Un día antes de presentar el concurso de oposición para ser profesor de la Universidad, mi esposa llegó con un montón de trabajos de Urie Bronfrenbrenner. Entró a la casa de manera presta y dijo sin vacilación: -“Debes hacer un último esfuerzo y aprenderte todo este material”. Con una hija recién nacida, había quedado desempleado por haberme negado a inscribirme en un partido político. Ganaba mi orgullo.
Desde el día que apareció en la prensa la notificación del concurso, mantuve una rutina constante y regia. Me levantaba con el amanecer, a las seis, desayunaba y estudiaba desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche. Eran doce horas de estudio continuo, en las que no reposaba. A las ocho cenaba ligero y me acostaba a las diez de la noche. Durante ese tiempo no salí ni una vez de la casa y el esfuerzo intelectual que hice lo consideraría como una gran hazaña si no fuese porque mientras yo estudiaba, mi mujer tenía el brío inmenso de seleccionar cuáles textos debía leer para el concurso. Agarró una conjuntivitis que casi pierde la vista de tanto escarbar en estantes de bibliotecas que tenían el desorden de los naufragios y de las causas perdidas.
El concurso y los sistemas
Habíamos quedado en que el día antes no iba a estudiar, pero de los contenidos de dos programas, el tema de la teoría ecológica de Urie Bronfrenbrenner era el único que me faltaba. Resulta que, para cubrir dos cátedras, el concurso salió con doble contenido programático, de manera que estaba estudiando para dos materias. Con la disciplina que llevaba no era posible que quedase un solo tema por estudiar, así que me tatué en el cerebro cada palabra del psicólogo ruso. Esta teoría trata sobre los sistemas, asunto que tiene una deriva muy interesante, dado que la idea de que existe una unidad en la totalidad es un concepto que antecede en más de quinientos años al nacimiento de Jesucristo. La idea de que “todo tiene que ver con todo” ha sido manoseada por la filosofía y por la física y obviamente tiene prestigiosos representantes en la psicoterapia, la psicología y la psiquiatría.
Pues resulta que en justa y buena lid veinte profesionales nos inscribimos en el concurso de psicología, de los cuales yo era el único psiquiatra. Por sorteo, se sacaba un papelito de la totalidad del temario y se comenzaba por dar un examen oral con público abultado. En tono de chanza, una de las concursantes preguntó quién se sacrificaba para presentar de primero y ni corto ni perezoso saqué el papelito para enfrentar al jurado. El tema no podía ser más sorprendente:
-“Desarrolle el contenido de la teoría de los sistemas elaborada por Urie Bronfrenbrenner”.
Enemigos de los sistemas
Desde temprana edad he estado vinculado con la docencia y la libertad de cátedra. Esto me ha permitido (por ser docente en una Universidad Autónoma), establecer una larga y continua carrera como investigador y publicar el resultado de las cosas sobre las cuales he reflexionado. Desde la Academia he podido publicar una docena de libros, tres de los cuales son textos de psicología, editados por el Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes: 1. Psicología. Lecturas para educadores. 2. Psicología y contemporaneidad y 3. Los cambios psicológicos.
Mis estudiantes han leído el contenido de esas tres obras y desde la enseñanza siempre he predicado una posición sobre la conceptuación del quehacer de quienes nos dedicamos a los asuntos atinentes a los desórdenes mentales. En mis libros he enfatizado una y repetidas veces que la aproximación al conocimiento es de carácter global y el entendimiento es una suerte de rompecabezas que vamos armando en el curso de nuestra existencia, tratando de entender aquello que nos apasiona conocer. La fragmentación y el ponerle límites al pensar es una tara, una puñalada al corazón de quienes nos hemos dedicado buena parte de la vida a conocer las cosas tratando de ver el todo. Una hazaña que mientras más imposible se nos hace, más atractiva se vuelve.
Comienzo de un ensayo
Que doscientos psiquiatras formemos parte de un chat en pandemia, en el cual se intercambia información sobre nuestra vocación es sin dudas un desafío atractivo, porque puede dar pie al intercambio y puntos de vista que necesariamente han de ser disímiles y enriquecedores. Por una parte, requiere ser congruente con los planteamientos, pero por encima de todo, ser receptivo y entender que no hay una manera de conceptualizar nuestro oficio, sino que existen múltiples formas. Los factores determinantes de la salud y la enfermedad mental son variables sobre las cuales no tendremos control y la inasible salud mental puede ser entendida como parte de un sistema de interacciones que va mucho más allá del sujeto y bordea los límites del arte, porque al darse una necesidad de transdisciplinariedad como la que se requiere para ser psiquiatra, el esfuerzo por acercarse al conocimiento se hace un desafío mucho mayor.
@perezlopresti