Para esta entrega, tenía unas notas -conceptuales- sobre la estupidez, pero aparecieron las elecciones en Bolivia y creo que debo relacionar ambos temas porque sus resultados son un buen ejemplo de lo que nos trata de decir el catedrático de psicología de la Universidad de Granada, Emilio Gómez Milán, sobre ese grave síndrome mental.
La estupidez, dice el Gómez Milán, no sólo es una aptitud que revela bajo coeficiente intelectual, sino que también puede ser generada por una actitud que no permite al afectado ver la realidad ni las consecuencias de sus acciones.
En el fondo de los casos de estupidez como expresión de actitud, señala Gómez Milán,…”suele haber un conflicto de poder”. Es decir que…”el estúpido tiene su propia lógica y actúa de ese modo y no de otro porque su objetivo no es resolver el problema que enfrenta sino preservar su estatus”.
“Sobre el ‘modus operandi” de los estúpidos y sus motivaciones nos ha contado cosas fascinantes”… dice Gómez Milán. Por ejemplo, entre quienes creen que hay que quedarse en casa (para evitar enfermarse), predominan gente y gobiernos de izquierda; y entre quienes creen que hay que salir a la calle, no sólo a trabajar (para no morirse de hambre) sino también a hacer lo que les dé la gana, predominan los de derecha. La estupidez llega a politizar y polarizar el manejo de una pandemia; flagelo que no puede ser manejado en una sola dirección porque, si te quedas en casa, te mueres de hambre y, si sales sin precaución, te mueres de enfermedad. Se trata de un dilema y los dilemas hay que manejarlos como tales: buscando el equilibrio entre dos polos, en este caso, salir a trabajar con máximas precauciones.
El orgullo, el egoísmo, el resentimiento, los intereses creados, las ideologías políticas y religiosas extremas tienden a convertir a los humanos en estúpidos interesados que no piensan sino que dejan que “el librito”, sus prejuicios o intereses particularistas les dicten lo que tienen que hacer. El problema está en que esos estúpidos no sólo se perjudican a si mismos sino que terminan perjudicando a muchos porque tienden a polarizar sus posiciones y la polarización hace que los dilemas o conflictos no se puedan resolver negociando o buscando un equilibrio porque, para los polarizados, moderar o negociar es renuncia, pecado o traición.
Las elecciones presidenciales bolivianas del domingo 18-10-2020 son un ejemplo de estupidez de parte de la oposición de ese país: un clarísimo ejemplo de que su objetivo no era resolver el problema que enfrenta (el régimen hegemónico, polarizador y perpetuo al que aspira Evo Morales) sino preservar su estatus (el afán de cada líder de ser Presidente, lo cual colide con conformar un frente común y elegir un solo candidato).
El contraste entre la unidad del MAS boliviano, el partido de Evo, y la desunión de los partidos de oposición, fue la clave de la derrota. En ese divisionismo ya habían caído los mismos partidos en el proceso electoral anterior, en el cual Evo pretendió un fraude para declarar mayoría absoluta sin tenerla. El problema original no eran el ventajismo y la trampa de Evo, lo cual está cantado en los gobiernos chavistas, sino que la oposición fue desunida, apostándole a que el entonces presidente no sacaría la mayoría absoluta. Si hubiese presentado un solo candidato, probablemente habría ganado la oposición de una vez; evitándose tener que recurrir a la OEA para que constatara el fraude y la creación del débil interinato de la Sra. Jeanine Áñez en la Presidencia.
El error de cálculo de la oposición se repitió al dar por sentado que habría segunda vuelta; quiso ver la primera ronda como unas primarias para decidir a quién apoyarían todos al final. Pero, ganó Luis Arce, el candidato del MAS. En este triunfo también contribuyó que ese partido fue apoyado por la izquierda internacional alineada en el Foro de Sao Paulo; mientras que las derechas no tienen un mecanismo similar que encauce a sus movimientos a evitar estupideces.
La oposición también se equivocó al hacer campaña alrededor del tema de la legitimidad política, el tema que sacó a Evo del poder. Pero, cada vez que se tocan temas principistas, como el de la corrupción, el pueblo siempre se pregunta: “¿Y con qué se come eso?” En contraste, Evo colocó como candidato a su ministro de finanzas por 10 años en una época de crecimiento socioeconómico, evocando así mejores tiempos.
En el caso de Venezuela, si la oposición fuese unida, con un solo candidato por curul, le ganaría al chavismo 80 a 20 en las parlamentarias; repetiría el triunfo del 2015; pero…, como Ud. no necesita que le vuelva a escribir el artículo, sólo añado que las condiciones clave para que la oposición pueda ganar elecciones no dependen tanto de las que pone el gobierno sino de su propia unidad, como lo demostró en 2007, 2015 y 2018.
@joseagilyepes