No importa cuán sucio sea el negocio, lo importante es que produzca dinero. Ese fue, por lo visto, hasta hace poco, el lema del Deutsche Bank. Los intentos de justificarlo parecen ineficaces.
“La confianza es el principio de todo”: así rezaba una propaganda del Deutsche Bank de los años 90. Eso ya es historia, pero el mayor banco de Alemania perdió completamente la confianza de sus clientes en los últimos años. Como esa institución bancaria quería jugar en la primera división, tiró todas las reglas por la borda, evidentemente, porque no podía tener éxito otra manera. El rédito, ante todo. La máquina de ganar dinero tenía que estar siempre bien aceitada, y los banqueros alemanes daban por bueno cualquier método para lograrlo.
Ya fuera manipular los intereses, lavar dinero, hacer tratos con organizaciones de créditos poco seguras, negocios con clientes dudosos, como el perpetrador de abuso sexual Jeffrey Epstein, el Deutsche Bank (DB) estaba metido en todo, cuanto más sucio, mejor. Y como lo demuestran ahora los informes del FinCEN, Deutsche Bank encabeza la lista, acusado de más de la mitad de las actividades sospechosas filtradas.
La autoridad financiera de EE. UU. se refirió a “codicia y corrupción” en su informe final de 2015, cuando se descubrieron los negocios de lavado de dinero del DB en Rusia. La codicia y la corrupción habrían sido los disparadores del sistema del Deutsche Bank. Luego de haber pagado multas por 600 millones de dólares, el banco alemán prometió limpiar la casa a fondo. De hecho, esa institución invirtió desde entonces cerca de 1.000 millones de dólares en la mejora de los mecanismos de control, aumentando el personal de ese departamento a 1.500 empleados. Sin embargo, las filtraciones de FinCEN muestran que los oscuros negocios con Moscú continuaron también después de eso. En 2017, el DB envió informes acerca de las sospechas de dichos negocios con Rusia a las autoridades de EE. UU.
Como es de esperar, las autoridades de Deutsche Bank rechazan cualquier tipo de acusación en su contra. Y alegan que los informes filtrados del FinCEN fueron reportados por ellas, y que pertenecen al período hasta 2016. Ahora el Deutsche Bank “es otro banco”, aseguran. También las acusaciones contra el presidente de DB, Christian Seweing, son “infundadas”. Sewing, según el DB, nunca vio ni firmó los resultados de las pruebas, un argumento poco consistente para sacar al actual jefe de Deutsche Bank de la línea de fuego.
No. Cada vez queda más claro que el tan mentado “cambio de cultura” en el Deutsche Bank no ha avanzado casi nada, y que, evidentemente, no todos los 88.000 empleados han entendido de qué se trata realmente eso. Sí, sin duda Alemania, país exportador, necesita un banco que opere a nivel internacional. Pero las afirmaciones sobre que ahora todo está bien, y que esos escándalos pertenecen al pasado se han revelado como puro maquillaje gracias a las filtraciones. Tal vez los ejecutivos del banco en Fráncfort deberían volver a apostar a la antigua propaganda: “La confianza es el principio de todo”. Eso es lo que no funciona hasta el día de hoy. Los informes del FinCEN son una declaración de bancarrota para el Deutsche Bank.