Un musicólogo español afincado en Países Bajos, Javier Lupiáñez, ha descubierto en una biblioteca de Dresde tres sonatas de Johann Georg Pisendel que figuraban sin firma, ampliando el reducido catálogo de uno de los compositores más enigmáticos del Barroco.
Pisendel fue el concertino de la orquesta de Dresde, una de las más importantes del siglo XVIII. Sus obras conocidas llegan a la treintena, una cantidad muy alejada de coetáneos como Johann Sebastian Bach, Antonio Vivaldi y Georg Philipp Telemann, cuyas partituras atribuidas se cuentan por miles.
“Era reacio a firmar sus obras y su primer biógrafo -Johann Adam Hiller- dice que precisamente por eso no es conocido. Era muy tímido sin razón alguna porque era muy buen compositor, pero le daba miedo poner sus trabajos como suyos y repartirlos al gran público”, explica Lupiáñez a Efe durante un ensayo con su grupo, Scaramuccia.
Este musicólogo natural de Melilla hizo el hallazgo buceando en la biblioteca universitaria de Dresde, una de las más ricas de Europa en música instrumental a cuya página web acuden intérpretes de todo el mundo para sacar copias de manuscritos.
Lupiáñez está familiarizado con este archivo porque, en el transcurso de sus estudios, tomó anotaciones de sus casi 2.000 partituras, tanto de las ya atribuidas como de las anónimas, una labor que le llevó más de dos años.
“El proceso de investigación empieza un poco por instinto, cuando te topas con algo que te pica en la nariz y tiene algo especial, o cuando de repente te recuerda a otra cosa. Y a partir de ahí, empiezas a tirar de hilos”, explica el musicólogo, que ya descubrió hace más de cuatro años la primera sonata de Vivaldi.
En 2019, las sospechas de que varias de las obras anónimas fueran en realidad de Pisendel le hicieron comenzar las pesquisas. “Me he tirado más de un año investigando la fuente, el papel, comparándolas con lo que conocemos que sí es de Pisendel, con otros manuscritos, viendo el estilo?”, enumera.
Finalmente, llegó a la conclusión de que tres de las sonatas para violín y continuo sin autor reconocido eran, en realidad, del concertino de la orquesta de Dresde. Una de ellas es un manuscrito en sucio que incluye “anotaciones muy pequeñitas” de Pisendel, explica Lupiáñez, que arrojan luz sobre el proceso de composición de la música en el siglo XVIII.
Otra de las sonatas aporta información sobre la labor del compositor alemán como intérprete, pues incluye algunas de sus ornamentaciones. Las ornamentaciones son recursos de los músicos que no siempre están escritos en la partitura y que la embellecen, permitiendo que una misma obra suene diferente según quien la toque.
Publicación académica
Lupiáñez plasmó su investigación en un artículo académico enviado a “Ad Parnassum”, revista científica especializada en música instrumental del siglo XVIII y XIX que le dio el visto bueno y publicará su trabajo antes de fin de año.
La investigación “ha arrojado luz sobre los hábitos de composición y de anotación de Pisendel”, explica a Efe el profesor Michael Talbot, experto en música barroca que revisó la labor de Lupiáñez.
Talbot compara el proceso de identificación de obras anónimas con “el de una investigación forense llevada a cabo por un detective de policía”. Reconoce que Pisendel es un desconocido para el gran público y es solo examinado por “especialistas y devotos de la música barroca a los que les gusta explorar lo poco conocido”. No obstante, “es un compositor cuya música merece la pena revivir hoy porque está bien escrita, tiene personalidad y da placer”.
Este profesor destaca la digitalización masiva de partituras como elemento fundamental para descubrimientos como el de Lupiáñez porque “permite a los investigadores consultar las bibliotecas instantáneamente sin gastar el tiempo o el dinero que requiere el acceso físico”.
Un archivo castigado por la guerra
El archivo actual de Dresde es solo una parte de lo que era originalmente, ya que la colección sufrió los embates de la guerra. El palacio de Dresde fue bombardeado por las tropas prusianas en 1760, pero una parte de la colección se salvó porque fue trasladado a los sótanos de la “Hofkirche” (Iglesia del Palacio).
Las partituras se movieron a finales del siglo XIX a la biblioteca del Palacio Japonés, situado en el centro histórico de Dresde. Sin embargo, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, los nazis trasladaron una parte del archivo a castillos y mansiones por miedo a que fuese saqueado o destruido.
Las tropas aliadas iniciaron un ataque aéreo sobre la ciudad alemana en febrero de 1945 y bombardearon el Palacio Japonés. “Los manuscritos estuvieron enterrados bajo las ruinas, con grandes filtraciones de agua durante más de dos semanas hasta que se pudieron rescatar”, explica Lupiáñez.
“Se cree que parte del archivo debe andar todavía en viejos castillos en Alemania, o puede que en el futuro se descubra algo en Rusia. Lo que tenemos hoy es lo que sobrevivió al fuego y al agua”, añade.
Lanzamiento del CD
Lupiáñez, junto a su grupo Scaramuccia, ha dado vida a las obras descubiertas grabándolas en un CD titulado “Pisendel. Neue Sonaten”, que verá la luz el próximo 1 de diciembre. Cuando la pandemia lo permita, el ensemble formado por un violín, un violonchelo y un clavecín volverá a dar conciertos por Europa en los que incorporará las nuevas piezas.
La chelista del grupo, Inés Salinas, destaca que interpretar las obras recién atribuidas les permite “descubrir nuevos repertorios y no tocar siempre lo más estándar”. Asimismo, asegura que las sonatas “son especialmente virtuosas para el violín, pero también tiene una parte de bajo continuo, que en este caso tocamos con chelo y clave y que también es muy interesante”.
EFE