Anoche, la cara del presidente del máximo órgano electoral de Bolivia, era todo un poema. El bien sabía lo que estaban diciendo las urnas y por eso, ante la insistencia de los periodistas, quiso dejar sentado de manera muy enfática, que ellos, los encargados de hacer el conteo final y anunciar los resultados, no largarían prenda alguna, pues privilegiarían lo que llamó la certeza. No incurrirían en “imprudencia ni ligereza”, esperarían que el agua se asentara y fuese clara.
No quería correr el riesgo que alguien poderoso, como los tantos que están metidos en medio de la contienda electoral queriendo que las urnas digan lo que a ellos conviene, les saliese a desmentir y hasta promover otro golpe y desconocimiento de la decisión popular; lo que hasta pudiera acarrearle a quien haga anuncios no convalidados por quienes esto tengan que hacer, serias y hasta dolorosas consecuencias. Sin negar que el joven que preside el ente electoral, pudiera estar actuando de buena fe, pero a conciencia de estar metido en un berenjenal y caminando sobre un reguero de pólvora. “No estamos”, pensó para sus adentros, “para correr riesgos innecesarios, es preferible digan aquí se quebró un cobarde y no se suicidó un valiente”.
Ante esa incertidumbre, y eso que uno suele llamar miedo, la mejor opción es darle “tiempo al tiempo”, dejar correr los hechos uno tras otro, que el panorama se aclare, para tomar una decisión con conocimiento exacto de causa y sabiendo lo que dice la fuerza, de la razón o de la violencia e ilegalidad. Es decir, “dejemos”, pensaron los de la Junta Electoral,” que, de hecho, en otro sitio nos den luz verde a lo que haya que decir, hacer o dejar de hacer”. Para él, y posiblemente para la mayoría de los rectores electorales, sería mejor esperar que en algún sitio, porque ese existe, los poderosos opten por una decisión y entonces esa sería la de ellos; la que pudiera convalidar el peso de las cuentas que ellos llevan por las actas que vienen llegando o hacer como es frecuente, negar los resultados e inventar una razón para desconocer al electo.
Por eso, el ente electoral decidió que no será hasta el martes cuando oficialmente entreguen resultados, cuando ya las cifras hablen con absoluta claridad y los mandos opten por reconocerlos o estos asuman la responsabilidad, por lo contrario. En cuyo caso, ellos quedarían salvados de verse obligados a ofrecer resultados contrarios y fraudulentos, hacerse cómplices de un golpe o tener que enfrentar a los golpistas.
La Junta electoral boliviana entonces lo que hasta ahora ha hecho, es darle todo el chance posible a los golpistas, bien sean estos militares bolivianos, el ilegal gobierno de turno, Míster Trump, el grupo de Lima y hasta la OEA de Luis Almagro todo juntos como en efecto es, quienes decidan validar o no lo que las urnas han dicho.
Eso le veía en la cara al presidente del ente electoral y hasta me atrevería a decir, que ponía una cara dolorosa para mandar ese mensaje y le tuviesen lástima.
La presidente ilegal, la señora Añez, por encima del ente respectivo, en la madrugada misma optó por reconocer el triunfo de Luis Arce, del MAS y especialmente de Evo, dicho de esta manera porque hay mucho de esto, porque los números son demasiado contundentes, como que supera en votos a sus dos rivales juntos de manera holgada. Sabe bien, que cualquier desconocimiento a esos resultados, estarían fundamentados en una opción distinta a la que ella encabeza ahora y además por darle más valor a su anterior discurso de la unidad del universo al cual pertenece y por lo que declinó su propia candidatura. Piensa que, en una nueva realidad, con Luis Arce presidente y lo que no es difícil predecir, lo que viene sobre Bolivia, ella pudiera convertirse en la opción válida para los opositores al nuevo gobierno del MAS.
Los resultados electorales no son nada sorprendentes para quien mire la historia boliviana con equidad. Aparte que revelan la validez del triunfo anterior de Evo Morales, desconocido por la derecha que terminó dividida, los militares, la OEA de Almagro y el gobierno estadounidense, también hablan del merecido reconocimiento y prestigio del expresidente aimara. Sólo los obtusos e interesados de muy mala fe, desconocen que, durante los períodos de gobierno de éste, el pueblo boliviano vivió los mejores momentos de su vida en por los menos los últimos 50 años; si no es valedero decir más.
Nunca antes la población de ese país, en buena parte indígena alcanzó los niveles de vida a que los llevó el ahora exiliado ex presidente. Pues se puede decir, que Evo Morales ha sido el mejor presidente boliviano a lo largo del mismo lapso que hemos demarcado.
Y es por eso mismo que ahora los electores votaron de la manera que lo hicieron para que Luis Arce asuma la presidencia.
Ahora mismo los cenáculos de la derecha política, militares, OEA, Grupo de Lima y gobierno estadounidense deben estar debatiendo qué hacer, que actitud tomar y el ente electoral esperando la seña convenida para anunciar unos resultados o coger hacia donde guarecerse.
Pero por la seña de la Añez, ya puede uno anunciar que lo que vendrá. Luis Arce será reconocido como presidente, pero le pondrán condiciones, como que, la imaginación da para mucho, acepte la propuesta de negarle la entrada a Evo a su país y a García Lineras, el anterior vicepresidente y algunas cosas más.
Y hasta les exigirán conductas distintas en materia económica a las del gobierno de Evo, de manera que las clases pudientes, los empresarios y el capital internacional tengan privilegios. Es decir, van desde el principio a intentar someterlo.
Si eso no es posible, a los primeros avisos y anuncios, contra al gobierno de Luis Arce van a lanzar de todo. Tratarán de estrangularlo, someterlo no sólo por Bolivia, sino por el cuadro todo de Sur América. Ecuador es un polvorín y allí pudiera repetirse la historia boliviana de ahora y Chile está en ebullición. Argentina, pese las posiciones de Fernández, nada distintas a lo que de él se esperaba, no puede anotársele como en disposición de apoyar de manera incondicional a los requerimientos de Trump o nuevo gobierno estadounidense a partir de diciembre.
Es decir, al gobierno de Arce tendrán que reconocer por ahora, no les queda otra opción. Esta derrota que deja muy mal parado a Trump y sus aliados, intentarán convertirla en victoria a corto plazo para recomponer el cuadro suramericano en su favor, dados los riesgos que se corren. Y la mejor forma de hacerlo es hacer lo que sea necesario para llevar a Bolivia a la quiebra.
Pero es válido recordar como Evo con su equipo, hasta el último día de su gobierno, pudo mantener la economía sana y relativamente alto el nivel de vida de los bolivianos. Tanto que el golpe contra él, debió acompañarse de una campaña represiva parecida a la de los viejos tiempos en ese país. Población indígena, obreros de la minería y de todo el sector productivo; gran parte de la población durante largos días mantuvo en alto la protesta en favor del gobierno derrocado. Fue éste uno de prestigio y enorme respaldo popular y diplomático en gran parte del mundo.
No fue pues el gobierno de Evo uno escudado en un discurso antimperialista persistente, como en efecto lo fue, sino en sus acciones y proceder en materia económica. No hubo allí una clase trabajadora soportando todo clase de estragos, como salarios que casi hablan de esclavitud, mientras una densa capa de empresarios e integrantes del gobierno vivían a plenitud el goce. Y es justamente por esto, no por el simple discurso, que el MAS, con Luis Arce vuelve al gobierno.
Lo que enseña y ratifica aquello de “sí se puede”, pero poniendo los pies sobre la tierra, entendiendo que nadie sobra, que la obra por hacer tiene muchos amigos, hay que restarle enemigos, nunca inventarlos y nadie está ungido por Dios o sus dioses, para hacer lo que le venga en gana hasta en contra de la contundente realidad. Si el verdadero enemigo es poderoso hay que unir a los potenciales amigos, pero no sometiéndoles, obligándoles, hasta humillándoles, sino dándoles su derecho a participar y protagonizar porque el frente debe ser y es muy amplio.