Un acuerdo que duele en Turquía y Rusia

Compartir

 

El acuerdo firmado hoy en Ginebra entre los gobiernos en conflicto en Libia pone fin a veinte meses de combates que han segado la vida de unas 2.000 personas y buscan socavar la estrategia de Rusia y Turquía, dos de los países que más intervienen en una guerra civil que ha devenido en un enfrentamiento multinacional totalmente privatizado.

Más allá del aplaudido alto el fuego, la transcendencia del pacto se concentra en el segundo punto del mismo, que diversos expertos consideran ha dolido como una daga en el pecho tanto en el palacio de Ankara como en los pasillos del Kremlin.

Según el borrador publicado, ambas partes han pactado la salida de todos los mercenarios extranjeros en un plazo de 90 días y la suspensión, hasta que se constituya un nuevo gobierno de unidad, de “todos los acuerdos de cooperación en materia militar y de seguridad firmados con potencias extranjeras”.

“Las dos condiciones disparan contra las maniobras que realizan desde hace meses (el presidente ruso, Vladimir) Putin y (el turco, Recep Tayip) Erdogan”, dijo a Efe un diplomático europeo asentado en Túnez, que por seguridad prefiere no ser identificado.

“Ambos han enviado miles de mercenarios extranjeros a Libia en los últimos meses y firmado acuerdos de seguridad con ambas partes: los rusos con (el “hombre fuerte” del este de Libia, el mariscal Jalifa) Hafter y los turcos con el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA)” sostenido por la ONU en Trípoli, agregó.

Una guerra privatizada

Hafter, quien fue reclutado por la CIA en la década de los pasados ochenta y fue luego el principal opositor en el exilio a la dictadura de su antiguo patrón, Muamar al Gadafi, fue el primero en recurrir a los soldados de fortuna extranjeros para cobrar ventaja.

En 2017 desembarcaron en la ciudad oriental libia de Tobruk, sede del Parlamento no reconocido que tutela, unidades de la Compañía Privada de Seguridad Militar (PMSC) rusa RSB Group, con experiencia en la guerra en Siria y experta en la protección de instalaciones petroleras.

Un año después, llegaron de forma igualmente discreta soldados del “Grupo Wagner”, una fuerza de combate bregada tanto en la guerra del Dombas (Ucrania) como en Siria, propiedad del oligarca Yevgueni Prizghozin, amigo íntimo de Putin.

Estos mercenarios fueron fundamentales en la conquista del sur y en el asedio que Hafter puso en 2019 a Trípoli, y son aún claves en la línea defensiva que el mariscal ha tendido entre la ciudad costera de Sirte y el oasis de Al Jufrah, actual línea del frente.

Junto al “Grupo Wagner”, Hafter ha sumado a sus fuerzas otras dos PSMC rusas -Moran y Schit Group, también con experiencia en Siria-, mercenarios sudaneses “Janjawid”, y combatientes chadianos y sirios.

Turquía, principal apoyo del GNA junto a Catar, ha enviado, por su parte, más de 15.000 mercenarios sirios a Libia, la mayor parte de ellos reclutados entre las milicias salafistas de oposición al presidente sirio, Bachar al Asad, esenciales para levantar el cerco y hacer retroceder a las tropas del este.

Acuerdos militares

Además de recuperar y ocupar la base aérea de Al Watiya, la más importante del oeste libio, Turquía ha firmado en los últimos meses varios acuerdos energéticos y militares con el GNA e incrementado sus relaciones comerciales tanto con el gobierno en Trípoli como con la ciudad-estado de Misrata, uno de los principales enemigos de Hafter.

El pasado día 19, al tiempo que arrancaba la negociación auspiciada por la ONU, el jefe del estado mayor de las fuerzas aliadas del GNA, el general Mohamad al Haddad, se reunía en Ankara con el ministro turco de Defensa, Hulusi Akar.

Según la información publicada, en el encuentro se diseñó ampliar los acuerdos de cooperación ya firmados para formar a las milicias que dominan Trípoli e integrarlas en el futuro Ejército libio.

Además de los milicianos sirios, Turquía -único país que ha admitido abiertamente su injerencia en Libia- ha enviado decenas de oficiales y asesores que se han infiltrado tanto en el ministerio de Defensa del GNA como en las fuerzas de Misrata, -a los que vende material militar, incluidos drones de fabricación propia.

Intereses compartidos

Pese a sostener a gobiernos rivales, Moscú y Ankara parecen compartir intereses en Libia, vinculados con el pulso geoestratégico que se libra en el Mediterráneo oriental y la expansión en África.

Turquía ha rubricado varios acuerdos de colaboración energética con el GNA relacionados con la explotación de los millonarios yacimientos marítimos de gas que rodean Chipre, y que se disputa tanto con esta isla como con Grecia, el Líbano, Israel y Egipto.

Rusia, por su parte, observa el país norteafricano como un trampolín estratégico para su expansión en África, donde lucha con China por la apropiación de los recursos mineros, en particular en Sudán, la República Centroafricana o Mozambique, donde ya han puesto el pie Prighozin y sus mercenarios.

EFE

 

Traducción »