Confieso el inmenso agrado que siento cada vez que seleccionamos el tópico universitario para nuestras reflexiones.
Elucidar sobre los espacios universitarios genera inocultables emociones. De cualquier aspecto de lo que hablemos atinente de la universidad siempre despierta inquietud y ganas de seguir aportando ideas y soluciones. Eso constituye un tributo hermoso de gratitud.
A la universidad, en sentido institucional, la han pretendido no pocas veces acallar, encriptar; y cuando no han podido someterla han intentado esclerosarla, desde adentro.
Nos sentimos orgullosos e identificados, sin limitaciones ni condiciones, con el nido nutricio de nuestros saberes; por cuanto, allí se crean, re-crean, preservan, difunden y legitiman los conocimientos.
Además, por lo anteriormente descrito, La universidad ha resistido los embates desde diversos lados. Inclusive han deseado implosionarla con fetiches ideológicos.
Esa institución que algunos temerarios desearían que desaparezca; otros, no pocos, apelan a los ardides más inimaginables para intentar “arrodillarla”; porque, creen que así respondería a sus específicos intereses de cualquier tipo y ralea.
La universidad por su pura y clásica definición jamás estará al servicio caprichoso de parcelas y menos hará juegos a conveniencias individualistas. Tal vez por eso, su fama bien ganada de irreverente, protestaria y crítica.
Pues sépase, que así la queremos y necesitamos. En permanente ebullición de ideas. Con los exquisitos escenarios para las constantes confrontaciones plurales.
Han sido tales eventos los que nos motivan a repensarla; a debatir, en sus interioridades, lo que ha sido y cómo debería ser; sin que incurramos en el artificio contrario de querer modelarla según algunas egolatrías, o cerrarle sus disímiles miradas y apocar sus horizontes.
Nuestra disposición académica apunta en otro sentido: resensibilizar, desde adentro, para desplegar serias actividades de transformación. No es poca cosa, lo sabemos.
Hay demasiados asuntos álgidos en las cimientes de la Universidad que aúpan los conservadurismos, o por lo menos “reman en dirección contraria” en estos tiempos de acechanzas viles y cambios acelerados.
Tampoco debemos asumir actitudes obtusas. Lo señalo, de modo concreto, para que asumamos posición de autocrítica, frente a bastantes hechos impropios y desaciertos.
Empecemos por reconocer que estamos obligados a salir de este atolladero. Que a nadie se le ocurra que la solución, en lo inmediato, es nombrar una comisión de reforma universitaria. De lo que se trata es de transformar; que es adentrarnos mucho más allá de las formas. Transformar con libertad y autenticidad.
Vamos a decirlo con este distinguido investigador social venezolano, Alex Ferguson “La institución universitaria tiene, entonces, la responsabilidad de incitar a tener una visión crítica sobre sus propias misiones y las relaciones de ésta con la sociedad. Por consiguiente, también tiene la responsabilidad de desarrollar la reflexión crítica y de garantizar una autonomía de pensamiento…. es, sin duda alguna, el sentido que debe darse hoy a la libertad académica y científica”.
Hay que dejar atrás, añadimos, suficientemente lejos a tantos que han vegetado (y medrado) por años en las universidades. Apartemos a grupetes que se creen capitostes; a quienes jamás se han atrevido a propiciar nada que vaya a contracorriente de lo estandarizado, y menos en contra de sus intereses.
Deslastremos todo lo que alguna vez fue “legitimado”, y que ya se ha vuelto disfuncional, impracticable y estorbante.
El resumen de los colapsos que hoy aquejan a la universidad conspira para que se comprenda y aprehenda que estamos inmersos en una sociedad que valora intensamente las múltiples posibilidades generadoras de conocimientos: fuente sustantiva de sus propias realizaciones.
Acaso es mentira que en la actualidad las ignorancias tienen un alto precio.
A partir de un sustrato verdaderamente humanista, y si la intención viene a ser construir saberes, pues entonces, anudemos dos previsibles estrategias en los espacios universitarios: pensamiento crítico y libertad. Esto no es ni pecaminoso ni ingenuo. Por cuanto, pensamiento crítico y libertad conforman una síntesis intrínseca en y desde la universidad, por eso se caracteriza como indoblegable e insumisa.
Miembro de la Academia Venezolana de la lengua
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