La triple crisis sanitaria, económica y social desatada por la pandemia de la Covid-19 puede convertirse en un catalizador que acelere cambios en la Unión EAñadir nuevauropea que se habrían ralentizado en otro tipo de circunstancias. Hay importantes asuntos, como la emisión de deuda conjunta entre todos los países de la Unión Europea que ha dejado de ser un tabú. Se debate sobre la necesidad de combatir la crisis mediante la creación de un fondo para la recuperación, que podría suponer un incremento del próximo presupuesto de más de un 5% del PIB de la Unión. En cualquier caso, lo que parece claro es que la solidaridad y la coordinación son claves claves para encontrar una salida conjunta positiva.
La pandemia de Covid-19 está desencadenado una crisis sanitaria, económica y social en la mayor parte del mundo, de especial intensidad en los países del Sur global y con profundas implicaciones geopolíticas.
Para Europa puede ser un factor catalizador de cambios que de otra manera se habrían producido con mayor lentitud. Justo antes del comienzo de la pandemia, en el debate sobre presupuesto de la Unión Europea para el periodo 2021-2027, se discutía acaloradamente sobre la posibilidad de cambiar su reducido tamaño (en torno al 1% del PIB anual) en términos de décimas o centésimas. Apenas tres meses después, la emisión de deuda conjunta entre todos los países de la UE ha dejado de ser un tabú. Ahora el debate se centra en combatir la crisis mediante la creación de un fondo para la recuperación (Next Generation UE) por valor de 750.000 millones de euros, que supone añadir al tamaño del próximo presupuesto más del 5% del PIB de la UE.
El papel de Europa en la crisis sanitaria
La crisis de la Covid-19 es ante todo una crisis sanitaria. Hacerle frente con la mayor urgencia y eficacia posible se ha convertido, con razón, en una prioridad política de primer orden. Y ahora estamos viendo que la UE puede desempeñar un papel clave en el ámbito sanitario que no habíamos imaginado hasta ahora.
La licitación conjunta lanzada por la CE para la adquisición de material de protección individual al comienzo de la pandemia demostró que hay cosas que podemos hacer de forma mucho más eficiente si se realizan a nivel de la Unión Europea, en lugar de que cada país miembro lo haga por su cuenta.
La estrategia de la UE para obtener una vacuna contra la Covid-19 es otro ejemplo. Acelerar el desarrollo, la producción y el despliegue de vacunas es un proceso enormemente complejo y arriesgado. La acción conjunta de todos los países de la Unión aumenta la probabilidad de encontrar una vacuna y facilita su producción en las cantidades necesarias.
Esta pandemia ha expuesto trágicamente la necesidad de conseguir una mayor autonomía estratégica en el ámbito sanitario, que se conseguirá de forma mucho más eficiente si se realiza a nivel de la UE. No éramos conscientes de que una sencilla mascarilla, unos guantes u otro equipo protector podrían llegar a ser tan necesarios. A raíz de la crisis del petróleo de los años 70, aprendimos a dotarnos de stocks estratégicos de petróleo, porque los suministros podían cortarse en cualquier momento. Ahora hemos aprendido que nos hace falta acumular stocks de recursos críticos, incluyendo ciertas medicinas o productos químicos en caso de una reducción de la oferta. No nos habíamos dado cuenta de nuestra enorme dependencia de China o India en medicamentos esenciales como el paracetamol o los antibióticos.
Según la propuesta de la Comisión, una parte del fondo de recuperación se destinará a un nuevo programa sanitario llamado EU4Healt, el más ambicioso de la historia de la UE en este ámbito. Uno de sus objetivos es relocalizar en la UE la producción de ciertos materiales y equipos sanitarios vitales, y establecer un protocolo para la fabricación temporal de ciertos productos en momentos críticos que nos permitirá estar mejor preparados para el futuro. Se propone también la creación de una reserva común de equipos médicos y profesionales sanitarios dispuestos a prestar asistencia allí donde sea más necesario en Europa.
Pero esta pandemia es un reto global cuya solución requiere una cooperación internacional que va más allá de las fronteras de la UE. Mientras en Europa y parte de Asia lo peor de la crisis sanitaria parece haber quedado atrás, en otras partes del mundo la pandemia sigue expandiéndose a nivel global, que amenaza con provocar una catástrofe económica y humanitaria en América Latina, el sur de Asia y en África Subsahariana. Hace falta urgentemente reforzar los sistemas sanitarios, especialmente en los países más pobres de África donde la pandemia puede producir estragos.
El mundo necesita tests que permitan diagnosticar la enfermedad, tratamientos para tratarla y nuevas vacunas que permitan solucionar definitivamente el problema. Hasta que el virus no esté erradicado en todo el planeta, la amenaza de nuevas oleadas de contagios no desaparecerá en ningún país.
Y lo necesitamos en tiempo récord y a una escala global, no solo para los países más ricos. Es un reto formidable que requiere la acción conjunta de gobiernos, organizaciones sanitarias, empresas farmacéuticas y la implicación de la sociedad civil a lo largo y ancho del planeta.
En su reunión de finales de marzo de 2020, los líderes del G-20 se comprometieron a actuar conjuntamente contra la pandemia. En esta línea, la OMS lidera desde abril un programa de acción global para acelerar el desarrollo de esas tres herramientas contra la misma: tests, terapias y vacunas. Además de la implicación de los países europeos individualmente, la UE viene colaborando a través de la Comisión Europea con esta iniciativa y ha organizado varios eventos para recaudar los fondos necesarios. Tras el anuncio de EE.UU. de abandonar su participación en la Organización Mundial de la Salud, el papel de la UE es aún más necesario para liderar este esfuerzo de cooperación internacional sin precedentes.
La solidaridad, clave en la solución en de esta crisis
El papel de Europa es igualmente clave en la salida de la crisis de la economía internacional. Las medidas de confinamiento y de distanciamiento social para frenar la expansión del virus van a provocar en 2020 la mayor recesión mundial al menos desde la Segunda Guerra Mundial. Aparte de su intensidad, lo que caracteriza a la crisis desencadenada por la Covid-19 es su globalidad: la caída de la actividad afecta al 93% de los países del mundo, según el FMI. Según el Banco Mundial, esta va a ser la recesión que va a afectar simultáneamente a una mayor proporción de países desde 1870.
El virus se ha extendido por todos los Estados miembros de la UE, pero sus efectos económicos están siendo muy distintos. Son los países del Sur, con una estructura productiva más dependiente del turismo, los que están siendo más golpeados, lo cual amenaza con agudizar la divergencia entre el Norte y el Sur de la zona euro.
La reacción de Europa está siendo más rápida que durante la crisis de la eurozona. La enérgica reacción del BCE está permitiendo a todos los estados miembros emitir deuda a tipos de interés muy reducidos para financiar los enormes déficits públicos generados, y ha alejado el espectro de una nueva crisis de la deuda soberana que podría poner en peligro la integridad de la zona euro.
La Comisión también respondió muy rápidamente. Tras la activación de la cláusula de salvaguardia del pacto de Estabilidad y Crecimiento y la introducción de un marco temporal para permitir las Ayudas de Estado, los gobiernos nacionales han aprovechado la mayor flexibilidad que permiten ambas decisiones para extender una red de seguridad a las familias, trabajadores y empresas de sus países con una rapidez y una intensidad que no tiene nada que ver con la lenta y dificultosa respuesta que dimos en la crisis del euro.
Pero las diferencias en la respuesta de las políticas fiscales nacionales son muy notables. Algunos países pueden responder con una mucho mayor potencia fiscal que otros con ratios más elevados de deuda publica en relación al PIB, y la diferente reacción amenaza con profundizar la divergencia económica durante la recuperación, poniendo en riesgo la viabilidad del mercado único y con ello la cohesión de la Unión.
La propuesta del fondo de recuperación de la Comisión supone responder a esta crisis excepcional dando un salto cualitativo en la organización de la solidaridad europea. Los países de la UE emiten deuda conjuntamente y a gran escala, y los fondos obtenidos de los mercados se reparten en forma de transferencias directas (no solo préstamos) que no elevan el nivel de deuda de los estados que las reciben y se destinan en mayor medida a los países más afectados por la crisis. Además, la recuperación se aprovecha para acometer una profunda transformación estructural de los sistemas productivos de la Unión para hacer frente a los retos en materia medioambiental, digital y social de esta década y de las próximas.
La solidaridad es la clave de la respuesta a esta crisis global y multidimensional. Dentro de Europa y más allá. A nivel internacional, la solidaridad internacional requiere también un salto cualitativo. Un gran número de países del Sur global necesitan la ayuda de los demás y a una escala sin precedentes. Reforzar sus sistemas sanitarios y aliviar sus problemas financieros es ahora lo más urgente. Para estos países, controlar la expansión del virus y afrontar la emergencia sanitaria resulta mucho más difícil por sus problemas estructurales. A ello se añade una crisis económica brutal. Para el conjunto de los países emergentes y en desarrollo (excluyendo a China) el Banco Mundial prevé la mayor contracción económica desde al menos 1960, momento a partir del cual se dispone de datos cuyos efectos podrían prolongarse durante años.
La fuerte caída del comercio mundial, la paralización del turismo,
el frenazo de las remesas de emigrantes, el desplome de los precios del petróleo y otras materias primas unido a las dificultades para obtener financiación externa conforman una tormenta perfecta, que puede poner en riesgo la reducción de la pobreza y los avances en el bienestar para la población conseguidos por muchos de estos países durante años.
Cambio climático, desigualdad, globalización
Mientras no se pueda contar con el liderazgo de EE.UU. movilizando a la comunidad internacional en la solución de problemas globales, el papel de la UE es aún mayor, tanto en la salida de la crisis económica mundial como en la de los otros retos globales como la pandemia o el cambio climático, cuya solución no es posible sin solidaridad mundial a gran escala.
En 2020 se va a producir una gran caída en las emisiones de CO2 como resultado de haber tenido que generar un coma inducido por el confinamiento de billones de personas, de las restricciones a la movilidad y del colapso de la actividad económica mundial. Pero la caída puede ser un espejismo. La información disponible apunta a que las emisiones podrían repuntar con fuerza en la fase de recuperación en los principales países contaminantes del planeta. En China, el ritmo de expansión de centrales térmicas es el mayor desde 2005 para favorecer la recuperación económica. EE.UU. se prepara para abandonar formalmente el acuerdo de París el próximo mes de noviembre.
Europa es la excepción, junto con algunos otros países como Corea del Sur, RU o Japón, que ven la recuperación como una oportunidad para avanzar en la transición hacia una economía sostenible. El relanzamiento de la economía global tras el confinamiento no puede consistir en volver a los antiguos hábitos contaminantes. Debemos aprovechar la oportunidad para reforzar la concienciación social sobre la necesidad de transformar las economías, con un esfuerzo masivo de inversión en energías renovables y desarrollo sostenible, y un apoyo igualmente masivo a los países en desarrollo.
Sin embargo, esta crisis podría tener un lado positivo si la utilizamos como una oportunidad para construir un nuevo contrato social más justo, con empleos más seguros para todos, con una red de protección social y mecanismos de redistribución mucho más potentes que permitan repartir mejor las ganancias del cambio tecnológico que se avecina, incluyendo medidas para que tributen los gigantes digitales, preferiblemente a nivel internacional, pero si no es posible, a escala europea. Así mismo tenemos la oportunidad también para corregir las debilidades del modelo de globalización desarrollado desde los años 80 del siglo pasado, que no ha puesto el foco necesario en compensar adecuadamente a los perdedores; excesivamente centrado en el just in time y la eficiencia económica y mal equipado para hacer frente a acontecimientos como esta pandemia, previsibles y devastadores.
El virus se ha extendido por todos los Estados miembros de la UE, pero sus efectos económicos están afectando más a los países del Sur, que tienen una estructura productiva más dependiente del turismo –los que están siendo más golpeados–, lo cual amenaza con agudizar la divergencia entre el Norte y el Sur de la zona euro.
El reto del cambio climático será aún más difícil de abordar tras la crisis de la Covid-19. Y contra el cambio climático no habrá una vacuna como la que ahora estamos buscando contra la Covid-19. Esta crisis va a agudizar la desigualdad global: la desigualdad dentro de los países y entre los distintos países. El aumento de la brecha entre los que se preocupan por el fin del mundo y los que se preocupan por el fin de mes va a dificultar aún más la puesta en marcha de las reformas que permitan cumplir con los objetivos de cambio climático.
La llamada Gran Recesión de 2008-2009 no produjo las reformas de nuestro sistema económico que muchos auguraban. Pero Covid-19 es un shock de intensidad mucho mayor, y las tensiones sociales preexistentes también. Si la respuesta reformadora es tan escasa y coherente como la anterior crisis, las gigantes digitales, preferiblemente a nivel internacional, pero si no es posible, a escala europea. Así mismo tenemos la oportunidad también para corregir las debilidades del modelo de globalización desarrollado desde los años 80 del siglo pasado, que no ha puesto el foco necesario en compensar adecuadamente a los perdedores; excesivamente centrado en el just in time y la eficiencia económica y mal equipado para hacer frente a acontecimientos como esta pandemia, previsibles y devastadores.
Para los europeos, esta crisis podría ser una oportunidad para que entendamos mejor que necesitamos a la UE para hacer frente a nuestros principales retos, cada vez más globales. Si actuamos unidos, Europa podría desempeñar un papel clave en la solución de esta crisis y en el diseño del nuevo orden mundial que deberemos poner en marcha tras esta pandemia.
Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad