Marisa Iturriza: Mare-Mare se murió…

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Debido a que la mañana de este 13-10-20 oí por radio al súper primer magistrado nacional ordenar (habiendo tantos problemas que resolver) que en vez de Fajardo a la Autopista del Este se le ponga el nombre de Guaicaipuro nativo-puro, recordé una función de verdadero teatro popular callejero que hace muuuuchos años tuvimos oportunidad de presenciar en Cumaná, actuada casi totalmente por pescadores de la zona.

Por una calle venían los “guaiqueríes”, sin necesidad de caracterizarse por ser igualitos a lo que representaban; y por otra venían los “españoles” bastante bronceados, que tampoco necesitaban caracterizarse. En el centro de las bocacalles estaba nada menos que ¡El mestizo Francisco Fajardo!

Algunos de los actores improvisaban (también) alguno de sus parlamentos mientras parte del público ondeaba un pañuelo blanco solicitando intervenir recitando coplas. Ante la acusación de traidor, Don Francisco expresó que por sus venas corría la sangre de su madre indígena tanto como la de su padre español y era imposible separarlas, sería la que heredarían sus descendientes y miles más, aludiendo sensatamente al mestizaje, y ahí estábamos…

Volviendo a esta mañana siguiente a la del 12 de Octubre, que quieran honrar a Guaicaipuro está bien, será porque está muerto, porque a muchos, como recientemente –según lo poco que se sabe– le ocurrió a unos ciudadanos de origen Pemón, están masacrándolos en un lugar que sugestivamente se denomina el AMO, o sea el Arco Minero del Orinoco, por motivos similares a los de los conquistadores de hace 5 siglos, o sea extraer todo el oro que se pueda además de otros minerales pero, eso sí, contaminando aguas, depredando el ambiente, desterrando y exterminando pobladores ancestrales sin mucho miramiento y como contando con cero consecuencias judiciales.

Si Mare-Mare se murió en el Paso de Angostura podría decirse que no, que al igual que demasiados más, Mare-Mare sigue muriéndose porque:

La muerte del pueblo fue como siempre ha sido,
como si no muriera nadie, nada,
como si fueran piedras que caen sobre la tierra,
agua sobre el agua.

Pablo Neruda

izaturri@gmail.com

 

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