Con el prontuario 317, Dori Parra de Orellana, por Milagros Socorro

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El mundo, ya se sabe, da muchas vueltas. Unas veces estamos muy mal y, de pronto, la calle de la vida dobla la esquina y entonces se nos abre un panorama halagador… que al pasar el tiempo vuelve a ensombrecerse. Y así.

Se trata de la joven Elena Dorila Parra Pinellaux, quien pasaría a la historia política del siglo XX venezolano como Dori Parra de Orellano. Empecemos por el principio, cuando la vida, por cierto, le traza a la muchachita los primeros claroscuros. Nació en Barquisimeto, el 25 de julio de 1923, en el hogar de Miguel Parra y Dorila Pinellaux González, (hija del inmigrante francés, Nicholas Pinellaux), que se completó con nueve hijos. La familia vivía en una gran casa, ubicada en lo que entonces eran las afueras de la capital larense, que cabe imaginar plena de risas y animación del muchacherío. Pero, en 1932, cuando Dori tenía 9 años, su madre, que entonces tenía 49, falleció.

Estas imágenes, parte del Archivo Fotografía Urbana, reproducen las dos caras de una página mecanografiada. Es el prontuario de una presa política de la dictadura de Pérez Jiménez. Por un lado, está la ficha de la convicta, con algunos datos personales y su fotografía, y el comienzo del “récord” de las actividades subversivas de la detenida, que continúa en el envés.

De diputada a torturada

Estudió hasta la secundaria e hizo Comercio en la Academia Andrés Bello; y debe haber conseguido un empleo de inmediato, porque el oficio que le atribuye el carcelero es el de “Oficinista”. En diciembre de 1947, cuando tenía 25 años, fue electa diputada al Congreso Nacional, por Acción Democrática. Eran las primeras elecciones donde las mujeres podían elegir (y ser elegidas) y ella tuvo un rol destacado en la lucha por los derechos políticos de las mujeres. Once meses después, en noviembre de 1948, un golpe de Estado derroca al presidente Rómulo Gallegos y, desde ese mismo momento, Dorila se suma a la lucha contra el gobierno de facto.

Para ese momento, ya se había casado dos veces. A los 16 años contrajo matrimonio con Miguel Ángel Escalona García, quien tenía su misma edad, quizá porque ella estaba embarazada del único hijo que tendría, Hugo Rafael Escalona Parra. Esa unión duró muy poco. En el año 50, cuando ella es fichada por la policía política primera vez, ya usaba el nombre de casada con el médico tocuyano Fortunato Orellana Anzola (1905 – 1966).

La persecución de la Seguridad Nacional, que, como vemos en las imágenes, es constante, no se limitó a la consignación de sus andanzas. Fue hecha presa y torturada. Luego diría con orgullo que nunca había hablado, pese a suplicios que la mantuvieron hasta por 72 horas de pie, con los brazos atados a las vigas del techo, y a verse forzada a ser testigo de las torturas aplicadas a un primo hermano. Desde luego, con frecuencia su casa era allanada y su familia amenazada.

De convicta a senadora

Pero llega el día en que las tiranías dan paso a democracias. En la década comprendida entre 1958 y 1968, Dori Parra de Orellana fue representante en el Concejo Municipal de Iribarren, del que llegó a ser presidenta. Fue senadora por el estado Lara, en el período 1968-1973. Entre 1975 y 1977 fue gobernadora del estado de Lara. Y en el período 1978-1983 volvió al Senado. Sería la primera venezolana en ser senadora y gobernadora de estado.

—Mi tía Dori —dice Andrés Eloy Parra— no solo desempeñó cargos de elección popular, sino también posiciones directivas de su partido, Acción Democrática, como la secretaría general en Lara. Fue una líder que jamás dio la espalda a su pueblo, al cual ayudaba sin distingos de ningún tipo. Atendió con afán al necesitado y jamás se lucró ni aprovechó su posición para beneficio propio. De hecho, es ejemplo de honestidad y honorabilidad. Por eso es admirada y reconocida por todos. El nombre de Dori Parra de Orellana es sinónimo de pulcritud y servicio.

El testimonio del pariente es confirmado por muchas fuentes. El periodista Carmelo Rivero, por ejemplo, dice: «Doña Dori, como la conoció el pueblo larense, no solo era un baluarte acciondemocratista, sino que era una figura importante en la sociedad larense. Sin temor a equivocarme, puedo asegurar que, después de la Divina Pastora, era la figura más conocida y apreciada por la mayoría de los barquisimetanos».

Un beneficiado de esos servicios que Dorila Parra prodigaba es Andrés Cañizález, doctor en Ciencias Políticas. «Mi primer contacto con algún político fue con ella», contó Andrés en entrevista. «Yo tendría 9 o 10 años cuando mi madre sufrió su primera gran crisis y fue recluida en un hospital siquiátrico. Mi madrina, entonces, le pidió una cita a doña Dori Parra de Orellana, quien me recibió en su casa. Fue un encuentro muy corto, pero ella fue muy amable y yo salí de allí con la promesa de que me darían una beca. A los pocos días, me llegó por correo una comunicación para que me presentara en el Banco de Venezuela y abriera una cuenta, donde me sería depositado un estipendio asignado por la Gobernación de Lara. Mi mamá empezó a estar enferma de la cabeza cuando yo estaba en cuarto grado y disfruté de la beca unos tres o cuatro años. Ella me ayudó sin pedirnos un carné político (mi madrina no era adeca) ni nada. Mi recuerdo, siendo yo un niño de un barrio, hijo de una enferma mental, es el de una señora que me recibió en su casa, me atendió con amabilidad, me hizo preguntas, anotó lo que le dije y luego me dio un apoyo que para mí fue muy importante».

De jefe del partido a echada de la sede

La conocida activista larense, Yuyita de Chiossone, estuvo muy cerca de “doña Dori”, como ella dice. Por motivos familiares (el doctor Orellana era pariente de su suegra) y por la natural afinidad entre dos mujeres adecas, cultas, educadas y honestas, ambas barquisimetanas compartieron, pese a la diferencia de edad, actividades partidistas y de asistencia social.

En su deseo de expresar su admiración por Dori Parra, a quien considera un auténtico dechado de virtudes y epítome del militante honrado, aguerrido y disciplinado, Yuyita de Chiossone echa mano de un par de anécdotas.

—El doctor Fortunato —cuenta Yuyita— tenía unas hermanas, Adelaida y Egilda, que eran muy buenas personas, pero trabajosas… Y mi suegra, que era prima hermana de ellos, decía: “Cómo será de estupenda y competente Dori, que las cuñadas la quieren mucho y no le encuentran defectos”. Esa fue la primera noticia que yo tuve de doña Dori. Y cómo sería de estupenda Dori, que mi suegra, siendo calderista, le prestaba su casa, que era grande, cada vez que Dori se la pedía para reunirse con sus compañeros adecos.

El siguiente cuento no es tan jovial e ilustra la lamentable degradación de Acción Democrática. «A finales de los 90, ella ya no era secretaria general de Acción Democrática en Lara, pero tenía su oficina en la planta baja de La Pechocha, como le decimos a la casa de AD en Barquisimeto (se llama así porque era originalmente de los Gómez Peraza, cuya hija era preciosa). En ese despacho, Dori Parra recibía a toda la gente que iba a plantearle casos, que ella resolvía. El secretario general de AD en Lara era Gastón Vera Cárdenas. Se estaba discutiendo la candidatura presidencial; y doña Dori era partidaria de Claudio Fermín, que en ese momento se consideraba un joven preparado, miembro, pues, de una generación que, quizás porque no se le dio paso, se malogró. Y Gastón Vera apoyaba… creo que a Antonio Ledezma».

—La Pechocha —sigue Yuyita— tiene varios pisos y un patio techado. Yo acababa de salir de la oficina de doña Dori cuando Gastón Vera entró. Dori estaba con Elba, su secretaria, una excelente trabajadora ad honorem que toda la vida la acompañó. Se encerraron. Gastón Vera le dijo: “Dori, le agradezco que recoja sus cosas y salga de la sede del partido”. Ella no contestó una palabra. Recogió su bolso, sus carpetas y salió al patio. Una vez allí, miró hacia arriba (eso lo estaba viendo yo), detuvo su mirada en cada piso, hizo un gesto de adiós con su mano derecha y salió, erguida, caminando lentamente, seguida por Elba. Se despidió de los compañeros que estaban por allí y nunca más volvió. En varias ocasiones, fuimos, las mujeres militantes, a extenderle una invitación especial para que asistiera a alguna actividad que hubiéramos organizado, pero ella jamás regresó. Tampoco tuvo nunca una sola palabra en contra de Acción Democrática, cuya fecha aniversaria, el 13 de septiembre, conmemoraba con su presencia en la misa que organizábamos en Barquisimeto. Y dejó instrucciones precisas para que, al fallecer, no la llevaran a la casa del partido.

«Era una mujer sumamente educada. De modales muy finos. Jamás le escuché alzar la voz o decir una mala palabra. Ni referirse a nadie en términos ofensivos. Entre tantas características excepcionales, doña Dori tenía dos en grado superlativo. Tenía una memoria extraordinaria. Puede decirse que conocía a todos los larenses y saludaba a cada persona por su nombre y apellido. Y la segunda es que era de una puntualidad absoluta. Ella no era como esos políticos que dejan a la gente esperando dos horas y no llegan hasta que haya un gentío ovacionándolos. Puntual y cumplidísima. Cumplía con los nacimientos de los niños, con enfermos, con funerales… estaba unos quince minutos y se marchaba. No se arranchaba, lo que constituía una doble cortesía. Ya he dicho que era muy organizada. Después que salió de AD se dedicó al Club de Leones. Fue su presidenta y rindió grandes servicios».

—Ya en su tercera edad —concluye Yuyita—, llegado el chavismo, doña Dori nunca faltó a las concentraciones de protesta organizadas en las inmediaciones de su residencia; sobre todo, las que se hacían en la plaza de Los Leones, adonde llevaba un frasquito de alcohol y un pañito para limpiar los letreros groseros que escribían los chavistas en los bancos.

Mínima declaración de principios

«Lo que yo represento para la colectividad», dijo la propia Parra de Orellana, «es el resultado de esfuerzos y desvelos que hemos venido acumulando a través de largos años de lucha, de rectitud y lealtad, principios que deben mantenerse para salvaguardar la ética partidista frente al éxito fácil, venido de la suerte, del oportunismo y de las deslealtades».

Dori Parra de Orellana, quien en febrero del 51 fue, como consta en su récord de la Seguranal, “detenida por incitar a los estudiantes en la manifestación del Día de la Juventud en la plaza Bolívar de Barquisimeto, a la huelga y al desorden” murió en Barquisimeto, el 21 de marzo de 2007.

Prodavinci

 

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