Durante las dos últimas semanas se han visto unas protestas sociales que se han extendido por buena parte del país. En estados tradicionalmente chavistas la gente espontáneamente ha salido a manifestar su descontento contra la irresponsabilidad de un clan que lleva más de dos décadas gobernando. A lo largo de buena parte de ese prolongado período, la casta dominante disfrutó de unos ingresos petroleros que habrían permitido convertir el país en una potencia continental. Pero, ese coctel letal formado por la ignorancia, la soberbia y la corrupción insaciable, convirtieron la nación en una sociedad miserable. El resultado ha sido el opuesto del que la sensatez y la inteligencia habrían logrado.
Frente a la rebeldía de la gente, la respuesta de los burócratas oficialistas repite el patrón de siempre. Primero, niega la existencia de los problemas por los cuales los ciudadanos se movilizan. ¿Por qué protestan si no existen motivos que lo justifiquen? Venezuela, al igual que Cuba, navega en el mar de la felicidad. Luego, denuncian que detrás de la insurrección popular se encuentra la mano peluda de la oposición. Primero Justicia y Voluntad Popular, dicen los gobernadores y alcaldes maduristas donde el pueblo se ha alzado, son los motores impulsores de la sacudida. Si no fuera por esos canallas apátridas, el pueblo estaría disfrutando de la comodidad que les brindan el Ejecutivo nacional y el regional. El cinismo más desvergonzado.
En realidad, lo que sorprende es que la revuelta popular no se haya producido antes, que sea más extendida y más persistente, pues las condiciones de vida de la gente se han deslizado por una pendiente muy inclinada a partir de 2013 cuando los precios del crudo comenzaron a descender del pico donde se habían encaramado. Además de la inflación –la más alta del mundo durante siete años consecutivos-, el otro componente básico de la erosión del nivel de vida es el colapso de los servicios públicos. Desplazó a la inseguridad personal como principal causa del envilecimiento del entorno social. Las encuestadoras más importantes del país –entre ellas Consultores 21, Datanálisis y Delphos- y el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos, han registrado y documentado ese declive con precisión. El retroceso de los servicios básicos constituye la fuente fundamental de la agitación ciudadana.
La gente no acepta que en un país cruzado por ríos caudalosos, que llegó a poseer algunas de las represas más grandes y modernas de Sur América, el agua no llegue a las tuberías de los hogares; hay familias que pasan semanas sin recibir en sus casas ni una gota del líquido. Tampoco se cala que en la nación con las reservas petroleras más grandes del hemisferio occidental, las bombas no expendan gasolina, que la poca que se produce se le regale a Cuba y que Nicolás Maduro le compre el combustible con lingotes de oro a los ayatolas iraníes. No admiten que Venezuela, siendo una potencia gasífera –la octava del planeta- carezca de gas metano y propano, porque los ineptos que gobiernan no fueron capaces en todo este tiempo de desarrollar el proyecto Cristóbal Colón -convertido en Mariscal Antonio José de Sucre-, concebido con el fin de producir gas suficiente para abastecer el consumo nacional y exportar un excedente cuantioso. No admite que, a pesar de contar con el Guri -en su momento entre las represas más grandes y modernas del mundo- en la actualidad los apagones en toda la nación, se produzcan cada vez con mayor frecuencia y extensión. La ineptitud y el desastre administrativo acabaron con Edelca y con la eficiente Electricidad de Caracas, entre otras empresas encargadas de la generación, transmisión y distribución de energía eléctrica.
Todos estos datos son obviados por los desvergonzados del gobierno, quienes tratan de refugiarse en las sanciones norteamericanas para explicar el caos y la miseria en la cual hundieron a Venezuela. Pero la gente no les cree, a pesar de la férrea hegemonía comunicacional que ejercen. Menos de 15% de la población considera que las carencias que viven se deben a los castigos aplicados por los norteamericanos y los europeos. La mayoría está convencida de que su sufrimiento tiene un solo responsable: el gobierno de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez y Maikel Moreno.
Las maromas que realiza el régimen para desviar la atención y buscar chivos expiatorios, se han encontrado con la clara percepción de la gente. En los rojos se encuentra el origen del infierno en el que se convirtió la vida. El malestar es la fuerza que empuja las protestas.
@trinomarquezc