La inacción no es una alternativa
En la primera huelga global por el clima de esta pandemia, la gente le pide una vez más a la clase política que actúe. Es tiempo de que los líderes políticos se tomen en serio el cambio climático, dice
Hace poco, cuando miraba una vidriera al pasar, me llamó la atención la enorme foto de una joven que sonreía tímidamente. Debajo de su imagen, las letras en imprenta de varios metros decían: “El futuro es color de rosa”. Una afirmación audaz. Pero a pesar del estilo estridente del anuncio, la expresión del rostro de la modelo parecía contar otra historia.
Tal vez ella sabía que estaba posando para una mentira, ya que el horizonte de su futuro está iluminado en estos días por las llamaradas de los incendios en California provocados por el cambio climático. Es un futuro en el que las temperaturas siguen subiendo, y las capas de los polos siguen derritiéndose, mientras los combustibles fósiles continúan siendo extraídos y quemados, como si no supiéramos hacerlo mejor. Un futuro pleno de catástrofes, en el que sequías e inundaciones dominan el escenario, y los huracanes hacen añicos las costas, mientras la clase política le resta importancia a todo eso, encogiéndose irresponsablemente de hombros.
Esas realidades, que representan un desacople tan devastador entre nuestro futuro y la vida tal como la conocemos hasta ahora, son el tema de la huelga global por el clima de este viernes (25.09.2020). Organizada por el movimiento internacional por el clima Fridays for future (FFF), la huelga es otra nueva forma de exigir metas ambiciosas y medidas de protección climática, un nuevo intento de interiorizar esta verdad tan simple: tenemos un solo planeta.
Entre temperaturas récord y tala de bosques
Más de dos años han pasado desde que la fundadora de FFF, Greta Thunberg, protestó por primera vez, todavía sola, delante del Parlamento sueco. Y ni siquiera ha pasado todavía un año desde que se formó en torno suyo un movimiento de huelga escolar en 150 países que movilizó, como mínimo, a seis millones de personas para exigir medidas serias para proteger el clima.
En ese lapso han pasado muchas cosas. Han vuelto a medirse récords de altas temperaturas. Siberia, Australia y EE. UU. luchan contra incendios sin precedentes, que están relacionados con el calentamiento global. Los glaciares continúan derritiéndose; ciclones en África han causado más de mil víctimas, y los campesinos de amplias regiones de Europa sintieron las consecuencias de largos períodos de sequía. Mientras tanto, la tala indiscriminada del Amazonas continúa. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dio luz verde al acceso a yacimientos de petróleo y gas en territorios de reservas naturales en Alaska, y Alemania no planea abandonar la energía del carbón sino hasta 2038.
Durante todo ese tiempo, los activistas de FFF instaron a los líderes políticos del mundo a actuar. Tal vez de manera no tan visible, ya que la pandemia los obligó a protestar online en lugar de reunirse en masa, pero siguieron haciendo presión. Solo en las últimas semanas y meses, Thunberg re reunió con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y con la canciller alemana, Angela Merkel. Y ya antes de la pandemia, ni ella ni los miembros de FFF rehuyeron decirle la dura verdad en la cara a jefes de Estado y a líderes empresariales en eventos de alto nivel en todo el mundo.
Las nuevas metas climáticas de China no salvarán solas el planeta
A esos encuentros y presentaciones a menudo se los desprecia diciendo que son espectáculos publicitarios. Sin embargo, ciudades y gobiernos declararon la emergencia climática uno después del otro, incluso el Parlamento Europeo. Y a comienzos de septiembre, von der Leyen, que había puesto en marcha el Pacto Verde Europeo en 2019, anunció que la Unión Europea reducirá sus emisiones de CO2 en, como mínimo, un 55 por ciento hasta 2030.
Esta semana, China -el mayor productor de emisiones de gases de efecto invernadero del mundo- anunció su plan de convertirse en un país neutral para el clima hasta 2060. Esa fecha está dolorosamente lejos aún y no podrá frenar al aumento de la temperatura a menos de 1,5 grados. Sin embargo, es un paso significativo en el camino de la protección del clima del planeta.
Por supuesto que es improbable que los políticos admitan haberse dejado influenciar en sus decisiones por las huelgas a favor del clima. Pero el movimiento Fridays for future ha demostrado que es difícil de ignorar y que cuenta con gran afluencia de público. Entretanto se han formado diversos subgrupos y ha surgido otras personas que los apoyan, desde abuelos y maestros hasta científicos. Por eso es difícil imaginar que los responsables de la clase política no estén impresionados por la tenacidad de los manifestantes.
Durante la pandemia los activistas de Fridays for Future encontraron otra manera de transmitir su mensaje, online y a través de afiches puestos delante del Reichstag, sede del Parlamento, en Berlín.
Durante la pandemia los activistas de Fridays for Future encontraron otra manera de transmitir su mensaje, online y a través de afiches puestos delante del Reichstag, sede del Parlamento, en Berlín.
La huelga internacional por el clima de este viernes se diferencia, tanto en tamaño como en entusiasmo, de la del fin del verano del año pasado, debido a las limitaciones por el COVID-19 de cada lugar del mundo, pero no muestra menos decisión. Como dice el mismo movimiento FFF, se protestará tanto tiempo como siga la destrucción irresponsable de la naturaleza, hasta que la crisis climática haya sido superada.
Para que eso sea posible, se necesitan acciones valientes y metódicas, tanto a nivel político como legislativo. Los políticos de todo el mundo deben actuar con tanta tenacidad como los jóvenes que llamaron a esta huelga. Si nuestros jefes de Estado y de Gobierno y nuestros líderes empresariales siguieran su ejemplo, el futuro se vería bajo una nueva luz. Tal vez no una luz rosada, pero sí una luz que merezca una sonrisa verdadera.