Enrique Contreras Ramírez: Nuestra educación en la relación de poder

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Enrique Contreras Ramírez: Nuestra educación en la relación de poder

Las nuevas tecnologías han conducido a eliminar la capacidad creadora y la curiosidad por el conocimiento, la abulia se instaló en el cerebro humano, lo que aniquila el poder ontológico llevado por dentro, momificando de esta manera a una inmensa mayoría de seres humanos.

Si algo hay que reconocer en nuestra América Latina y particularmente en Venezuela, es la de tener una educación maltratada, desarticulada de nuestras propias realidades, promovida por gobiernos al servicio de intereses oscuros, a favor del gran capital, manteniendo  en la ignorancia a los pueblos, tratando de desaparecer lo que realmente fuimos  en nuestra propia historia, para que su proceso de transculturación se consolide y hacer de nuestros pueblos esclavos de manera alienante y evitar cualquier insurgencia o rebelión ante el orden establecido.

Desde la colonia a nuestros días,  se ha sembrado en nuestros sistemas educativos, el complejo de inferioridad, la enajenación mental, el analfabetismo funcional, el individualismo, los antivalores dentro de ese proceso conquistador y colonizador en colaboración estrecha, hoy día, con los medios comunicación, por culpa de gobiernos interesados en promover el oscurantismo y seguir disfrutando de las mieles que da ese dominio, para evitar ser desalojados del poder formal y convertirse en verdaderos celestinos del llamado Estado Profundo, que se consolida dentro del nuevo orden mundial, como los verdaderos amos y dueños del planeta, poseyendo en la práctica el poder real.

Cuando afirmamos que la educación desde la colonia hasta nuestros días ha respondido a los intereses del poder, basta con parafrasear al historiador Cesáreo de Armellada (sacerdote católico), profesor en la UCAB de Caracas, quien en sus investigaciones históricas indicó que el primer modelo educativo diseñado  durante la colonia comprendía tres materias, una de ellas el castellano, para eliminar los códigos lingüísticos y poderse comunicar bien con los que ellos llamaban “indios” , la segunda materia era la matemáticas donde se enseñaba las cuatro operaciones fundamentales: suma, resta, multiplicación y división. Esto se hacía de manera que cuando el encomendero viajaba a España con todo lo robado a nuestro continente, el originario que se quedaba encargado de las tierras, cuando regresara el encomendero,  le rindiera cuentas claras y la religión, para hacerle creer al “indígena” que su condición de esclavo era mandato divino. Así se comienza a utilizar el sistema educativo como instrumento ideológico de dominación, al servicio del  poder.

Para el enajenado mental, decir estas cosas, no las admite por su condición de enajenado, porque desarrolla y asimila la lógica  y el discurso del dominado y porque desconoce  la educación como acto político y no otra cosa, enmarcado y sumergido en la relación de poder y es ese poder   donde lo político y lo ideológico del que domina, marcan la pauta de la enseñanza.

¿El educador un eunuco político?

A tal efecto el filósofo y pedagogo Paulo Freire, al referirse al tema señala: “… no es posible pensar la escuela, pensar la educación, fuera de la relación de poder, es decir, no puedo entender la educación fuera del problema del poder, que es político. Es necesario que los educadores estén advertidos de eso, porque en la medida que el educador entiende que la educación es un acto político, él se descubre como un político. En verdad, el educador es un político…” (FREIRE, Paulo. Pedagogía de la tolerancia”. Edit. Fondo de Cultura Económica, México. 2006. PP. 42).

Si el educador entiende tal situación, debe interrogarse para encontrarse así mismo y preguntarse al lado de quién estoy, para quién trabajo y si concientiza el escenario, cuál debe ser mi conducta y al lado de quien debo estar.

Se presenta entonces para el educador concientizado, serias ambivalencias, una de ellas: trabajo para el gobierno y sus clases dominantes o trabajo para el país, para su desarrollo, su crecimiento, su futuro, su grandeza, para una sociedad educada en el marco de una verdadera democracia al servicio de la gente y no de los partidos –entre tantas interrogantes que se puedan presentar-.

Necesariamente se debe tomar una opción: o tomamos la educación como instrumento ideológico para la dominación al servicio del opresor o asumimos la educación como instrumento de liberación para  el oprimido y este pueda entender de salidas dignas para  señalar un camino de plena libertad del ser humano, si se toma éste último, se corre el riesgo de fracasar y este es uno de los saberes por lo que se teme a la libertad.

Esta última opción, sólo se podrá lograr si el magisterio junto a sus comunidades asume la  lucha, no solo por razones económicas QUE SON PLENAMENTE JUSTIFICADAS, sino  también a través de esa misma lucha, asuman la bandera política demandando mayores libertades democráticas y  donde padres, representantes, alumnos y todo el que tenga que ver con la educación, participe en la planeación del sistema educativo y sus contenidos programáticos, alejados de toda influencia colonizadora y politiquera, esta última es la que asumen los sindicatos, cuyo desprestigio se acelera de manera vertiginosa, porque siempre terminan negociando los intereses de las comunidades educativas y principalmente la de los educadores con el gobierno. SINAFUN, sindicato del gobierno actual en el magisterio venezolano, es un claro ejemplo de lo que estamos diciendo, así como en el ayer, los sindicatos del Punto Fijismo, sobre todo los de AD y Copei, en el gobierno, obedecían las ordenes de sus partidos, traicionando los intereses del magisterio y el de las comunidades educativas.

El interés del gobierno y de sus clases dominantes

Mientras mayor sea la ignorancia de los pueblos, más fácil es la dominación, su manipulación. Es por eso que a los gobiernos de turno, la educación la tienen relegada desde el punto de vista cualitativo, los ambientes escolares sólo muestran el deterioro de los mismos y los contenidos programáticos son organizados de tal manera, que solo sirven para reproducir los intereses de quien domina. Ahora la crisis se ha profundizado, es la barbarie posmoderna, donde la educación se manifiesta como una subcultura para embrutecer, enajenar y reproducir la  ideología del poder, como expresión de la falsa conciencia.

Las nuevas tecnologías han conducido a eliminar el poder creativo y la curiosidad por el conocimiento, la abulia se ha apoderado del cerebro humano y ha hecho que éste aniquile toda creatividad del poder ontológico llevado por dentro, haciéndolo desaparece en su totalidad.

El lugar antropológico se ha disipado como afirman algunos sociólogos, referida a  la desaparición  de  nuestra verdadera identidad compartida y acompañada, en la que se hace patente la identidad, la historia y el ethos social.

Ante estas realidades, debemos retomar nuestra condición  de seres humanos pensantes, para recuperar nuestras capacidades creadoras y reflexionar sobre la necesidad de generar en colectivo y desde abajo, una sociedad distinta al capitalismo y al socialismo, donde la educación sea un instrumento para la adquisición  de conocimientos propios, que nos puedan conducir a tener  la posibilidad de una educación para la libertad, para la justicia, para una verdadera democracia, y nos lleve a tejer un camino donde encontremos la emancipación definitiva de nuestras patrias.

Nuestra condición humana, nuestra capacidad de pensar, reflexionar, analizar, conceptualizar y crear, nos ofrece la ocasión ontocreadora de poder comprender, recrear, observar y admitir una sociedad distinta a la que hemos distinguido hasta el presente, iniciar el camino y crear la ruptura con la triste historia de la dominación. De esa ruptura edificaremos –así lo pienso- un sueño común, asistidos, rejuntados y acompañados  de manera inseparable y podamos hacernos parte de este sueño para la redención social, Es en esa redención social donde surgen los murmullos de la esperanza, de la rebelión de los saberes y del conocimiento frente al colonialismo alienante que hoy día nos plantea y nos trata de imponer el mundo globalizado en ese nuevo orden mundial.

Concientizar este contexto, no es nada hacedero, es una dura faena sobre todo para aquellos sectores masificados, momificados cuya cotidianidad radica en tratar de subsistir a la dificultad social y económica que cada quien en lo personal nos toca vivir.

Si esto es así, se debe abrir un camino para la tolerancia y la discusión colectiva, discusión que nos ha de transportar a la rebelión del saber y encontrar el conocimiento latinoamericano con criterio de totalidad, en aras de rescatar y consolidar nuestra identidad, para enfrentar las ideologías del capitalismo y el socialismo. Nuestro Simón Rodríguez lo había advertido cuando sugirió el de no imitar modelos extranjeros cuya síntesis la resumió en dos palabras: “inventamos o erramos”.

 

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