Para evadirse de la muerte que lo acosaba y para dejar de lado la terrible intimidación, que como nube ondulaba sobre su cabeza, el héroe desandaba el camino, y regresaba a los recuerdos de su niñez. Con paciencia de monje budista, fue hilando los crímenes de la tiranía para hacérselos conocer al mundo, pero la dictadura lo cazaba noche y día. Como cuenta, nuestro compañero, para ese entonces, Abreu; Amanecía el martes 21 de octubre de 1952, Leonardo besa a sus hijos y esposa. La despedida es prolongada. Algo presiente el poeta quien había dedicado unos versos al penúltimo compatriota caído bajo la bota franquista a plomo limpio. Baja la esclarea de la planta alta y se dirige al exterior de la misma. Lo acompaña Jorge Dáger, uno de sus compañeros más compenetrados con sus ideales. Leonardo había asumido la secretaría general de Acción Democrática, el factor decisivo de la resistencia. La Junta de Gobierno, que presidía Germán Suárez Flamerict había convocado a las elecciones el 30 de noviembre de ese año para una Asamblea Constituyente, en un acto de franco desespero para buscar legitimar un régimen de fuerza.
Adecos y comunistas libraban una dura batalla contra la pretensión de los golpistas del 24 de noviembre de 1948 que habían derrocado a Rómulo Gallegos para “legalizar” un régimen despótico liderado por Marcos Pérez Jiménez. Ruiz Pineda, “Alfredo” para sus compañeros de clandestinidad, traía en sus manos aquella tarde un portafolio, un sombrero y una pistola italiana calibre 22. Jorge. Dáger que le esperaba en el recibo le dijo: “esa pistola me parece muy pequeña para ti, llévate mi 45 es mucho más efectiva”. Respuesta no se hizo esperar: “tú quieres que se me enfermen más los riñones llevando ese cañón tuyo en la cintura”. Salieron en compañía de Santos Gómez, uno de los hombres de mayor valor en la resistencia. El automóvil, en el que inicialmente se trasladan, lo conduce la luchadora social Regina Gómez Peñalver. El automóvil se detiene muy cerca de la Plaza Pérez Bonalde en Catia. Ruiz Pineda baja del auto. Camina veinte metros y aborda un nuevo vehículo, por la puerta del copiloto.
El auto era conducido por Morales Bello, quien lo esperaba aparcado a un lado de la plaza. Ninguno de los dos se percata que al salir del sitio, son seguidos sigilosamente por una moto. En ella viajaban los verdugos de la Seguridad Nacional: Daniel Augusto Colmenares Y Francisco Ramón Matute. El auto tomó la avenida España con dirección al Atlántico, recogiendo frente a la planta de la leche Silsa a Segundo Espinoza y Leoncio Dorta. Tomó la vía del puente Nueve de Diciembre, luego dobló hacia la izquierda por la avenida principal de El Paraíso hasta llegar a la Roca Tarpeya. De allí cruzó a la avenida principal de San Agustín. Había un fuerte congestionamiento de tránsito. Las luces tambaleaban. Una camioneta accidentada, donde iba un señor y varios niños los obligó a detenerse. El presunto accidente de la camioneta formaba parte de la maniobra de la. Nacional Al minuto actuaron los sicarios. Colmenares se ubica al frente de la Puerta de Ruiz Pineda, mientras que Matute lo hace en la de Morales Bello, desenfundando sendas armas de fuego. Colmenares grita: Está detenido Ruiz Pineda.
El líder sin inmutarse, saca una cédula del bolsillo de su camisa y replica: Está equivocado señor mi nombre es Alfredo Crespo. Mientras Colmenares ojea el documento de identidad, Dorta y Espinoza abren las puertas traseras del auto y buscan huir. Morales bello golpea con la puerta al agente Matute, y en ese momento Leonardo abre la puerta, tumba a Colmenares y corre hacia la avenida principal de San Agustín. Matute se percata del hecho y dispara. El secretario general de Acción Democrática cae herido de muerte. Bastó un solo proyectil para segar la vida del Ruiseñor de la Libertad. La bala penetró en la región malar derecha ascendiendo hasta la región parietal izquierda.
El cuerpo del héroe, de la resistencia anti autoritarismo, quedó tendido en la calle. Aún muerto, miraba al cielo, boca arriba, con los pies dirigidos hacia la acera, entre un gran charco de sangre; Así, escribía la nueva historia: La historia de la libertad. La historia de la democracia venezolana está emparentada con la historia del mártir de la resistencia. El ruiseñor de la Libertad: Leonardo Ruiz Pineda fue el héroe de la Venezuela contemporánea y la inspiración definitiva para derrotar la usurpación y echar para siempre del poder al sátrapa Marcos Pérez Jiménez, a sus colaboradores y a los actuales. Su verbo límpido, desnudo y radiante como arroyo montañés continúa desenterrando con tiernos pormenores, el mundo de su alborada.
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