En mi época de dirigente empresarial, en Consecomercio, recuerdo que allí teníamos dos tradiciones: la primera era que, cada presidente saliente, automáticamente, pasaba a estar como, uno de los 2 directores, por el Sector Comercio, en Fedecámaras. En abril del 2007, culminé mi período como presidente de Consecomercio y en julio de ese mismo año asumí el cargo de segundo vicepresidente de Fedecámaras. La segunda tradición consistía en que, el presidente que culminaba su periodo, era designado, por 2 años, como director, en la Cámara de Comercio e Industria Latina de los Estados Unidos (CAMACOL). En paralelo con la vicepresidencia de Fedecámaras me correspondió asumir ese rol.
CAMACOL es una organización empresarial radicada en los Estados Unidos de Norteamérica cuya junta directiva está integrada por 34 directores, provenientes de cada uno de los países miembros de la OEA. En mi condición de director por Venezuela, asistí a tres reuniones internacionales de esa cámara: 1 en Miami, 1 en Rio de Janeiro y 1 en Tegucigalpa. La historia que hoy quiero contarles se desarrolló en mi tercera reunión internacional.
El 5 de agosto de 2007, después de sostener un acalorado enfrentamiento con miembros de la Guardia Nacional, salí desde Maiquetía rumbo a Honduras, en un vuelo de COPA, con escalas en Panamá y Costa Rica. Mi vuelo reinauguró el aeropuerto Toncontín, en Tegucigalpa, cerrado meses antes a consecuencia del accidente de un avión de TACA. Por los problemas en el aeropuerto de la capital del país, casi todos los vuelos que transportaban a los delegados internacionales tuvieron que aterrizar en el aeropuerto de San Pedro Sula, distante 260 km de Tegucigalpa. Debido a esta contingencia, el inicio de la convención internacional debió postergarse para el 6 de agosto, un día después de lo previsto.
Todos los delegados fuimos hospedados en el hotel Intercontinental. Al día siguiente, en el mismo hotel, se celebró un desayuno conferencia con el encargado de negocios de la Embajada Americana. Por no conocer a nadie de los asistentes, me serví la comida muy discretamente y me dispuse a escuchar atentamente al expositor. El diplomático comenzó su conferencia hablando de las bondades de su gobierno y de su país. Ahondó en las buenas relaciones que ellos mantenían con el sector empresarial hondureño. En su tono de voz y en sus gestos, creí percibir que, por el contrario, las relaciones con el gobierno hondureño parecían no ser las mejores.
Súbitamente, el expositor dio un giro al discurso y enfiló su artillería contra Venezuela: mencionó que a través de Petrocaribe, Honduras estaba siendo beneficiada por nosotros, la prueba de ello, es que le había sido condonada una deuda cercana a los 200 millones de dólares. Explicó que todas esas regalías tenían un único fin: comprar lealtades políticas para futuras decisiones en los organismos internacionales. Agregó que varios países estaban cabildeando fuertemente para que el congreso hondureño aprobara el ingreso de ese país a la Alianza Bolivariana para América (ALBA).
Estaba yo desayunando tranquilamente, pero al escuchar la agresión en contra de Venezuela, sentí que un bocado se me atragantaba y tuve que dejar de comer. Apenas el ponente terminó de hablar, pedí la palabra: Señor representante del gobierno americano, comencé diciendo, en nombre del sector empresarial venezolano, le doy las gracias por el patrocinio a este desayuno conferencia, pero si me permite, me gustaría precisar algunos conceptos: Me parece que usted erra en el destino de su ataque porque una cosa es hablar mal del gobierno venezolano, cosa que yo también hago, a menudo, y otra muy distinta es cuestionar a Venezuela porque allí se estaría enjuiciando a todo el gentilicio venezolano. Espero que mis palabras no lo ofendan, pero considero que sería una enorme deslealtad de mi parte, por no decir una cobardía, oír cuestionamientos sobre mi gente y guardar un permisivo silencio.
En segundo lugar, señor Agregado Comercial, los 200 millones de dólares condonados, que usted acaba de señalar, representan 1 hora de producción petrolera para Venezuela; creo que para los Estados Unidos debe ser como quitarle un grano de arena a una playa, pero me parece que para Honduras esa cantidad debe ser parte de su propia vida, de tal manera que, ese mecanismo de sumar lealtades que está aplicando Chávez, con mayor holgura podría hacerlo su país, pero tal parece que los latinoamericanos seguimos siendo la última prioridad para el gigante del norte. Ojalá en un futuro no muy lejano podamos asistir a un cambio importante en esa percepción.
Cuando concluí mi intervención, quedé sorprendido porque casi todos los delegados aplaudieron de pie mis planteamientos. Por otra parte, yo ignoraba que en el salón había representantes de los medios de comunicación, el hecho es que, desde ese momento pasé a convertirme en el representante internacional más asediado por los políticos y por la prensa. Para cerrar el evento, el diplomático americano respondió tibiamente a mis planteamientos, se excusó por los conceptos emitidos anteriormente y me invito a conocer la sede de la embajada americana.
A la representación gremial empresarial hondureña le vino como de perlas, la presencia de un venezolano en la delegación empresarial internacional, ya que, podrían utilizarlo como ariete para contrastar las distintas posiciones de los poderes públicos, respecto al acercamiento entre el ejecutivo hondureño y el gobierno chavista. La directiva de CAMACOL, en conjunto con la dirigencia empresarial hondureña acordaron mi presencia en todas las reuniones, públicas o privadas. El presidente de la Cámara de Comercio de Tegucigalpa, Carlos Bueso Sandoval, me alertó: prepárate porque esta tarde tendremos nuestra primera reunión con los poderes públicos y será con el presidente de la república, Manuel Zelaya. Tú llevarás la voz cantante en ese encuentro. Por las limitaciones de espacio, les relataré ese suceso en mi próximo artículo.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE
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