Se han desvanecido las expectativas de alcanzar el cambio político en lo inmediato. El realismo ha ocupado nuevamente el lugar que le corresponde. Finaliza un año colmado de penurias. Los venezolanos sufrimos el tercero con hiperinflación, el mes pasado fue la mayor de este año tenebroso. Las terribles consecuencias sociales se manifiestan en el aumento de la pobreza y la desnutrición. La devaluación ha pulverizado el valor del bolívar. La crisis de los servicios públicos es ya insoportable y, para colmo, esta se desarrolla en los tiempos de pandemia.
Está más que demostrado que los regímenes autoritarios y dictatoriales pueden sobrevivir pese a situaciones sumamente críticas, el régimen de Maduro no constituye una excepción. Tiene perfectamente definida su estrategia política, la celebración de las parlamentarias y la selección de «sectores opositores» en algunos casos aliados y en otros «leales». Se propone instalar una nueva Asamblea Nacional en enero y deslegitimar la presidida por Juan Guaidó.
En paralelo, con la ayuda de sus aliados logra evadir, en buena medida, los efectos de las sanciones. Intenta ganar algunos representantes de la empresa privada para una política de apertura económica; mientras, en su discurso le asigna todas las causas de la crisis a las sanciones impuestas. El diseño se corresponde con el objetivo de mantenerse en el poder, para ello, pese a la disminución significativa, cuenta aún con una base de apoyo popular y el respaldo fundamental de parte de los altos mandos de la Fuerza Armada Nacional.
Independientemente de los resultados del seis de diciembre y del desarrollo de la consulta convocada por la oposición, la mirada de las fuerzas democráticas debe apuntar hacia el próximo año, será crucial para la redefinición de la estrategia y la recuperación de la iniciativa política.
Las primeras declaraciones de Leopoldo López en Madrid pueden interpretarse como un indicio, tácitamente, de marcar un rumbo en esa dirección. Sin embargo, en nuestra opinión, se requiere ser más explícito, subrayar la necesidad de delinear la orientación política de las fuerzas democráticas, en el mediano y largo plazo, superar los errores del inmediatismo y recomponer su unidad.
Tales propósitos constituyen una tarea inaplazable y de primer orden. Es harto conocido que los cambios no se alcanzan solo por desearlos. La voluntad es un factor importante, pero debe estar asociada al reconocimiento de la realidad y al diseño de lineamientos políticos que valoren las fortalezas y debilidades del adversario, así como nuestras virtudes y carencias.
Las redefiniciones, por lo general, conllevan el necesario reconocimiento de los errores cometidos. En nuestro caso, además, exigen la necesidad de reencontrarnos con la base social que, rechazando en la actualidad al régimen de Maduro, no se identifica plenamente con la representación de la oposición. Igualmente, resulta fundamental dotar a la estrategia de una organización que se fortalezca con la constitución de redes articuladas en todo el país.
Los desafíos que se vislumbran para el año próximo requerirán, pese a las limitaciones existentes, de inventiva para la comunicación con la base de la sociedad, de amplitud para ensanchar las alianzas y recomponer los órganos de dirección. Igualmente, para mantener los importantísimos respaldos que a nivel internacional se han logrado.
Al final del día, la política no es otra cosa que actuar sobre una realidad para modificarla. Dotarla de un reconocimiento del escenario para proyectar la acción es parte del abecé de la elaboración política. No puede ser sustituida por los deseos, ni concebida como desahogo, tan de moda en los grupos ultras o extremistas.
El rediseño que imaginamos supone, necesariamente, marcar distancia de esos grupos y bocetear un perfil propio, como fuerzas que propician una alternativa, democrática, pacífica y constitucional, a la crisis multidimensional que confrontamos.
Luis Manuel Esculpi es dirigente político, parlamentario jubilado del antiguo Congreso de la República.
@lmesculpi