joven alrededor del comandante en esa actitud de como tomando nota o dispuesta a salir disparada a cumplir un deseo. Yo le veo algo así como aquel Eloy Tarazona alrededor de Gómez. Y cuando digo esto, ¡sálvame Dios de la maledicencia porque comparé a Chávez con Gómez!, cosa que jamás se me ocurriría dado el alto concepto que tengo del comandante muerto, sino por hacer alusión a un ejemplo casi clásico de fidelidad y deseo de servir.

Yo hubiera optado por decir “Mujiquita”, si me apresuro, pero en la concepción del maestro Gallegos, “mujiquita” es el ejemplo del intelectual que se pone al servicio del poder y este no es exactamente el caso, aunque uno le busque las cuatro patas al gato. En el caso de Erika, se trata de una joven de origen muy humilde que, por lo azarosa de la vida nacional de su tiempo, se vio de repente, viniendo del barrio y desde los espacios donde vive la gente humilde, al lado del hombre más poderoso del país. Algo así como el mendigo que, de repente, se halló suplantando al Príncipe. Siendo ella además una militante por las causas justas y joven al fin, llena de buena fe, no es acertado verla sino así, como ella misma se asumió. Una joven impactada y hasta entregada a la causa de “su comandante” y es natural que se viese como hija suya.

Por ese encandilamiento, poca experiencia, metida en Miraflores, justo en el sitio donde muchos sueñan estar y con un inventario muy poco apertrechado, es natural que optase por eso de tomar “dictado como hija de Chávez”.

Erika, no tuvo la oportunidad que tuvieron muchos, quizás no fue la mejor, de reunirse con demasiada frecuencia a discutir cosas con gente y en medio de la discusión, que más de las veces al mismo tiempo era una parranda, empezar a cantar en coro:

A beber, a beber en el fondo del mar porque ya no se puede beber en la tierra”.

Tampoco por mujer, y eso es una contundente demostración del machismo que aquí impera, pensando que ella alguna vez estuvo metida en los rigores de la lucha clandestina que, por su edad no creo, y si estuvo, no fue por mucho tiempo, vivió la experiencia de hacer el contacto dentro de un burdel porque allí, según el razonar de aquel tiempo, era poco probable que la policía buscase al clandestino y las ideas subversivas. Aunque pudo, sin mayor esfuerzo, como la esposa de Don Rigoberto, de la novela de Vargas Llosa, “Los cuadernos de Don Rigoberto”, entrar a algún burdel disfrazada de hombre. Y el dejar lo que uno cargase, algo comprometedor, en manos de una puta de confianza, incapaz de traicionar su moral y la amistad, en vista que la policía cerca ronda y a uno lo podía requisar.

Pero no se quedó en eso de tomar el dictado, que al parecer es un razonar con madurez y percatarse del grave error que cometió, desde la perspectiva del político envuelto en una fecunda crisis o quien se maneja en función de moralismos que, lejos de parecer puritanos se exhiben como nocivos, llenos de profundos prejuicios y condenas a una forma de vida determinada por las relaciones de la sociedad en la cual Erika gobierna, sino que condenó, en este caso a Rafael Izcátegui, sin importar las razones por la que allí estuviese, por “los flagelos que nos afectan y a la doble moral que le sirve de base.”

Es decir, un ciudadano que vaya a esos espacios, aun siendo un militante probado de la izquierda, como los tantos luchadores clandestinos que allí acudían y muchas de las damas que eso tenían como trabajo y prestaron sus servicios a la lucha, deben ser condenados “por la doble moral que les sirve de base”.

Yo ya no voy a esos espacios. Esos tiempos, lamentablemente quedaron en el pasado para mi, de cuando el “Chama”, aquel de frente la Plaza Sucre, en Catia, si mi memoria no traiciona y “El Campito” de la Guaira. Y de las tantas damas que conocí en “La Zorra”, también en el antes llamado Estado Vargas y “El Paralelo 38” de Cumaná, donde recibí mi primera trompada de un dirigente sindical adeco, quien creyó prudente y pertinente responder de esa manera a mi entonces y reciente condición de fundador del MIR, siendo yo apenas un muchacho de 18 años, ya autorizado para entrar a los burdeles. Un aviso de lo que muy pronto nos vendría, una persecución tenaz y hasta voluptuosa contra nosotros, en veces contra las putas mismas, que encontró muchas veces escape en los burdeles. Y nunca supe que aquello nuestro fuese cosa de doble moral. Eso sí, me consta, para los muchachos copeyanos, la entonces ultraderecha de mi tiempo, si lo era.

Alguien algún día, despojándose de su “doble moral”, tendrá que imponer la justicia y mostrar al mundo el aporte de las putas y burdeles en la vida de los combatientes clandestinos por la justicia y la libertad. Y también el valor de ellas como madres y seres humanos, aunque hay algo de eso en la literatura y arte clásicos. En “Los Miserables”, Fantine, es un virtuoso ejemplo de ello.

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