Sr. Presidente Maduro:
Desde el más allá de este valle de lágrimas en que nos han convertido a nuestra Venezuela, los pensionados difuntos le saludamos, menos mal ya liberados definitivamente de las angustias del hambre, de la gasolina, el transporte público, el coronavirus y el caos de todos los servicios pero, interesados todavía por lo que acontece con los viejitos y pensionados amigos que quedaron resistiendo por allá el doloroso trance de la vida que están llevando.
Nos dirigimos a usted y a la opinión pública con el objeto de solidarizarnos con los viejitos y viejitas, abuelos y abuelas, jubilados y pensionados, en su reclamo de pensión digna largamente postergada por su administración.
Nos estamos comunicando por medio de Madame Kalalú quien es Maestra reconocida y legitimada en asuntos de materia, para que no se nos confunda con el grupito de difuntos corruptos que suele movilizarse a las urnas electorales para aumentar el caudal de votos de algún partido, aun 100 años después de haberse despedido de este mundo de aconteceres carnales y capitalistas. Que nadie se equivoque.
Así pues, vaya nuestra solidaridad con los viejitos que todavía resisten su gestión desde el 2013 y la guerra entre usted y el Gualdó por lo que no es de ustedes, y que ¡Ojala! logren el debido aumento antes de que la “pelona” pase a visitarlos y, no como nos ocurrió a nosotros, que primero emprendimos el camino sin retorno que ver realizada esta justa aspiración de la que estamos hablando. Y tenga mucho cuidado Señor Presidente, con el Farías, ése que tiene en la ANC y que lo asesora en materia económica, quien segurito que dice que no hay recursos para aprobar una pensión que pueda llamarse así, igual a como ya lo dijo sobre el aumento de salario para los trabajadores. Pero eso sí, él come muy bien como todos en esa ANC que devengan unos buenos dólares y que por eso están rosados y buenosmozos.
Le comentamos, por decir algo, que por aquí en el mas allá la cosa no está tan pelúa como para los abuelos enfermos de por allá debido a la crisis en el sistema de salud pública y los altos costos funerarios. No pueden elegir ni morirse ni curarse, solo sufrir la guerra entre usted y el otro presidente interino designado por el loco racista y pedófilo de la Casa Blanca. Es triste Señor Presidente Obrero, que haya ciudadanos que han tenido que posponer el descanso eterno para no dejar una deuda impagable a sus familiares, y resisten el hambre y la oscuridad parejas sin horizonte ni pensión digna que les alivie su sufrimiento. Por ese particular estamos, de este lado, hasta cierto punto mas tranquilos. Realmente, morirse no es tan malo como lo pintan. Al menos por aquí no se sienten los calambres y achaques propios de la edad ni la enfermedad, mientras que en ese breve tránsito por la vida desde el 2013 hasta el 2020 varios de nosotros y, a fuerza de languidecer por hambre y falta de atención medica y sin auxilio de la desmantelada Barrio Adentro, tuvimos que abandonar forzosamente nuestra existencia mortal y despedimos del mundo para siempre con mucha pena, y apenas con la gloria de resistir como usted nos pedía pero sin cestaticket socialista y mucho menos con merecida y digna pensión.
Tome en cuenta, Señor Presidente Obrero, que entre nosotros los descarnados se encuentran muchos maestros (activos y jubilados de aquel lado), que menos mal ya no tienen que preocuparse de sus tareas docentes porque por aquí no hace falta zapatos, ni transporte público, ni mortificantes manejos con el efectivo para pagarles a los vivos colectores. Quienes ya pasamos a mejor vida ─como dicen todavía por allá─ Señor Presidente Obrero, nos desplazamos por el vacío como si voláramos, en cuerpo astral como dirían algunos entendidos. Por cierto, Señor Presidente Obrero, aunque poco interés tenga para nosotros los difuntos, parece que se nos despierta algún sentido y estamos recordando, precisamente a propósito de zapatos, que algún vocero de su Gobierno llegó a comentar alguna vez que se acercaban unas elecciones que las cajas clap traerían no solo café sino también zapatos. Gánese unos votos y dele a cada educador un par de buenos zapatos para ir a trabajar. Desde aquí lo celebraremos espiritualmente.
Por si le cuesta tanto oír el clamor de los pensionados y jubilados vivos, preste atención entonces a las voces del mas allá también clamando por la vida y la justicia de quienes tienen derecho a una vejez digna, en vez de estar condenados a una vida miserable o a buscar comida hurgando dentro de la basura.
Lo esperamos por aquí, mas tarde que temprano.